Miré
mi reloj de pulsera. Eran las once, perfecto. Me ducharía, desayunaría, me
conectaría a Tuenti y todavía me sobraba tiempo. Era un día especial. Nuestro
aniversario. Ni más ni menos, tres añitos. Sonreí, contenta. ¿Quién me diría a
mí, tres años atrás, que íbamos a vivir tantas cosas, a disfrutar en tantos
momentos? No pude evitar sonrojarme de alegría, habíamos planeado un día
perfecto. Un tranquilo paseo por la mañana, una rica comida, y por la tarde,
nada en especial. Y eso era lo mejor (era, como no, mi aportación al plan). Me
duché y conecté las planchas. Iba a hacer un esfuerzo para plancharme el pelo,
sabía que a Pablo le gustaba. Luego, me coloqué el vestido (también para
complacerlo) de color azul claro y me miré en el espejo, bien. Me calcé unas
bailarinas blancas y miré con añoranza mis Converse.
Bajé
a desayunar.
-¡Buenos
días!-me saludaron todos.
-¡Hola!-respondí,
alegre.
Se
sorprendieron de mi buen humor tan ``temprano´´ , pero para mí era un día muy
especial. Tras el desayuno, subí a mi habitación y encendí el ordenador.
Introduje la contraseña y este se inició. Abrí el navegador y busqué
``Tuenti´´. Inicié sesión con mi cuenta y miré mis notificaciones: un par de
privados de mis amigas interesándose por como me iba todo, dos peticiones de
amistad de compañeros del instituto, un montón de eventos que ni me molesté en
mirar…
Empezaron
a hablarme por el chat y respondí, sin demasiado interés. Hasta que me habló la
persona adecuada:
Pablo:
Buenos días, guapa
Yo:
Buenos días, guapo. ¿Cómo sabes que estoy guapa si aún no me has visto?
Pablo:
Siempre lo estás.
Yo:
Puedo llevar una ropa que me haga fea… (Más de lo que ya soy)
Pablo:
No digas tonterías. Estarás aún más guapa que habitualmente.
Yo:
Deja de halagarme, tonto.
Pablo:
Humm Es que me encantas.
Yo:
Lo suponía, ¡¡llevas ya tres años aguantándome!!
Pablo:
Y muchos más que espero que sean, jaja
Yo:
No es por meterte prisa pero, deberías venirte ya. O me paso yo.
Pablo:
No, sigamos el plan.
Yo:
¡El plan! ¡EL PLAN! Pesado.
Y
entonces, se desconectó. Seguí sonriendo. Yo también cerré el chat. Me miré una
última vez en el espejo. Mi móvil sonó escandalosamente, de tono de llamada,
Dead de My Chemical Romance. Pablo siempre me decía que tenía que cambiarlo,
pero él no entendía su significado. Era mi silenciosa forma de recordar a
Arturo. Sí, sonaba patético. Alguien que había arriesgado la vida, perdiéndola
por Pablo (la persona a la que más quería) y yo sólo le recordaba por un mísero
tono de llamada. Aunque, en mi defensa, no había encontrado nada mejor.
Sonreí,
cogí una bolsa que estaba cuidadosamente apoyada en el suelo, y bajé.
-¡Adiós!-vociferé
a modo de despedida.
Abrí
la puerta y salí al implacable sol que me obligó a entrecerrar los ojos. Estaba
muy guapo, de pie, más arreglado que de costumbre, con una camisa blanca y unos
vaqueros oscuros. También llevaba una bolsa en la mano.
-Felicidades-suspiré
antes de besarlo.
-¿Felicidades?
¿Eso no es más propio de un cumpleaños?-bromeó.
-¡Tú!
No me lleves la contraria-protesté.
-Ya
no lo hago-me besó de nuevo.
-Más
te vale… o te quedas sin regalo-amenacé en broma.
Sacudió
la cabeza.
-Te
va a gustar-traté de alterarlo.
Se
encogió de hombros.
-No
te escucho-replicó, empezando a caminar.
-Jo,
así no tiene gracia-protesté, siguiéndolo.
-¡Sabía
que te rendirías!-acusó.
-Anda,
dejémoslo.
Sacudió
la cabeza. Por un momento, me pareció verlo preocupado, pero fue sólo un
instante. Fruncí el ceño.
-¿Pasa
algo?-preguntó.
