A la mañana siguiente, muy
temprano, ya me hallaba de pie. Me vestí con unas mallas y una sudadera, quería
estar lo más cómoda posible, no sabía a que me enfrentaría ese día. Esperaba
que Pablo hubiera cumplido su promesa, si no… Ojalá aceptara que intentáramos
eso juntos, como el verano anterior. Sabía que no iba aceptar, debería
seguirlo, como ya había hecho dos veces, una de ellas, con la ayuda de Arturo.
Esta vez estaría completamente sola, pero no pensaba quedarme atrás, ni de
broma.
Me marché pronto y al
llegar a la casa de Pablo, toqué el timbre. La puerta se abrió y él apareció,
bastante despeinado, los ojos verdes todavía adormilados, una ancha camiseta de
los Beatles…
-Tenemos que hablar.
-Pasa-indicó-Podías haber
esperado un poco…-protestó con un bostezo-Iré arriba un minuto, me vestiré con
algo…decente.
-No hace falta. Con esa
camiseta estás muy guapo.
Me guiñó un ojo. Caminamos
por el recibidor en penumbra y nos metimos en la cocina. Me senté en una de las
sillas de caoba, a juego con la mesa. Los azulejos, fríos y azules desprendían
un brillo vítreo. Pablo abrió la nevera plateada y sacó un cartón de leche.
-Abre las cortinas para que
entre más luz.
Me levante y obedecí,
apartando las cortinas de color melocotón.
Vi que Pablo había
introducido un tazón en el microondas.
-¿Quieres?-se detuvo antes
de guardar el envase.
Sacudí negativamente la
cabeza.
Hurgó en un estante hasta
sacar un paquete de galletas. Añadió Cola-Cao a la leche caliente y removió con
una cuchara. Se sentó a mi lado y empezó a mojar las galletas de chocolate.
-Habla, te escucho-indicó,
con la boca llena.
-Es sobre lo de
Layndeian-susurré-Creo que debemos ir juntos, de nuevo.
Se atragantó y tosió. Dio
un sorbo a su leche y soltó una maldición al quemarse. En cuanto se recuperó,
se apresuró a replicar:
-No, esta vez no. Iré
preparado. No quiero volver a ponerte en peligro.
-Juguémonoslo al piedra,
papel o tijera-solté de repente.
-¿Qué?-se extrañó, casi
atragantándose de nuevo.
-Si gano yo, te acompaño.
Si ganas tú, me quedo.
-No puedes estar diciendo
que…
-Venga, sabes que podemos
estar siglos discutiendo sin llegar a ningún lado, mejor terminar cuanto antes.
Arriésgate-supliqué-Sabes que yo siempre pierdo.
-No pienso…
-Piedra, papel o
tijera…-empecé a canturrear, con la mano convertida en un puño a mi espalda,
rezando porque saliera bien-Un, dos, tres ¡Fuera!
Piedra.
Papel.
Me hundí en mi asiento,
aliviada. Había ganado. La verdad, no tenía ninguna conmigo, lo había hecho por
el factor sorpresa y eso. Y había ganado.
Pablo parecía hundido y
apartó bruscamente su tazón.
-Apura, tenemos que
preparar nuestro viaje.
-Esto es un completo error.
Y lo sabes-me miró con esos ojos verdes, que tantos sentimientos me inspiraban.
Me encogí de hombros.
Seguramente, tendría razón en un futuro.
-Ahora ya está. Tenemos que
prepararnos. ¿Cuándo nos vamos?
-¿Mañana, pasado?-aceptó
con pesar.
-Cuanto antes. Estoy de
acuerdo esta vez, quiero terminar cuanto antes, saber que nos espera.
-Esta vez, hagámoslo bien.
Una mochila con ropa, agua, comida…
-De acuerdo. Prepara tú una
y yo otra. Hoy. Mañana quedamos y pasado nos vamos.
-No tengo muchas ganas de…
-Venga, me voy.
Le di un beso en la mejilla
y lo dejé terminar de desayunar.
