Cabeceé
y abrí los ojos.
-Duerme
un rato, estás cansada-me dijo.
-No,
estoy bien. Pero mejor que duermas tú, necesitas recuperar fuerzas-expliqué.
-No
tengo sueño-suspiró.
-Igual
que yo-mentí. Estaba agotada y sólo quería acurrucarme y dormir durante horas.
-Qué
mal mientes-rió-Si acabas de cerrar los ojos.
-Está
bien, estoy agotada-reconocí-Pero no quiero malgastar el última rato que
nos…-se me quebró la voz.
-Para
mí, si es a tu lado, no es tiempo malgastado.
Le
acaricié el pelo, sonriendo.
-¿Qué
te parece si dormimos un poco los dos?-propuse.
Aceptó
sin dificultades. Lo más complicado fue acomodarnos, ya que yo no podía moverme
demasiado. Tuvimos que dormir sentados. Me coloqué con la mayor comodidad posible,
apoyada sobre él y me dormí, deseando que aquel momento durara para siempre.
Desperté
unas cuántas horas después. Me incorporé y miré a Pablo, que dormía apaciblemente.
Pensé que no lo volvería a ver, ni durmiendo ni de cualquier otra forma. Las
lágrimas quisieron abrirse camino pero no se lo permití. Quería morderme las
uñas pero la mano no me llegaba. Volví a morderme el labio, en el lugar donde
tenía la herida. Lo dejé al cabo de unos segundos, notando que comenzaba a
sangrar de nuevo. En la oscuridad, las horas pasaban lentas y pesarosas. Mi estómago rugió.
Llevaba bastante tiempo sin comer.
Pablo
se despertó.
-¡Ay!-gruñó.
-¿Te
encuentras algo mejor?-interrogué.
Se
encogió de hombros, desanimado.
-¿Qué
tal tus costillas?
-Me
duele mucho cualquier movimiento, hasta respirar, pero, más o menos, como ayer.
-Cacho
bestia-refunfuñé-Podías haberte defendido.
-Sólo
habría sido peor, lo habría ensañado más.
Reconocí
que tenía razón.
-¿Crees
que pretenden matarnos de hambre?-me quejé.
-No
lo sé. Pero ahora que lo dices, me muero de hambre.
-Mejor
que no te mueras todavía-intenté ser graciosa pero conseguí justo lo contrario,
resultar deprimente.
No
creía que tardáramos en llegar a nuestro destino pero yo tenía necesidades
vitales que precisaban ser atendidas de inmediato.
-Y
algo de beber tampoco estaría mal-me pasé la lengua por los labios.
-Podemos
gritar a ver si…
Sacudí
la cabeza. Qué tonto era a veces. Pese a ese pensamiento, yo sonreía. Intentaba
no pensar en lo que pasaría dentro de unas horas. ¿Cómo nos matarían? ¿Era
lógico pensarlo? En el fondo de mí, algo me gritaba que no me rindiera, yo
había bloqueado esa parte de mí, sabiendo que todo sería inútil.
-Odio
que tengamos que hacer esto-susurré.
-¿Hacer
qué?
-Nos
han separado de nuestro hogar, hemos sufrido y padecido infinidad de cosas, y
cuando ya pensábamos que estábamos a salvo, nos arrancan la esperanza.
No
me miró, bajó la vista hacia sus pies.
-Me
gustaría haberme despedido de mi hermana-continué-Y de mis padres, amigas y
demás pero sobre todo de ella. ¿Qué pensará de mí? ¿Qué me he largado por ahí?
¿Qué alguien me mantiene secuestrada? ¿Qué esto es una especie de venganza o
algo así y por eso no he dado señales de vida? ¿Y de ti, qué pensarán? ¿Qué me
has secuestrado o eres una mala influencia? Joder-di una patada hacia atrás a
la pared del carro, sin pensar en lo que hacía-¿Crees que me odian?-susurré a
continuación, casi llorando.
Tardó
en responder. Supuse que estaría buscando la respuesta ideal para no
decepcionarme o conseguir tranquilizarme.
-No,
¿por qué iban a odiarte? Si estás secuestrada difícilmente vas a poder llamar o
mandar algún mensaje a ningún lado. Si piensan que soy una mala influencia, me
ofenden. Nos criamos casi juntos, me conocen desde que nací y lo mismo con
nuestros padres. Sería una tontería empezar a desconfiar los unos de los otros
cuando comparten problema. Pero, ahora que lo dices, a mí también me encantaría
poder despedirme. Aunque sólo fuera un:``adiós, os quiero y siento todo esto´´.
Me sentiría más tranquilo, más…-se calló, incapaz de encontrar las palabras.
-Te
entiendo. Espera-murmuré-Creo que todavía tengo el móvil encima.
-¿Hablas
en serio?-se sorprendió.