Negué
con la cabeza, apretando los labios.
-Creo
que no te lo dije antes, pero ese vestido te sienta…
Reí.
-¿Mal?-lo
ayudé.
-Fenomenal,
que rima con mal.
-¡Guau!
¡Qué poeta, el chiquillo!
-Tal
vez esa sea mi verdadera vocación.
-Sí,
seguro-me reí.
Permaneció
en silencio.
-¿Qué?-pregunté.
-Nada,
estaba pensando.
-¿Qué
pasó?
Se
encogió de hombros.
-Hoy
no-se limitó a decir.
Comprendí
que no pensaba decir nada más aunque me había preocupado.
-Eres
un capullo…-murmuré en voz baja.
-¿Qué
decías?-levantó una ceja y empezó a sonreír.
-Nada-me
alejé un paso.
-¡Ven
aquí!-pidió.
-¡No!-negué
con firmeza.
Se
acercó, en actitud amenazante.
-Te
las estás jugando, preciosa.
Reí,
encantada.
Corrí,
alejándome. Me detuvo enseguida y me despeinó.
-¡Oye!-hice
pucheros-Me había peinado especialmente por ti.
-No
te preocupes, qué despeinada también estás adorable-me tranquilizó.
Reí
de nuevo.
-¿Vamos
a los bancos?
Me
entendió sin más explicación y asintió.
Era
el lugar donde él me había confesado sus sentimientos. Era el lugar donde yo me
diera cuenta de que lo quería. Era nuestro lugar.
No
hablamos en todo el trayecto y al llegar, nos acercamos a la mesa en la que
estábamos sentados aquella vez.
-Me
parece muy raro que haya pasado tanto tiempo-dije.
Sonrió.
-Y
a mí. Han sido tres años… los mejores que he vivido.
-Y
los míos. Menos una parte del verano pasado-recordé.
Él
asintió, parecía muy apenado.
-¿Pasa
algo? Sé que sí, por favor, dímelo-lo avasallé.
-No
quiero decirlo hoy…
Lo
fulminé con la mirada.
-Ha
vuelto a pasar-confesó.
-¿El
qué?
-Anoche,
volví a escuchar una voz. Hablaba de cosas sin acabar en Layndeian, cosas
olvidadas-parecía extrañado-Y otra piedra, pero esta vez, son dos-se sacó dos
piedras de ciedyalna del bolsillo.
-¿Es una broma?-fui capaz
de musitar.
No quería vivir otra
pesadilla igual, me había llegado con la última.
Meneó la cabeza.
-Ojalá lo fuera.
Me costó resistir el
llanto.
-Por eso no quería
decírtelo hoy-me acarició la mejilla con cariño.
-¿Vas a irte otra vez?
Asintió.
-Seguramente, me iré y ni
te darás cuenta, estaré a tu lado enseguida. Ni te percatarás-me calmó.
-No, quiero estar a tu lado
otra vez.
-No lo permitiré.
-Yo seré la que no permita
que vayas solo.
-Olvidémonos hoy-suspiró.
-No me fío de
ti-continué-Eres capaz de marcharte en cualquier momento sin decirme nada.
Tengo miedo-confesé.
No intentó calmarme,
negando que no se iría sin decírmelo.
-¿Te irías sin decirme
nada?-pregunté, dolida.
-No lo sé. Supongo que
sí-aceptó-Pero creo que es todo no es lo más adecuado para decir durante
nuestro aniversario.
-Quiero irme a casa-pedí,
al borde de las lágrimas.
Quería no haberme
despertado esa mañana, quería que nada de lo que Pablo había dicho fuera
verdad. Me sentía como si hubiera viajado al pasado, al verano anterior, y todo
estuviera sucediendo de una manera diferente.
-¿Estás segura?
Me encogí de hombros y me
abrazó.
-No quería estropear este
día.
-Da igual. Habrías
estropeado mañana, o pasado, o…
-O ninguno. Marchándome
solo.
-¿Te pondré un chip de
rastreo como el de Odín?-pregunté, con cariño,tratando se sobreponerme a las lágrimas.
Cuando éramos pequeños,
Pablo estuviera muy preocupado cuando a Odín le pusieran el chip localizador
por si acaso de perdía. Pensaba que se iba a convertir en un perro robótico o
algo por el estilo.
No respondió.