Volví a mi casa, donde, ya
en mi habitación, rebusqué en busca de una mochila grande, como las que llevan
los peregrinos cuando recorren el camino de Santiago.
La saqué del fondo del armario
y quité ropa que me serviría, sin pasarme: unas mudas limpias, calcetines, dos
chaquetas finas y una algo más gorda, cuatro camisetas y tres pantalones.
Consideré que sería suficiente y dejé bastante espacio para guardar víveres.
Fui a la despensa en silencio. Cogí unos paquetes de galletas, latas de atún y
sardinas (tardaban en caducar y era lo que necesitábamos), panes tostados, y
unas botellas de agua. También guardé una lata de melocotón en almíbar. Subí la
mochila y la escondí en el armario aunque no creía que nadie fuera a mirarla.
Estaba nerviosa. Metería también un cuchillo. Dudaba entre si llevar gel o
cosas así, pero me parecía una estupidez. Lo descarté. ¿Qué más podíamos
necesitar? Mi inhalador, no me fuera a pasar como el verano anterior… Y tal vez
Paracetamol o algo así para dolores de cuerpo y cabeza…. ¿Me estaba pasando? A
ese paso no sería una mochila, si no una maleta. Dejé las cosas tal y como
estaban y miré mi saco de dormir. ¿Lo llevaba? En el suelo no se dormía tan
mal...Mejor eso se lo preguntaba a Pablo. No pensaba que necesitara añadir nada
más a mi mochila, ya rebosante. Suspiré. ¿En qué aprovechar el tiempo? La
respuesta tardó menos de un segundo en responder.
Bajé corriendo las
escaleras.
-¿Tenéis algún plan para
estar tarde?-le pregunté a mis padres y mi hermana, que estaban en el salón.
-Yo a lo mejor me iba a dar
una vuelta…-empezó mi hermana en voz baja, sin mirar a mis padres. Comprendí
que la habrían castigado.
-No, tú te quedas en
casa-se apresuró a replicar mi madre.
-Pero que…-se calló
enseguida.
-¿Porqué lo quieres saber,
Noah?-se interesó mi padre.
-Por…para saber que hacer
yo-resolví tras un instante de incomodidad.
-¿Desde cuándo te preocupa
lo que hacemos?-me espetó mi hermana.
¡Desde que estoy a punto de
volver a sufrir lo mismo que hace un año! ¡Desde que ahora vuelvo a sentir que
el fin está cerca!
Pero no dije nada, callé y
bajé la vista.
-Pensé que tal vez
pudiéramos hacer algo en familia…
Me miraron fijamente.
-Da igual, da igual-me
defendí.
-Es una idea genial-aceptó
mi madre-¿Qué os apetece hacer?
Nos miramos. Nadie habló.
-Hoy hay partido de los
novatos-comentó mi padre-¿Pablo no juega?-me miró.
-No lo sé, no lo hemos
hablado.
Era verdad, él jugaba en el
equipo de fútbol del pueblo. Yo iba a bastantes partidos pero a todos no.
-Bueno, esperemos que sí,
si no perderán. Es el mejor defensa del equipo, díselo de mi parte.
-Si quieres, vamos y se lo
dices-resolví.
-¿Qué decís vosotras?-miró
a mi madre y Sonia. Estas, asintieron-Pues vamos, que a este paso llegaremos
tarde.
Me calcé y cogí mi móvil.
Le mandé un mensaje a Pablo diciéndole que íbamos a verlo jugar. Respondió
diciendo que lo pondríamos nervioso. Reí y guardé el móvil mientras salíamos de
casa.
Fuimos caminando hasta el
campo de fútbol. No era demasiado grande pero, para ser donde era, estaba
bastante bien. Las gradas empezaban a llenarse de aficionados. Buscamos un buen
sitio y nos acomodamos. Debía de faltar ya poco. Los jugadores entraron en el
campo, con sus equipamientos verdes. Los contrarios, iban de azul oscuro.