-Sí-no
recordaba que me lo hubiesen quitado en ningún momento. Lo saqué y encendí-Hay
cobertura. ¿Crees que funcionará enviarles un mensaje?
Se
encogió de hombros. Comencé a teclear, apurada. Enviar. No respiré, esperando
ver el mensaje de confirmación o error de envío.
Su mensaje no ha podido enviarse.
Inténtelo de nuevo en otro momento.
Me
hundí. Pablo evitó que tirara el móvil al suelo, sujetándome la mano.
En
realidad, ¿qué esperaba que sucediese? Ya habíamos probado lo de enviar mensaje
y sabíamos que no funcionaba.
Una
musiquita inundó el carro. Miré mi móvil, incrédula, ¿había llegado?
Su mensaje ha sido enviado
correctamente.
Solté
un gritito de alegría y le pasé el móvil a Pablo, que tecleó furiosamente.
-¿Puedo
preguntarte qué pusiste?-preguntó, cohibido.
-Siento
todo lo que está pasando, no es culpa mía y es una larga historia. Pablo está
conmigo, bien. Os quiero, perdonadme-tras un breve silencio, protesté-¡No sabía
qué más poner!
Él
envió su mensaje.
-He
dicho casi lo mismo que tú-me informó-Esperemos que eso los tranquilice.
Asentí.
Los
dos habíamos puesto que estábamos bien pero esa no era la realidad, obviando
que faltaba poco para que estuviéramos muertos.
-¿Crees
que contestarán?
-No
lo sé-respondió.
No
apagué el móvil, por si acaso. Aunque, no tuvimos tanta suerte como para
recibir una respuesta.
-Al
menos, ya podemos morir tranquilos-señaló.
-Serás
bestia…-fingí horrorizarme
-Eso
vendría bien ahora mismo.
Cerré
los ojos. Me rugió el estómago.
-Me
tomaría un Cola-Cao con galletas, bollos, tostadas…-notaba que la boca se me
hacía agua.
-Aunque
no lo creas, yo no tengo mucha hambre.
Me
encogí de hombros.
-Este
sitio empieza a parecerme incómodo…-me quejé.
-A
mí me lo ha parecido desde el principio.
El
carro se detuvo, y creo que mi corazón también.
-¿Hemos
llegado?-susurré, aterrada.
Me
miró fijamente, incapaz de responder.
La
puerta de abrió muy lentamente. El corazón me martilleaba a un ritmo salvaje y
constante.
-Vamos,
en pie. Si tenéis que ir al baño, es el momento. Y es hora de comer, no
queremos que os muráis antes de que lleguemos-nos gruñó un malhumorado hombre.
Volvimos
a respirar, más tranquilos. Aún teníamos un poco más de tiempo. Pablo se
levantó lentamente.
-¿Puedes
bien?-pregunté, tontamente.
Asintió,
tenía los dientes apretados en un rictus de esfuerzo.
El
hombre se acercó y me desató. Sacudí las manos, que estaban dormidas.
-Venga,
abajo-me empujó y tropecé con Pablo, que se giró, enfadado.
Le
hice un gesto para que anduviera.
Nos
bajamos. En el suelo, había otro hombre. Uno me acompañó hasta unos arbustos
donde debía hacer mis necesidades, y el otro, acompañó a Pablo.
Estaba
bastante cohibida, eso era asqueroso. El hombre me miraba sin ningún disimulo.
Enrojecí. Luego, nos llevaron a la parte delantera del carromato donde nos
dieron unos tragos de agua y algo de pan. En apenas unos minutos, nos volvieron
a meter en el carromato.
-Ya
estamos llegando-suspiró Pablo.
Me
encogí de hombros. Era el fin y no podía hacer nada.
Las
horas pasaron lentas en el interior del carromato, hasta que la puerta se
abrió. Me desencadenaron y nos bajaron.
El
sol me golpeó en los ojos, tras la oscuridad anterior. Los cerré
momentáneamente hasta que logré acostumbrarme. Estábamos en un patio con
adoquines, era enorme.
-Caminad,
rápido. Enlorth debe de estar impaciente-protestó con temor uno.
-Parece
que ha llegado la hora-susurré.
Pablo
me miró fijamente, sin responder.
Me
incomodó. Podía decir algo. Algo… para tranquilizarme. Tranquilizarnos, más
bien. Tendría que soportarlo. Traté de parecer firme, aunque comencé a morderme
el labio, muestra de nerviosismo. Ya casi no sentía la herida.
Estaba
en un estado de semiinconsciencia: escuchaba en la lejanía el barullo del
patio, sentía el calor asfixiante sobre mi piel, veía a los sirvientes y
criados, junto con los soldados, que nos miraban con una mezcla de extrañeza y
curiosidad, percibía que caminábamos hacia una puerta, pero no era capaz de
reaccionar.