-Vaya basura de verano nos
espera, ¿eh?-continué-Siempre nos estropean los malditos veranos…
Tampoco me habló. Parecía
que se había quedado completamente mudo.
-¿Hacemos cómo si no
supiéramos nada?-propuso-Por favor, sólo hoy.
-Sabes que es imposible
que…-me detuve al ver su implorante mirada-Está bien.
-¿Completamente
olvidado?-se aseguró.
-Completamente-afirmé.
-Sigamos con el
plan-sonrió.
Me encogí de hombros. Debía
tratar de fingir, de olvidarme. No me sentía con ganas. Esta vez, estaba muy
preocupada. Sabía a que nos habíamos enfrentado, sabía lo peligroso que había
sido. Sabía demasiadas cosas. Recordaba con claridad cada momento, cada
instante vivido y sufrido.
-¿Tienes hambre?-se
interesó con una afable sonrisa.
Me encogí de hombros,
incómoda. ¿Cómo podía fingir tan bien?
-Mejor que vayamos yendo.
Asentí y lo seguí, cansada.
-Mejor que pidamos algo
frío, me refiero a cosas como ensalada, ensaladilla. No un cocido o algo así.
-No me entusiasma el cocido
y lo sabes-me esforcé por responder. Tenía la boca seca.
-Eso es que nunca has
probado el cocido de mi abuela.
-Comí el de la mía y me
llegó.
-Tú no sabes como hace esa
mujer los cocidos. Y los cayos ¡qué cayos!
Parecía dispuesto a
relamerse.
-Podríamos haber comido en
tu casa, si cocinan tan bien-me quejé.
Negó con la cabeza.
-Estaremos más tranquilos
allí.
Yo ya no estaría tranquila
en ningún lado pero no lo dije.
-No estés tan preocupada.
Todo será diferente. Y no será hoy-me animó.
-¿Prometes que hoy
tendremos un día completamente normal?
Asintió con fervor.
-Te lo juro por…lo que
quieras.
-¿Por mí?
-Lo juro por ti-sonrió.
-Así me gusta.
Traté de mentalizarme y
olvidarme momentáneamente de la nube negra que se cernía sobre nosotros. Apreté
los puños con fuerza y me esforcé por sonreír.
En seguida, tras cruzar
varias calles llegamos al pequeño restaurante. Tenía un toldo azul clarito con
rayas blancas. Pablo, muy cortés, me abrió la puerta y me indicó que pasará.
-Las señoritas primero-me
guiñó un ojo.
Nos acercamos a Mario, el
recepcionista. Según me contara Pablo, dejara el instituto del pueblo hacía un
par de años, era poco mayor que nosotros. Yo sólo llegaba a conocerlo de vista
y alguna conversación cuando éramos unos críos. Era un chico alto y rubio, de
ojos verdes.
-¡Hola!-saludé alegremente.
-Noah, ¡cuánto tiempo! Has
cambiado mucho-me observó de arriba abajo sin cortarse un pelo.
Me sonrojé.
Pablo colocó
protectoramente su brazo derecho sobre mis hombros.
-Hemos venido a celebrar
nuestro aniversario-informó Pablo.
-¿Todavía seguís
juntos?-parecía fastidiado y no se esforzó por ocultarlo-Creía que lo dejarais…
-No, ya llevamos tres
años-corté yo, impaciente.
-Enhorabuena-felicitó, con
desgana-Os llevaré a vuestra mesa.
Nos condujo por el pequeño
local hasta unas escaleras y subió. Lo seguí, con cuidado de no tropezar en los
estrechos escalones de madera. Llegamos al primer piso del lugar y Mario nos
acomodó en una mesa al lado de una ventana. Traté de no arrugar el vestido al
sentarme. Miré el suelo reluciente, de mármol blanco. Estábamos completamente
solos, los demás clientes estaban abajo.
-Os dejo que elijáis-nos
entregó las cartas.
En cuanto desapareció
escaleras abajo, solté una risilla.
-No recordaba a la gente
tan cotilla.
-Sinceramente, durante los
meses que no estás aquí, te pierdes muchas cosas-afirmó Pablo.
-Me gustaría no
perdérmelas-afirmé con un suspiro.
Pablo tenía el ceño fruncido
al observar la carta.
Comencé a mirarla, sin
interés.
-No sabes lo mal que me
cae-soltó de pronto.