Busqué a Pablo. Sí, allí estaba. Tras los saludos de cortesía, se alinearon. En
cuanto el silbato sonó, empezaron a moverse con rapidez y eficacia. La afición
empezó a animar. Teniendo en cuanta la poca gente que había, hacían bastante
ruido. En menos de tres minutos, casi nos marcan un gol que el portero evitó de
milagro, desviando el balón ligeramente con la yema de los dedos.
La siguiente ocasión de gol
que hubo, la despejó Pablo, con un tiro que cruzó más de medio campo. Aplaudí y
grité, felicitándolo.
La victoria se acercó un
poco cuando Alex, un chico un año menor que yo, marcó un gol bastante bueno.
El equipo contrario, con
nuevos ánimos, consiguieron empatar para, diez minutos después, marcar otro
tanto.
La gente empezó a enfadarse.
¿Perderíamos? Todavía podíamos remontar, sí. El primer tiempo acabó y nos vimos
obligados a esperar para ver el desenlace. Un cuarto de hora después, el
partido se reanudó. Nuestro equipo marcó dos goles, consiguiendo una ventaja.
El partido estaba casi terminado cuando un jugador bastante fuerte del equipo
contrario se acercó peligrosamente a la portería. Ya estaba dentro del área
cuando Pablo le tapó el camino, tratando de arrebatarle el balón. De un despeje
certero, el balón viajó hasta la banda derecha. El jugador, furioso, le propinó
una patada a Pablo en toda la pierna, que cayó al suelo, gimiendo. Me asusté.
El partido se detuvo y le
sacaron tarjeta amarilla al jugador. Se llevaron a Pablo al banquillo.
Oí que mi padre protestaba
y refunfuñaba.
-Eso es una falta como una
catedral…Vamos, llevan todo el partido jugando sucio…
No respondí, estaba
pensando en otras cosas. El pitido final sonó y la afición prorrumpió en
aplausos, al parecer, habíamos ganado.
Nos levantamos para irnos.
Yo no sabía si quedarme pero mis padres insistieron en que apurara para no
llegar muy tarde a casa. El viento aumentó mientras caminábamos y empecé a
sentir frío. Ya en casa, cogí mi móvil y le mandé un mensaje a Pablo,
preguntándole que tal estaba. No contestó. Después de cenar, decidí volver a
intentar suerte con una llamada. Obtuve la misma respuesta. Algo preocupada, me
fui para la cama.
Cuando me desperté, a las
once, me di una ducha. No sabía bien que hacer. Era el día en el que habíamos
planeado irnos pero Pablo no me había indicado nada. ¿Debía pasarme por su
casa? Sí, vamos, con la mochila y todo. Descarté la idea por estúpida y lo
llamé. Me respondió, somnoliento.
-¿Sí?
-¿Qué tal estás?
-Bueno…-suspiró-Cansado, he
pasado media noche en el hospital.
Comprendí que por eso no
respondiera a mis mensajes ni cogiera mi llamada.
-¿Y eso?
-Lo de la patada de ayer,
jugando al fútbol. Me hicieron radiografías y todo pero no tengo nada roto.
-Mejor-suspiré.
-Pero me siento agotado.
-Entonces, ¿hoy
nada?-intenté que mi voz no sonara decepcionada.
-No. Lo dejamos para
mañana. En serio, casi no puedo ni andar…
-Te creo-tras un instante
de silencio, me decidí a colgar-Te dejo descansar,¿vale? Te llamo luego, o me
llamas…
-Sí, gracias.
Colgué. Debía esperar un
día más. ¿En qué ocupar mi tiempo? Me tumbé en la cama, de nuevo. Encendí el
ordenador y puse música, bastante alto. Bajé al piso de abajo pero no había
nadie. ¿Estaba sola? En la cocina, encontré una nota.