Pablo
pasó delante, lo seguí. Notaba la boca seca y no podía concentrarme. Evité por
poco el choque contra Pablo, que se había detenido. La puerta se cerró a mis
espaldas, con un suave chasquido. Estábamos atrapados. Pero eso no era del todo
cierto, llevábamos atrapados mucho tiempo.
-Pasad-murmuró
una mujer, inclinando la cabeza.
Entramos
en un gran salón, con mesas repletas de comida y bebida de aspecto imponente,
con sillones enormes… Miré a Pablo, que parecía tan desconcertado como yo. ¿No
deberíamos estar en una húmeda mazmorra, con grilletes, ratas y demás?
-¡Oh!
Al fin habéis llegado-saludó amablemente una voz de hombre-Veo que ambos estáis
bien.
Apareció
ante nosotros, imponente y con una corona dorada reluciendo sobre sus cabellos
del color de la noche. Un solo nombre cruzó mi mente: Enlorth.
Me
estremecí, parecía tan campechano y amigable…
-¿Tienes
frío? Si quieres puedo conseguir que te traigan algo de abrigo… No permitiremos
que nuestros invitados sufran por algo-me sonrió.
Negué
con la cabeza.
-¿Podéis
dejarnos solos?-se dirigió a sus soldados.
-Pero…-empezó
uno a refunfuñar.
-Dejadnos
solos-ordenó esta vez, en tono de enfado-Y cerrad las puertas. Que nadie nos
interrumpa, ni siquiera Shylia.
Se
marcharon lentamente, dirigiéndonos una última mirada recelosa.
-Sentémonos.
-Preferimos
seguir de pie-indicó con fuerza Pablo.
-¡Vamos!-rió-No
os haré nada, sentémonos.
Se
sentó en un sillón y esperó a que lo acompañáramos.
Le
pegué un empujón a Pablo, mejor seguirle la corriente.
-Haz
caso a tu chica, ven.
Fruncí
el ceño pero no hablé. Al final, cedió y me acompañó hasta un sofá, enfrente de
Enlorth-Akyan.
-Charlemos
un rato. Si tenéis hambre o sed, podéis serviros lo que queráis-señaló con un
amplio gesto las mesas-Espero que mis soldados no os trataran demasiado mal.
¿Fueron muy bruscos?
No
supe si reír o llorar. Miré a Pablo, que permanecía impertérrito.
-¡Hablad!
Parecéis mudos-se quejó en tono jocoso.
Tanto
buen rollito comenzaba a alterarme pero decidí continuar.
-La
peor parte se la llevó él.
Pablo
me fulminó con la mirada y frunció el entrecejo.
-¿Sí?
¿Pero, qué habíais hecho?
-Intentamos
escapar-respondí.
-Muy
mal, chicos. Intentando escapar de vuestros amigos…-arrugó el ceño.
-Bueno,
no sé cual es vuestro concepto aquí de ``amigos´´, pero los míos no intentan
matarme-estallé.
Pablo
se tensó, preparándose para lo peor. Enlorth tardó en responder un largo rato
en responder. Lo había estropeado con uno de mis estallidos. Me mordí el labio.
No, si nunca aprendería a callarme… De repente, se echó a reír a carcajadas. Me
asusté y miré a Pablo, que parecía encontrarse igual que yo.
Se
apartó el pelo de la cara y se puso serio. Debía de tener un sentido del humor
muy particular porque, yo hablaba completamente en serio. Seguía sin
encontrarle el chiste.
-Creo
que no nos entendemos-me miró. Tragué saliva-Y será mejor que os apuréis en
comprenderme porque, no pienso estar aquí eternamente.
-Ya
lo has estado-murmuré, muy bajo.
-¿Cómo
has dicho?
Sacudí
la cabeza.
-Sé
que has hablado. Si no me lo quieres contar, da igual. Tendremos que ir
acabando, ¿no creéis?
Se
puso en pie y comenzó a pasearse. Pablo me hizo un gesto y nos levantamos.
Retrocedimos, alejándonos de él lo máximo posible.
-No
escapéis. Será igual.
Ahora
estaba completamente segura de que apenas nos quedaban unos minutos.
-¿Será
demasiado pedirle que sea rápido?-le susurré a Pablo.
Me
fulminó con la mirada. Aún pensaba que podíamos hacer algo. ¿Sería demasiado
decir que era muy inocente? Bueno, la negativa era yo. Y bastante.
-Dejaos
de juegos. Terminemos cuanto antes.
Quería
unos minutos más, los necesitaba con urgencia. Volvía a convencerme de que no
debía rendirme.
-¿Qué
piensas decir cuando vean que estamos muertos? ¿Qué te atacamos?-pregunté con
la voz más alta y firme que fui capaz de reunir que, en aquellos momentos,
sería un tono normal y algo indeciso.
-Es
posible. Pero no tendré que hablar demasiado. Me haré con el poder y…-chasqueó
los dedos-Ya nadie podrá hacer nada. Tal vez, dentro de unos milenios, cuando
este lugar me resulte aburrido, iré a vuestra dimensión, si no os habéis auto
destruido. Será interesante, no lo dudo.