-¿Mario? ¿Por qué?-me
sorprendí.
-¡Oh, por favor! No finjas
que no te has dado cuenta-se detuvo al observar mi expresión de
incomprensión-Lleva detrás de ti desde siempre.
-¿Él? Qué va-hice un gesto
de la mano.
-¿Porqué te crees que ha
dicho que pensaba que habíamos roto? Por no mencionar la mirada que te lanzó al
entrar…
-Porque es curioso. Ay, qué
celoso eres-reí.
-Sí, que tú no-se defendió.
-Pues no. Yo no estoy
montando una escenita.
Se calló.
-Quiero ensalada de
pasta-decidió.
-Yo… yo… merluza con
patatas-elegí.
Cuando Mario subió de
nuevo, primero fue fulminado por una hostil mirada por parte de Pablo y luego,
anotó nuestros pedidos en una pequeña libreta. También le encargamos que
trajera agua para beber.
Me descalcé, dejando las
bailarinas cuidadosamente colocadas en el suelo. Miré al suelo con disimulo
hasta encontrar la pierna de Pablo. Con todo el disimulo que fui capaz de
reunir, traté de descalzarlo pero no conté con que él ya me esperaba, y enrolló
mi pie entre los suyos.
-Recuérdame que ningún día
te diga que mates a alguien con disimulo-rió.
Sacudí el pie con fuerza,
hasta soltarlo.
-Tonto, que no aceptas
bromas.
-Sí que las acepto pero
sólo si saben gastarlas.
Volví a ponerme las
bailarinas y miré a través del cristal. Las calles estaban casi vacías, todos
estarían ya comiendo. Observé como unos niños corrían apurados hacia sus casas.
-A veces, me siento
distante de esto-susurré.
-¿Cómo?
-Que a veces siento que
este no es mi sitio. Me siento ajena a todo-ni yo misma llegaba a comprender a
que venía esa confesión en tal momento-Es como si no perteneciera aquí. Como si
me hubiera perdido demasiadas cosas.
No habló hasta que Mario
subió la comida.
-Buena comida-dijo en tono
monótono antes de marcharse de nuevo.
-No sé que decir a lo
último que has dicho.
-¿Agua?-pregunté, sujetando
la jarra.
Él asintió.
Di un largo sorbo del
fresco líquido y comencé a cortar un trozo de merluza.
-Siento que te sientas así.
¿Puedo hacer algo para remediarlo?
-No creo. Ni yo misma llego
a comprenderlo. No debería haberlo dicho.
-Estoy contento de que lo
hayas hecho. Estaré atento por si puedo ayudarte.
-Bah, eso da igual-meneé la
mano.
Sacudí la bolsa.
-¿No sientes
curiosidad?-tenté.
Cargó el tenedor de pasta y
se lo llevó a la boca.
-¿Y tú?-me enseñó la suya.
-No, quiero ver que te
parece tu regalo, con lo que me llevó escogerlo…
-Niña, pues hasta luego
nada.
Refunfuñé y comencé a
comer. Estaba bastante sabroso. Cuando los dos terminamos (él antes que yo),
Mario esperó un considerable tiempo para venir a preguntarnos si queríamos
postre.
-Yo estoy entre la tarta y
el helado… ¿Tú?-miré a Pablo.
Se encogió de hombros.
-Helado-se decidió.
-Lo pediría para compartir,
pero como ya sabes que siempre acabamos manchados, hoy mejor no-observé mi
impecable vestido azul.
-¿Dos helados
entonces?-apresuró Mario.
Asentimos.
-¡Qué tipo más
borde!-volvió a quejarse.
-Déjalo-hice un gesto con
la mano.
-No, no lo dejo. Si no
llego a estar aquí…
-¿Qué?-pregunté.
-Nada.
-¿Ya empiezas?-me eché
atrás en la silla-Juro que me marcho.
No lo decía realmente en
serio pero pareció decidirlo.
-No lo digas, acércate.
Este año, sería marzo o así, no fui el único que lo vio donde un muro del colegio,
con Laurita, la hermana de Dani, ¿sabes?-asentí-Ya ves la edad que le lleva,
imagínate.
-¿Estás seguro?
-Completamente. Y no fui él
único que lo vi.
-Joder, ¡qué cabrón!-me
indigné.
-Y dicen que ella no es la
única.