Noah, hemos ido a la ciudad. Vamos a comprar un par de
cosas y dar un paseo. Pensamos que preferirías quedarte y no hemos querido
molestarte. Volveremos tarde, prepárate la comida y, si surge, la cena
Hala, genial, estaba sola
en casa. Ya tenía yo un presentimiento de que era un día perfecto para irnos.
Debía resignarme y esperar. Calenté unos bollos de chocolate que me habían
dejado, hechos esa misma mañana. Disfruté de ellos mientras escuchaba, en la
lejanía, una melodía de Metallica. Subí a mi habitación y comencé a mirar mi
estantería. Necesitaba un libro o, mejor dicho, necesitaba leer. Me calcé, cogí
mi cartera y mi móvil, apagué el ordenador y bajé a la librería. Fui con calma,
no tenía prisa. Tenía todo el día. Llegué al pequeño local. Cuando entré, una
campanita sonó, dándome la bienvenida.
-¡Buenos días!-saludó, la señora
mayor que desde siempre trabajara allí. Nunca recordaba su nombre. Era baja y
pelirroja, muy amable.
-Hola-respondí, sonriendo.
Observé la cuidadosa
disposición de los libros en las estanterías y me acerqué a una. Saqué un libro
con una portada muy colorida y leí su sinopsis. Lo dejé de nuevo en su sitio,
desinteresada. Estuve más de un cuarto de hora leyendo sinopsis y observando
portadas. Al final, me decidí por uno de misterios, asesinatos y terror. Pagué
y salí. El sol calentaba con fuerza. No tenía demasiadas ganas de pasar toda la
tarde en casa. Volví lentamente a casa. Miré mi reloj. No eran ni las doce,
todavía.
Llegué y abrí la puerta. Me
sonrojé. No había cerrado con llave. Esperaba que no se hubiera colado un ladrón o asesino… Pensé en preguntar si había
alguien pero nadie iba a responderme aunque estuviera allí dentro. Me tiré en
el salón y empecé a leer. Un par de horas después, detuve mi lectura. Estaba
muerta de hambre. Preparé una ensaladilla. Decidí ir a la piscina, no creía que
estuviera demasiado llena. Me puse un
bikini y un vestido, preparé una bolsa y me marché dando un paseo. Ya en la
piscina, que estaba casi vacía, busqué una tumbona. Me quité el vestido que
doblé cuidadosamente y guardé en la bolsa. Me coloqué unas gafas de sol y
empecé a leer. A media tarde, muerta de sueño y bastante dormida, me vestí y
salí del recinto. Volví a casa y me dormí en el sofá, con la televisión
encendida.
Me desperté atontada. La
luz que entraba en el cuarto era ya difusa. Intenté mirar mi reloj pero recordé
que no lo tenía puesto. Gruñí y cogí el móvil, que estaba encima de la mesa.
Tenía un mensaje. Bostecé y lo miré. Era de Pablo, preguntándome si quería ir a
un rato a su casa. Le contesté en seguida, diciéndole que iba en unos minutos.
Me dejé puesto el chándal que me pusiera al llegar de la piscina y me calcé.
Tras peinarme, guardé el móvil y las llaves en el bolsillo de la chaqueta. Me
aseguré de cerrar bien la puerta y caminé por las, como no, desiertas, calles
en dirección a mi destino. Llamé al timbre y me abrió la puerta la madre de
Pablo. Inevitablemente, recordé como hace un año, había ido allí a buscar a
Pablo, que estaba ya en Layndeian.
-¡Ay, hola! Pasa, pasa, ya
me dijo Pablo que venías. Te está esperando en su habitación. No hace falta que
te acompañe, ¿verdad? Por cierto ¿qué tal todo?-habló rápidamente.
-Bien, bien-murmuré,
impresionada por la cantidad de palabras que había dicho en menos de medio
minuto.