-¿Cómo
eres tan monstruoso?-exclamé con asco, incapaz de contenerme un segundo más.
Pablo
me agarró del brazo y tiró de mí hacia atrás, en un gesto en el que me indicaba
que me contuviera. Pero, una vez más, no pensaba hacerle caso.
-Gajes
del oficio, querida. Los que son los malos, deben serlo hasta el final. Y lo
mismo pasa con los héroes, ¿a que sí, chaval?-miró fijamente a Pablo.
Sus
ojos brillaban de rabia.
-Te
está retando-le indiqué.
-¿Qué
te parece si hacemos un trato?-preguntó, permaneció esperando su reacción unos
minutos-Te entregas enseguida, sin montar ningún numerito, y la dejo ir-me
señaló.
Pablo
parecía a punto de aceptar.
-¿Podemos
hablarlo?
Hizo
un gesto de mirar la hora pero asintió.
-Os
dejo cinco minutos, decidíos.
Se
giró, alejándose hasta un rincón de la sala donde no podía oír nuestra conversación
y comenzó a picotear un pastelito. Meneé la cabeza, incrédula.
-No
lo creas, es una mentira.
-Si
me da su palabra de que te dejará marcharte…
-¡Vamos!
No seas idiota, piénsalo-me exasperé-Lo dice porque sabe que dirás que sí.
¿Quién te dice que en cuanto salga de aquí no ordenará a cualquiera de sus
criados que me maten? Por favor, di que no-supliqué.
-Noah,
sabes lo que…
-Sí,
lo sé, lo sé. Pero no puedo dejar que lo hagas. Si tú te quedas, quiero
quedarme.
Noté
su nerviosismo, igual de grande que el mío. Debía disuadirlo costase lo que
costase.
No
sabía que contestarme. ¿Lo habría conseguido?
-¿No
crees que podrías escapar?-insistió.
-Ambos
sabemos que no. Además, ¿que haría? ¿Volver con los seguidores de Kaelida? ¿Crees que me ayudarían en
cuanto tú no estuvieras? Y yo sola, orientarme. Ja, ja y ja.
-Creo
que eso ha quedado claro-respondió-¿Tú lo harías?-me sobresaltó.
-¿El
qué? ¿A que te refieres?
-Aceptar
el trato.
-No-mentí.
-¿De
repente te has vuelvo egocéntrica y…mentirosa? Lo harías sin dudar-acusó.
-Eso
es… ¡mentira!-protesté, sintiéndome pillada in
fraganti.
-Se
te da mal mentir-rió-¿Cómo pretendes que haga algo que tú misma estás
admitiendo que harías?
-No
lo estoy admitiendo y ¿no eres capaz de no discutir conmigo hoy? Hoy-recalqué.
-Hoy
es el mejor día para hacerlo.
-El
último-suspiré.
-¿Habéis
terminado ya?-se nos acercó, parecía estar divirtiéndose.
Nos
miramos y Pablo asintió. Empecé a ponerme todavía más nerviosa.
Di que no, por favor, di que no.
-Adelante-nos
invitó.
Pablo
pensó unos últimos segundos antes de responder. Parecía dispuesto a decir sí
pero, le agarré la mano con fuerza. Me miró a los ojos y pareció dudar. Moví la
cabeza. Se rendía, sus ojos me lo dijeron.
-No-murmuró.
-Humm
un no. Ya no pareces tan valiente, así que no quieres morir solo, deseas
arrastrar a tus amigos-supe que también se refería Arturo.
Ahora,
era Pablo el que parecía incontenible.
Entonces,
Enlorth comenzó a volverse más amenazante y se nos acercó, dispuesto a
atacarnos.
La
puerta se abrió, paralizándonos.
-¿Enlorth?-preguntó
una cantarina voz de mujer.
-¡Shylia!
Debo estar solo con mis invitados-gruñó.
-Quiero
saber que está pasando aquí-continuó la mujer, entrando.
Era
muy guapa. Su pelo largo y de color blanco (aunque no por la edad, aparentaba
ser bastante joven) estaba recogido con unas pequeñas trenzas y los demás
mechones sueltos. Sus ojos verdes, brillaban. Llevaba una corona dorada,
similar a la de Enlorth. Su vestido era de color malva, largo hasta los
tobillos y de tubo. Portaba sobre el cuello un gran medallón engarzado en oro.
-No
es nada, cariño-su tono se suavizó-Sal, está todo controlado.
-¡No
es verdad!-grité-Pretende matarnos.
Pablo
asintió con énfasis, tal vez pensaba que había tomado la decisión adecuada.
-¿Es
verdad lo que están diciendo esos críos?-parecía algo enfadada.
-¡NO!-negó-Son
unos mentirosos, han venido a reencarnar a Akyan…
-¡Es
mentira! Él es Akyan, cuando lucharon él y…-apenas pude explicarme.