-Puaj, qué asco.
De repente, sentía un asco
inmenso.
-Estoy seguro de que habría
intentado…propasarse, si no llego a estar aquí.
Agradecí sus fulminantes
miradas.
Escuchamos unos pasos y
Mario apareció con dos copas de helado de chocolate. No reprimí mi mirada de
desprecio.
Sacudí la cabeza en cuanto
se marchó y hundí la cuchara en el helado. Frío, de chocolate, delicioso. Me
relamí.
Pablo empezó a reírse.
-¿Qué?-le espeté.
-Parecías un gato,
relamiéndote-explicó entre risas.
Bufé. Qué idiota e infantil
era a veces. Pero, yo sabía lo que había en el fondo. Recordé todo lo que yo
había sufrido al ver que el cambiaba, el verano pasado. Recordé mis esfuerzos
para detener el cambio, comprenderlo. Y recordé que ese Pablo que conociera el
verano pasado, todavía seguía ahí, tal vez esperando ser despertado. Sin darme
cuenta me sumí en un abrupto silencio.
-¿Te enfadaste?-se
sorprendió.
-¿Eh? ¡Ah, no! Pensaba en
otra cosa.
-Se notaba.
Terminamos nuestros helados
y le indiqué que esperara, que iba al baño.
-Cuidado con el
camarero-dijo en tono jocoso aunque con un matiz serio en el fondo.
Le guiñé un ojo. Dejé la
bolsa en mi asiento.
-¿Prometes no echarle un
vistazo antes de que vuelve?
Hizo un gesto de que lo
prometía.
-Lárgate ya…
-Okey, okey…
Bajé las escaleras y me
acerqué al baño. Entré y me aseguré de que el pestillo estaba bien cerrado. Me
miré al espejo y me limpié una mancha de chocolate de la cara. El baño, con sus
azulejos amarillos que desprendían bastantes destellos antes lo fluorescentes,
era bastante agobiante con el calor que hacía y sin ninguna vía de ventilación.
Luego, me lavé las manos y aproveché la humedad que poseían para pasármelas por
el pelo, tratando de alisarme el pelo, ya liso. Satisfecha, abrí la puerta y al
salir, tropecé con alguien, que casi consiguió derribarme.
-Perdona, Noah, no te había
visto-era Mario.
No, no me había visto. Me
froté la espalda, en el lugar donde había chocado con la pared al ser empujada
por Mario.
-¿Estás bien?
Asentí, sin dirigirle una
sonrisa tranquilizadora ni mirarle a los ojos. Traté de pasar pero me cortó el
paso.
-Quiero hablar un segundo
contigo, a solas.
-No tengo tiempo-protesté.
-Sólo será un segundo. Lo
prometo.
-En serio, debo
irme-continué.
-No te entretendré. Es
sobre tu novio, ese, Pablo-parecía reticente a decir su nombre.
-¿Qué le pasa?-pregunté,
hostil.
-Creo que…no es bueno para
ti-me miraba fijamente, con sus ojos azules atentos a cada una de mis
reacciones.
-¿Cómo?-pregunté, de
piedra.
-Sí, ya sabes… es un poco
idiota y creído, además de un chulo, no te ofendas.
Comencé a enfurecerme.
-Déjame pasar-ordené con
frialdad.
-Aún no he terminado.
-¡Qué me dejes
pasar!-grité, enfurecida, empujándolo.
Subí las escaleras a todo
correr, con la cara roja de rabia.
-¿Qué ha pasado?-se
apresuró a preguntar Pablo, que estaba medio levantado-Me ha parecido
escucharte gritar…
-Vayámonos ya-cogí mi bolsa
y comencé a dirigirme escaleras abajo.
-¿Ha sido ese
gilipollas?-noté como se tensaba.
-No, en cuanto salgamos de
aquí te cuento lo que ha pasado.
Saqué dinero de la cartera
y Pablo hizo lo mismo. Pagamos y nos marchamos. Por suerte, no nos encontramos
con Mario.
-¿Vas a explicarme que ha
pasado?
-Sí-pero tardé en
contárselo-Al salir del baño, Mario me paró diciendo que quería hablar conmigo.
Intenté evitarle pero insistió y casi me retuvo por la fuerza. Me habló de ti,
de que no eres bueno para mí. Dijo que eras un idiota, un chulo y un creído.