Subí las escaleras sin
fijarme en los cuadros nuevos que colgaban de las paredes. Ya arriba, pensé un
instante. ¿Era la puerta de la derecha o la de la izquierda? Yo pensaba que era
la de la derecha…
Estaba abierta, así que, me
asomé. Sí, era esa habitación. Entré. Pablo estaba en la silla azul oscuro, a
juego con la mesa en la que tenía el ordenador. La cama estaba hecha pero toda
arrugada. Había ropa apilada a los pies de la cama y en el suelo. La
estantería, tenía los CD tirados, los libros apilados en una montaña…
-¡Hola!-saludé, contenta.
La pantalla del ordenador
estaba encendida y mostraba un fondo de pantalla, lleno de carpetas tan
desordenadas como la habitación.
-Hola-respondió, girándose.
-¿Sabes qué puedes ordenar
esto de vez en cuanto?-señalé con la cabeza el cuarto.
Rió, encogiéndose de
hombros.
-Tienes razón.
-¿Qué tal la pierna?
Vi que llevaba una venda
bastante grande desde la rodilla hasta el tobillo en la pierna derecha.
-Aún me duele un poco. Ese
tío era una bestia.
-¿Crees que mañana estarás
bien?
-Sí. Aunque fuera un no,
nos iríamos igual.
-No, siempre podemos
esperar…-empecé.
-¡No!-me cortó-Tenemos que
acabar con esto cuanto antes.
Movió la silla. Me senté en
el borde de la cama.
-¿Estás nerviosa?
Tardé un rato en responder.
-Sí, temo que esta vez las
cosas vayan peor de lo que fueron ya…-me atraganté y paré, pensando en Arturo.
-Yo también-reconoció,
cabizbajo.
-Me preocupa que tendremos
que hacer esta vez-añadí.
Vi que asentía y dirigía la
mirada, perdida, a la pantalla de su ordenador.
-¿Has probado a buscar
ahí?-señalé.
-¿Buscar, qué?
-Layndeian, Ehia, Akyan,
cosas así…
-¿Qué va a aparecer? Hola,
somos de Layndeian, un lugar muy extraño y buscamos a un elegido, el que dijera
Ehia. Si lo encuentras, responde. Besis-se burló.
-Oye, ¿a mí que me dices?
Prueba, no perdemos nada.
-Sí, tiempo.
Bufé y me levanté. Le quité
el ratón de la mano, abrí un navegador y comencé a teclear. Tras varias páginas
en idiomas que no entendía, cambié la búsqueda. Bastantes páginas que no tenían
nada que ver con lo que yo andaba
buscando, ante la impertérrita mirada de Pablo. Cansada, cerré el navegador.
-Tenías razón.
Sacudió la cabeza.
-Creo que me he pasado de
borde, lo siento.
Le sonreí.
-Te entiendo. No tienes nada que disculpar. Con las veces que
yo he sido borde contigo sin motivo.
Me acordé del ritual aquel,
el de beber sangre, como me había comportado, como una inmadura. Arturo me
hiciera razonar. Suspiré.
Escuché ruido de cubiertos
y platos, ya casi era la hora de cenar.
-Me voy. ¿Mañana a las nueve en la plaza?
Aceptó.
-Lleva todo-pedí.
Bajé las escaleras
corriendo, me detuve para decir adiós a la madre de Pablo y volví a mi casa.
Metí una pizza en el horno
y la devoré casi entera. Me marché a la cama muy pronto, no eran ni las diez,
asegurándome de poner el despertador.
muy chulo el capi =)
ResponderEliminarMe encanta el melocotón en almíbar jaja Ains, qué nervios... Quiero que vuelvan a Layndeian para que se encuentren con Arturo *________*
ResponderEliminarPues eso, que me gusta mucho :D
Ohhh que ganas de leer el prox!
ResponderEliminarAdoro a pablo qué se le va a hacer... y a arturo tb *-*
EN fin a ver si subes pronto que me muero de ganas!!!
Un beso!
Que ganas de saber que pasa con estos dos, necesito saber que hacen alli de nuevo. Se encontraran de nuevo a Arturo¿? Que misterios les aguardaran¿? Me alegro que se lleven una mochila con cosas que necesitaran, asi iran preparados
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