Entre
Pablo y yo, un par de minutos y frases entrecortadas después, logramos explicarnos.
¿Estaríamos salvados? Shylia parecía dudar.
-No
mentimos, lo juro.
-¿Crees
que te va a creer a ti que a mí, que llevo varios siglos a su lado?
-Por
favor…-supliqué, mirándola a los ojos.
Mi
expresión (que no era para nada fingida) debió de resultar algo chocante o
terminó de convencerla.
-Me
has engañado tantos años…-escupió las palabras.
-Estás
equivocada, yo no…-fingió.
-Déjalo.
Ya no volverás a engañarme.
Se
acercó a nosotros.
-Quietos,
no os mováis-susurró.
Yo
no pensaba irme a ningún lado y creía que Pablo tampoco. Como que, con la viva
representación del mal en estado puro delante de nuestras, todos nos sentíamos,
como mínimo, algo aterrados.
-Esperaba
que todo esto saliera de otra forma pero veo que me obligaréis a hacer todo por
las malas.
Auque
Shylia parecía herida (en el sentido sentimental), se mostraba fuerte y
decidida. Parecía una buena reina.
-No
va a salir de otra forma que no sea como quiero yo.
-¿Eso
crees? Fui capaz de matar a Enlorth-se regodeó.
Vi
que ella se mordía el labio para contener las lágrimas, de rabia.
-Me
has mantenido tanto tiempo engañada…-repitió.
Él
se encogió de hombros y rió maquiavélicamente.
-Ahora
sí que todo terminará, no pienso soportaros un solo instante más.
Comencé
a temblar involuntariamente, asustada. Pablo se percató y me rodeó los hombros
con su brazo, acercándome hacia él, protegiéndome.
-Shh-susurró,
tranquilizadoramente.
Shylia
nos miró de reojo, esbozando una especie de sonrisa. Debíamos de resultar
ligeramente conmovedores. Y muy románticos. Y eso no terminaba de gustarme, es
que lo romántico desde dentro era bonito pero desde fuera llegaba a resultar
vomitivo.
Desterrando
esos pensamientos tan extraños que no llegaba a comprender que hacían por mi
mente en el momento más importante de mi vida, exceptuando algún otro que nunca
olvidaría, como cuando empecé a salir con Pablo de modo más oficial. Ya hacía más
de dos años, ¡cómo pasaba el tiempo! Contuve la risa. Todo fuera algo cómico.
Éramos dos chiquillos nerviosos que no tenían claro lo que significaba lo que
estaban haciendo. Ya era verano. Siempre habíamos sido amigos, y siempre
habíamos sentido algo diferente a la amistad, algo que nunca fuéramos capaces
de nombrar. Un sentimiento extraño, felicidad y tristeza, regocijo y añoranza…
Habíamos ido a una especie de merendero, con mesas de piedra y gran
tranquilidad (que nosotros solíamos destrozar con nuestras risas y gritos). Era
algo más de media tarde. Aunque a veces yo llevaba a mi hermana pequeña o
íbamos con una pandilla de chicos y chicas de nuestra edad, esa vez estábamos
completamente solos. Nos sentamos sobre una mesa, en silencio. No sabía porqué
pero estaba bastante nerviosa con su compañía. Era algo extraño, nunca me había
pasado tanto hasta esos días, ¿significaba que ya no éramos amigos? Me daba más
vergüenza contarle cosas que en cualquier momento no habría dudado en decirle,
me molestaba que me mirara fijamente a los ojos, porque conseguía sonrojarme. Y
a él parecía pasarle lo mismo. ¿Qué estaría pasando? Siempre me había considerado
la más tonta en temas de reconocer emociones, yo era más de entender las
lecciones de clase a la primera y memorizar con rapidez los apuntes.
-Noah…
-¿Qué?-lo
miré un instante pero aparté la mirada, nerviosa.
¿Por
qué estábamos solos? Apreciaría más que cualquier cosa la compañía de alguien
más, aunque fuera mi molesta hermana.
-Esto…creo
que algo raro pasa.
Observé
las nubes, parecían normales. Los árboles agitaban sus ramas pero eso no era
nada extraño, hacía viento. El sol brillaba, los pájaros cantaban… Todo estaba
en orden.
-No
sé a que te refieres. Yo veo todo igual que siempre.
Me
pareció que contenía la risa pero se serenó enseguida.
-No
me refería al lugar si no a…-lo miré fijamente y él bajó la cabeza,
notablemente avergonzado.
-¿A
qué?-me impacienté ligeramente-Apura, que a este paso nos dan las uvas-bromeé.
-A
nosotros.
-¿Ya
no quieres que seamos amigos?-me entristecí.
Llevábamos
tanto siendo amigos que me resultaba difícil imaginarnos de otra forma. Yo no
confiaba más en nadie que en él.