Ah, y que no me ofendiera-noté que el rubor subía a mis mejillas de nuevo, me
sentía rabiosa.
-¿Le gritaste solo por
eso?-me pareció que sonreía.
-Sí, y lo empujé.
-Tenías que haberlo
ignorado.
-¿Tú lo habrías hecho si te
hubieran ido con un cuento sobre mí?
Negó con la cabeza.
-Pues, entonces, a callar.
En serio, no sabes lo mal que me ha parecido, y uff-me detuve, exasperada.
-Me da igual lo que piense
la gente.
-Sí a mí
también-afirmé-Pero no quiero que vayan diciendo cosas sobre nosotros (que son
solo asunto nuestro) por ahí. Que se conformen con conocer los detalles de sus
vidas.
-Me encanta este carácter
que tienes. Debería de intentar copiarlo.
-No, primero, mi carácter
tiene derechos de autor. Segundo, no, porque, ¿entonces quién me calmaría
cuando me enfado? Sólo me incitarías. Tercero, mi carácter trae problemas en
ocasiones. Y cuarto, tu carácter es genial tal y como es.
-Me halagas. Por cierto, ¿a
dónde vamos?
Llevaba un tiempo caminando
sin rumbo.
-Humm es una sorpresa.
La verdad, no lo pensara.
-Una sorpresa…-se
impacientó.
-No te alteres-reí-¿Se te
ocurre que querrán esta vez?
-¿Qué?
-¿Otra profecía?
-Noah, no lo sé, no
insistas más…-suplicó con cansancio.
-Está bien.
-Lo estabas haciendo muy
bien.
-Intentaré continuar así.
-Muy bien.
-Me recuerdas a cuando mis
profesores me alababan. Todos decían: Muy bien, Noah. Bien hecho, Noah. Me
gastaban el nombre.
-Con lo bonito que es…
-Sí, precioso-utilicé mi
ironía.
-No discutamos sobre
nombres.
Apuré el paso.
-¿Tenéis prisa, chicos?-nos
gritó una indiscreta señora mayor desde una ventana, guiñándome un ojo.
-Esto…sí-corté.
En cuanto pasamos de su
casa, bufé.
-Dios…qué cotillas-me mordí
el labio.
Pablo se encogió de hombros
pero yo continué.
-¿Qué le importará si
tenemos prisa?
-Noah, que la gente aquí se
aburre mucho.
-Se nota-murmuré.
Cuando bajé el ritmo, me di
cuenta de que estábamos a la salida del pueblo, casi en la carretera. Casi me
detuve para pensar a donde podíamos ir.
-El río.
-¿Qué?
-Podemos ir al río-me leyó
la mente Pablo.
Acepté, no recordaba la
última vez que había ido. Volvía a sentirme ajena y alejada de todo.
Suspirando, lo seguí hacia el lugar a través de una finca con hierba alta y
verde.
Supe que llegáramos cuando
la hierba estaba minuciosamente cortada y comenzó a haber árboles. El sonido
llegó después, como un torrente. Sonreí, aspirando el olor a verde, a hierba
cortada, a flores… Y comprendí que lo había añorado. El sonido del viento
meciendo las ramas de los árboles, las mariposas que volaban ligeras, la leve
brisa… Me quedé inmóvil y en silencio durante unos minutos. Pablo me
interrumpió con un:
-¿Nos sentamos allí?-señaló
un árbol con ramas bajas y una especia de hueco en el medio, a modo de asiento.
-No sé como por sitios tan
geniales nunca hay nadie.
-Yo tampoco lo comprendo.
-Bueno, mejor, así más
tranquilos que estamos.
Me senté y le ofrecí la
bolsa pero cuando la fue a coger la aparté.
-¿Seguro?
Me la quitó de las manos y
me lanzó la suya.
-Seguro de que quiero que
pares ya.
Sonreí. No toqué mi bolsa y
esperé a que sacara el regalo de la bolsa, que estaba cuidadosamente envuelto
en un papel de flores amarillas.
-No tenían ningún otro-me
disculpé-Yo lo quería de Transformers…
Rasgó el papel y sacó el
objeto de su interior. Un libro de color azul oscuro, con un dibujo similar a
manchas de tinta. En una etiqueta ponía ``Recuerdos´´ con una hermosa
caligrafía que, por supuesto, no era mía.
-¡Ábrelo!-apuré.
Obedeció, mirando la
primera página que estaba en blanco. Pasó a la segunda en la que había una foto
nuestra, de bebés. Estábamos adorables, él de azul y yo de rosa. Yo mostraba a
la cámara una mueca muy graciosa. En el pie de foto, había una fecha. Miró la
siguiente página: otra foto nuestra más mayores, con otra fecha diferente
debajo. Fue pasando con lentitud las páginas, sonriendo involuntariamente ante
ese arsenal en miniatura de nuestros recuerdos. Llegó a la última página, una
foto de hacía unas semanas. Vi que los ojos le brillaban de una manera
especial.
-¿Te gusta?
-Es…perfecto.
Me besó.
-Uff si no te gustaba me
moría. No sabes lo que me llevó hacerlo, encontrar las fotos…
Me acarició el pelo.
Cogí mi bolsa y me dispuse
a abrir el paquete que se hallaba en su interior. El envoltorio era de flores
rosas.
-Esta temporada, se llevan
las flores-bromeé.
Terminé de abrirlo y miré
el contenido. Había una cajita arriba de todo. La cogí y la abrí. Me sorprendió
encontrar un collar, bastante sencillo y de plata, muy de mi estilo. Sonreí y
me aparté el pelo, indicándole que me lo pusiera.
-Entiendo que te gusta.
-Me encanta.
Había una nota, la cogí y
la abrí. La letra, era reconociblemente la de Pablo. Empecé a leer.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Noté que una sonrisa de
boba se implantaba irremediablemente en mi rostro.
-Esto sí que ha sido
precioso. Recítalo-pedí.
Se sonrojó.
-Yo…no…
-Ya que has sido lo
suficientemente listo para buscar mi poema favorito, serás capaz de
recitármelo-aseguré-Por favor-supliqué.
Lentamente, comenzó a
susurrar a mi oído cada uno de los versos. En cuanto terminó, lo besé.
-Coge lo de abajo-pidió
apartando el rostro, colorado como un tomate.
Saqué lo que había debajo.
Una bonita camiseta estampada, a la moda.
-Tengo que probármela pero adivino
que será mi talla-sonreí.
Mi móvil empezó a sonar.
-A ver qué pasa…-protesté.
Contesté, arisca:
-¿Qué?
-Noah, tienes que venir
ahora.
-¿Ha pasado algo?-me
preocupé ante la ansiosa voz de mi madre.
-No pero tu padre y yo
vamos a salir y Sonia tiene que quedarse sola.
-Pues eso, que se quede
sola-intuí por donde iban los tiros.
-No, tiene algo de fiebre.
-¡Son solo unas décimas!
-Ven, ahora mismo-colgaron.
-Esto…esto…¡Hoy! Tenía que
ser hoy-estallé.
Le conté lo que sucediera a
Pablo.
-Vayamos a tu casa, no pasa
nada.
-Ya lo sé. Pero es más el
hecho de que sabiendo que hoy, que llevo planeándolo semanas, surja algo.
-Venga, no seas protestona.
Me encogí de hombros y
caminamos hasta mi casa. Abrí la puerta.
-¡Hola! ¿Queda
alguien?-gruñí.
-Yo-escuché a mi hermana
desde el salón.
-Voy a mi habitación. Ya
sabes, como si estuvieras en tu casa.
Subí las escaleras y dejé
la bolsa sobre la cama, cuidando de no arreglar el papel en que la poesía
estaba escrita. Me quité el vestido y me puse un chándal, para mayor comodidad.
Ya sintiéndome casi completamente yo, me hice una coleta.
Bajé las escaleras y miré a
mi hermana. Reconocí que no tenía buen aspecto, estaba tirada en uno de los
sofás con una manta hasta la barbilla y la televisión encendida. Me senté en el
sofá al lado de Pablo.
-Pon algo decente en la
televisión-ordené a Sonia, que sujetaba con firmeza el mando.
-No echan nada.
-Si que echan-protesté,
mirando la hora-Como conocí a vuestra madre está ahora mismo.
-No me gusta esa seria, no
tiene sentido-se quejó mi hermana.
-Comprendo que estés
enferma, pero me has arruinado la tarde, así que ¡déjame al menos ver la
tele!-le grité.