-Sí.
No. No lo sé-dudó.
-¿Hice
algo mal?
-No,
creo que hiciste cosas demasiado bien-le costó decirlo de lo nervioso que
estaba.
-¿Cómo?
Sigo sin entenderlo-me quejé.
-No
te preocupes, si yo tampoco lo entiendo. Da igual.
-No,
ahora me lo explicas o si no…-amenacé.
-Está
bien. Por favor, dime que si no te gusta lo que digo, nada cambiará.
-Pero…
¿qué vas a decir?
¿Me
iba a insultar o algo? No lo creía capaz pero…
-No
te lo puedo decir, todavía. Pero prométemelo.
-Está
bien-acepté, nerviosa-Puedes seguir.
Tardó
un largo rato en hablar, mientras yo me impacientaba y me dedicaba a observar
unas hormigas que escalaban por la mesa.
-Creo
que me gustas-me soltó de sopetón.
-¿A
qué viene esto ahora?-lo miré fijamente, estaba como un tomate-Hemos sido
siempre amigos, claro que nos…
-No
en ese sentido. En el de gustar, de gustar, gustar-se impacientó-Tengo que
irme-se levantó y comenzó a caminar de vuelta a su casa, enfurecido.
-¡Espera!-vociferé,
corriendo tras él.
Le
apoyé la mano en el hombro y se giró, con expresión de cabreo (cabe decir que
entonces se enfadaba con más facilidad, era muy irascible).
-¿Qué?-me
gruñó, más que me dijo.
-Esto…es
que…buff-no sabía que decir-¿Hablamos luego?-le pregunté.
Se
encogió de hombros.
-Entonces,
hasta luego-me despedí, dando la vuelta.
No
entendía absolutamente nada. ¿Qué había querido decir? ¿Qué yo le gustaba más
que como amiga? Sí, eso había entendido. Pero, ¿a mí él me gustaba más que como
amigo? Tardé toda la tarde en llegar a la conclusión adecuada. Le di muchas vueltas,
lo razoné… Y llegué a una conclusión: sí. Y no era un sí pequeño, era un sí
enorme, en mayúsculas. Ese sentimiento que no fuera capaz de denominar, se
llamaba amor.
Abandoné
el lugar con calma. En cuanto estuviera en casa, podría llamar a Pablo, pero
no, no era una conversación para hablar por teléfono. Miré mi reloj, ¿era
tarde? Humm…las siete y media. Si apuraba, me sobraba el tiempo. Llegué a mi
casa y saqué las llaves del bolsillo.
-Noah,
bienvenida-ironizó mi padre-Hacía siglos que no te veíamos.
-Esto…
Es verano-me justifiqué.
-¿No
recuerdas que día es hoy?-me interrogó.
-¿Viernes?
¿Jueves? ¿Domingo?-me desesperé.
-Sábado.
Pero no es eso lo importante. ¡Hoy vienen tus primos a cenar!-me gritó.
-Te
lo hemos recordado un centenar de veces-me riñó mi madre-Te dijimos que venían
a las ocho, ¡faltan diez minutos! ¡Pasa a arreglarte!-volvió a gritar.
-Mamá,
pero, hoy…-protesté con voz casi inaudible, observando las ropas tan
``elegantes´´ que se pusieran.
-¡He
dicho que te arregles! Diez minutos-golpeteó con el talón en el suelo.
Corrí
escaleras arriba. Me duché todo lo rápido que pude y me puse un vestido
veraniego, era lo máximo que me iba a arreglar. Me miré el pelo y lo cepillé.
-¡Noah!
¡Baja!-me gritaron.
Suspiré,
de mal humor y bajé. Ya estaban allí. No quería aguantarlos. Cené con rapidez y
traté de escabullirme a mi cuarto, cogiendo el teléfono inalámbrico por el
camino. Marqué el número de Pablo. En cuanto respondió, solté las palabras que
llevaba memorizando durante toda la cena:
-Entendí
a lo que te referías. Sí.
-¿Eh?-musitó,
confuso.
-Que
sí, que me pasa lo mismo. Quería pasarme por tu casa a decírtelo pero vinieron
mis primos y me encerraron.
-¿En
el garaje?-preguntó tras un silencio.
-¿Cómo?
-Que
si te encerraron en el garaje.
-Ah,
no, en la casa en general. Pero me escapé hasta mi habitación. Espera-tapé el
auricular cuando alguien llamó a la puerta, que estaba cerrada.
-¿¡Qué!?-bufé.
Mis
primos pequeños (que no llegaban a los diez años) entraron.
-Queremos
escondernos aquí, estamos jugando al escondite-susurraron.
Me
puse en pie.
-¡Largo!
¡Esconderos en el desván!
-No,
que nos da miedo-protestaron.
-¿Y
la habitación de Sonia?
-No
nos deja.