Me lanzó el mando, casi a
la cabeza. Me apresuré a cambiar de canal hasta que encontré el que deseaba y
me arrellané en el sofá. Nadie se atrevió a decir una palabra. De vez en
cuando, escuchaba la risa de los demás a mi lado, aunque yo estaba
completamente inmersa en la historia de Ted, Robin, Barney…
-¿Alguien quiere
algo?-pregunté en el descanso, decidida a hacerme unas palomitas.
Negaron y me limité a
prepararme un gran cuenco repleto.
Volví justo a tiempo para
ver el último anuncio, de champú.
-Tal vez lo compre, me han
convencido-dije, con toda la seriedad que fui capaz de reunir.
Pablo fue el primero en
reírse, seguido de mi hermana.
-¿Qué? ¿Para qué os creéis
que ponen los anuncios? ¡Para convencernos de cuál es el mejor champú!-exclamé.
Me ignoraron porque volvió
a empezar la serie. Observé que Pablo comprobaba la hora.
-Ya casi es la hora de la
cena, vete.
-No, me quedo hasta que
vengan vuestros padres.
-Que no, tonto. Estaremos
bien, ya preparo yo algo de comer.
Escuché a mi hermana gemir.
-A morirse de
hambre…-murmuró.
Resistí a duras pena la
tentación de lanzarle un cojín a la cabeza.
-Te acompaño a la puerta-me
levanté y dejé las palomitas sobre la mesa-Como me las robes…-advertí a Sonia.
Llegamos a la puerta.
-Adiós-me despedí.
Movió la cabeza y se giró.
-Espera-le retuve,
sujetando su brazo-¿Me prometes que no te irás?-bajé considerablemente la voz,
intentando que mi hermana no me escuchara.
-No puedo hacerlo.
-Por favor-supliqué-O me
voy contigo, ¿porqué crees que hay dos piedras? ¡Es una señal!-comprendí.
Se detuvo a meditarlo.
-No, son cosas tuyas.
-No lo son, piénsalo. Como
te vayas hoy, en serio, espera, voy a llamar a tus padres y contarles…-me saqué
el móvil del bolsillo, muy dispuesta a llamar.
-¡Está bien!-cedió-Mañana
hablamos.
-Eso espero.
Me giré y me marché de
vuelta al salón, ligeramente enfadada.
-¿Quieres cenar?-pregunté.
-Algo cocinado por ti, no.
Pero, si pedimos una pizza…
Accedí, preocupada por
cosas mayores que mis dotes culinarias.
PD:Hola a todos :) Os quería avisar de que me he creado un nuevo blog y empezaré una novela enseguida,espero que os guste. http://fightforlife-mariahojasdepapel.blogspot.com.es/
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarHe chillado de alegría cuando he visto que ya habías colgado este capítulo :DDD (ahora estoy castigada por despertar a mi madre a la una y media de la mañana T.T pero ha valido la pena xDD)
Oins...me ha encantado cuando Pablo se ha puesto celoson *_* a Mario simplemente... le he pegado un puñetazo mental xDD
Parece que Layndeian no les quiere dejar escapar ¬¬ pero por lo menos gracias a eso mi Arturo ha revivido :DDD
Espero el siguiente :))
Besicos <33
http://locoyunicomundo.blogspot.com.es/
me encanto el primer capitulo de esta segunda parte tanto como lo hicieron todos los de la otra =)
ResponderEliminarPORRRRRRRRRRRRRR FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN :DDDDDDDDDDDDD
ResponderEliminarAunque lo he leído por la mañana, pero no importa ^^ Es genial :D No sabía yo de la faceta celosilla de Pablo... me gusta, me gusta jaja Por otro lado, tengo unas ganas increíbles de que vayan para allá otra vez, y que vean a Arturo... Aunque me da mala espina lo de que Arturo anduviera por allí :S Nyaaaaah, me encanta :D
Por fin el primer capitulo, como Pablo se marche sin Noah le matare. Me ha encantado la poesia, los padres de Noah son un poco tontos. Sabian que ella habia planeado ese dia desde hace tiempo, van y le mandan cuidar a su hermana enferma. Quiero el segundo ya ;)
ResponderEliminarOh me muero por ver como reaccionan al ver a arturo
ResponderEliminarMe gusta pablo y su vena celosa ajajaja
Un bes cielo estoy esperandoe l 2º!!
Te amo!!!!!!
ResponderEliminar