-Pues
yo tampoco os dejo mi habitación-les dije-Ir a la de mis padres, ¡venga, que os
van a encontrar!-los apresuré al ver que no se movían.
Cerré
la puerta tras ellos. Había sido algo borde pero no era mi intención.
-Ya
está-reí en voz baja-Qué pesados. Eran mis primos que…
-Lo
escuché todo-se estaba partiendo de la risa.
-¡A
mí no me hace gracia!-protesté.
-Entonces,
¿qué hacemos?-preguntó.
-No
lo sé, ¿contar un chiste que nos haga gracia a los dos?-bromeé.
-¿Salir
juntos o algo así?-me sorprendió al decirlo.
Me
sorprendieron las ganas que tenía de decirle que sí.
-Sí,
eso creo-murmuré.
-¿Estás
segura? Después…
-¡Yo
sí que lo estoy! Aquí el inseguro eres tú-acusé.
¿Se
habría equivocado y yo no le gustaría? Me dolía pensarlo.
-No,
no estoy inseguro. No pienses que… En serio, esto ya me pasa desde hace un
tiempo y estoy muy seguro-aseguró.
-Vale,
vale.
-¡Noah!-escuché
a mi hermana gritar.
-¡Agh!
No me dejan en paz. Mañana hablamos. Adiós-colgué.
-¡Apartaos!-gritó
Shylia, consiguiendo que volviera a la realidad.
Me
aparté como pude. Enlorth se nos acercaba transformado en una bestia similar a
la que había matado a Arturo, era algo más grande. ¿Cuándo había aparecido ese
bicharraco?
La
puerta se abrió y empezaron a entrar soldados gritando, asustados, alerta…
-¿Crees
que podrán con él?-le pregunté a Pablo.
No
contestó.
Las
espadas relucían.
-Necesito
una-me dijo con urgencia.
-¿Cómo?
-Una
espada-miró en todas direcciones.
-Quieto,
yo cojo una.
Me
aparté.
-Espera-susurró.
Lo
ignoré y circunvalé a Enlorth con calma. Yo no era importante.
-Pásame
tu espada-le gruñí a uno de los soldados.
Dudó
pero yo se la arrebaté de un tirón y me marché por donde había ido.
-Toma-se
la di, pesaba bastante.
La
sopesó. Ahora iba a decir que esa no valía o algo así pero me sonrió.
Todos
estaban en tensión. Supongo que, los soldados y todos los demás estarían
flipando, sobre todo cuando el monstruo habló con la voz de su rey.
-Se
ha formado público. Así habrá testigos de mi coronación-se burló.
Se
oyeron murmullos.
-Terminemos
ya-saltó hacia nosotros que nos apartamos.
Continuamos
un buen rato moviéndonos, esquivando ataques.
Pablo
sujetaba con firmeza la espada. Yo no llegaba a comprender que pretendía hacer
con ella. Nunca había hecho esgrima, ni nada similar. Difícilmente iba a aprender de la nada.
Estaba
cerca de rozarnos cuando Shylia se interpuso entre nosotros, y él la hirió. Me
acerqué a ella, que sangraba por un brazo.
-¿Estás
bien?-pregunté retóricamente, arrodillándome.
-¡Noah!
¡Levántate!-urgió Pablo, ayudándome.
En
ese momento, toda la gente que permaneciera observando, se lanzó a por Akyan al
compás.
Pablo
me empujó, apartándome.
-¡Ahora!-murmuró
entre dientes.
Se
alejó de mí con rapidez.
-¿A
dónde vas?-exclamé, sintiéndome muy sola.
No
respondió y continuó alejándose. Traté de seguirlo, pero era difícil entre el
mar de gente que atacaba a Akyan. Lo avisté entre la gente, detrás de Akyan.
Parecía dispuesto a herirlo con su espada. Pero, él podía resultar dañado.
Comencé a empujar a la gente sin ninguna consideración, para acercarme. Observé
como le clavaba su espada en la espalda del bicho y, de un salto, se subía por
detrás, para cortarle la cabeza. Evitó un mordisco suyo por poco y contuve un
grito ahogado. Necesitó un par de minutos para atinarle en el cuello. Todos
trataron de ayudarle y, finalmente, la bestia cayó desplomada. Todos estuvieron
en silencio unos instantes. Yo estaba perdida, incapaz de reconocer a Pablo
entre esa multitud de gente.
Lo
vi salir con dificultad de debajo de una de las patas de Akyan, me apresuré a
ayudarlo, parecía dolorido.
-¿Cómo
se te ocurre?-le regañé-Podías…podías…-me detuve, incapaz de continuar.
-Creo
que ahora ya está todo-sonrió, ignorando mi comentario anterior-Vámonos.
-Pero…
¿y Shylia?-pregunté.
-Estará
bien-aseguró-Vámonos ahora, antes de que nos detengan con palabrería, volvamos
a casa.
Asentí,
contenta.
-Busquemos
la cocina, a nadie le importará que cojamos algo de comer.
Cargamos
una bolsa entera que encontramos con alimentos y nos fuimos a las cuadras,
donde cogimos dos caballos, dispuestos a marcharnos.
Nos
sonreímos y comenzamos a cabalgar hacia el bosque.
Epílogo
Ya
era casi de noche. Miré a Pablo. Estábamos en casa. Después de tanto tiempo,
tantas emociones, estábamos en casa, a salvo. Nunca más volveríamos a vivir
algo parecido. Podríamos estudiar (me parecía la cosa más impresionante y
maravillosa del mundo), podríamos ir a una ruidosa ciudad, podríamos hacer
tantas cosas. Recordé a Arturo, que jamás volvería a hacer nada de eso. Pero
esta vez no lloré, si no que sonreí, recordándolo con cariño. Sabía que nunca
lo olvidaría.
-Vamos
a casa-suspiró.
Asentí.
-¿Cuánto
tiempo habrá pasado?
Se
encogió de hombros.
-¡El
calendario del móvil!-exclamé, mirándolo-Es…imposible-musité.
-¿Cuántos
años han pasado?-intentó bromear.
-No
ha pasado ni un solo día. Apuesto a que nadie se ha dado cuenta de lo que ha
pasado-suspiré.
-No
puede ser posible-contestó, arrebatándome el móvil.
-Sí
que lo es. Vamos ya-apuré.
Comenzamos
a caminar hacia nuestras casas. Llegamos primero a la suya.
-Adiós.
¿Nos vemos mañana?-pregunté.
Sacudió
la cabeza.
-Te
acompaño hasta tu casa.
Me
encogí de hombros. Reconocí que no quería despedirme tan pronto. Pensaba que él desaparecería otra vez. Continuamos
despacito hasta mi casa. Todo seguía igual: las plantas, el coche, la luz
encendida del salón…
Sentí
unas tremendas ganas de llorar de felicidad. Estuvimos un rato en la puerta,
mirando hacia el interior, sabiendo que con el siguiente paso, nuestra aventura
habría concluido. Luego, me decidí a entrar. Le di un beso en los labios, y le
dije adiós en un tenue susurro. Lo vi alejarse, aunque esta vez todo sería
diferente. Sonreí y comencé a abrir la puerta, pensando que todo terminara por
siempre.
FIN! T.T Esas palabras duelen. Me he encariñado mucho con la historia, con Pablo, con Arturo (que en paz descanse), con Buce...incluso con Noah (después de todo, era buena gente). No esperaba este final, la verdad, y me ha emocionado bastante :'). Espero que no tardes mucho en subir LPDE II, porque tengo ganas de saber que ocurrirá en ella (estoy muuuuy intrigada).
ResponderEliminarTe recomiendo que, si la vas a enviar a una editorial, juntes los capítulos. Los libros se hacen más ligeros si tienen 20 capítulos que si tienen 50(por lo menos para mí). Mucha suerte y espero que la publiquen :)
Un beso virtual muuuuuuuy grande :)
PD: Intentaré participar en tu concurso, aunque ahora mismo estoy bastante ocupada con mis escritos y no se si podré
LLORANDO. ME TIENES LLORANDO FRENTE AL PUÑETERO ORDENADOR MIENTRAS LO LEO ESCUCHANDO DESDE MI CIELO Y EL MÁS TRISTE ADIÓS (Nothing else matters no funciona, por cierto xD). LLORANDO CUAL MEMA.
ResponderEliminarDios, ha sido precioso... pero estoy segura de que no todo acaba aquí. Madre mía, me ha recordado en parte a CT xDD Jooooo, qué boniiiitooooo T.T
Por favor, escribe mucho y no tardes en comenzar a subir la segunda parte, ¿sí? :D
Un beso enorme y sigue escribiendo así de bien. ¡Me encanta!
Que bonito, que bonito, que bonito!!!!!! Me ha encantado el final!! Aunque no puedo creer que haya terminado... A a haber segunda parte?? Seria genial!!!!
ResponderEliminarPues eso! Que escribes suuper bien y que sigas asi!!
Un besoo :)
Que final mas bonito, que no haya ni pasado un dia es algo que me hace gracia. He llorado porque se ha acabado. No puede ser. Una historia como esta debe durar miles de años, ya que ha estado genial, tu blog es de los pocos que leia al dia (exceptuando al principio que no habia leido los 25 primeros capitulos y en dos dias los lei). No puedo creer que despues de tanto tiempo termine esto, he aguantado la intriga capitulo a capitulo y ahora no aguanto a la segunda parte.
ResponderEliminarEL FINAL ES PRECIOSISIMOOOOO!!!
ResponderEliminarDios mio como va a ser el epilogo? esq no, no puede ser... NO NO NOOO!
Cuando comenzaras a subir la 2º parte? me muero de ganas.
Un beso y te espero en mi blog ^^