Capítulo 37

Cuando finalicé, él permaneció unos segundos en silencio. Luego dijo:

-Joder, tenías razón, no nos podemos fiar de nadie-me abrazó con fuerza-Lo siento tanto… Si llega a sucederte algo…-suspiró.

-No, te sucedió a ti que es muchísimo mejor-teñí mis palabras de ironía para que no notara como me sentía. Porque, ni yo misma lo sabía-Ahora ya está, dejémoslo estar.

Asintió.

-Debo hablar con ella-proclamó.

-No-negué-Ya he hablado yo y está muy arrepentida.

-Ya  puede estarlo porque si llega a tocarte un pelo se entera-lo notaba enfadado.

-Me sé defender sola-protesté.

-Lo sé pero me quedo más  tranquilo si lo hago yo-repuso.

Reí.

-A veces eres demasiado protector conmigo.

Se encogió de hombros.

Comió lo que había preparado. Luego, lavó lo ensuciado y me hizo un gesto para que subiera. Entramos en su habitación.

-Creo que me iré a mi habitación-titubeé.

-No. No quiero que te pase nada.

-Está Arturo…-protesté sonrojándome.

-¿Te crees que me fío mucho de él?-entornó los ojos.

-Gracias-escuchamos.

Arturo estaba en el umbral de la puerta. Enrojecí aún más. Entró, sin miramientos.

-¿Qué planes tenéis?-se interesó.

-Dormir-se encogió de hombros Pablo ante mi repentino silencio.

-¿Entonces tengo la otra habitación entera para mí?

-Hombre, si prefieres dormir en esta…

Recé porque dijera que sí. Y me escuchó mentalmente porque dijo:

-Sí. Esta cama es más grande y cómoda. Nivel:Elegidos-se burló.

Pablo se levantó y yo lo seguí. 

-Buenas noches-murmuré, todavía roja como un tomate, a decir verdad, sin saber muy bien porqué.

Entramos en la habitación. Por costumbre me abalancé sobre la cama en la que había dormido.

-¿O la quieres tú?-pregunté con la voz amortiguada por la almohada en la que había enterrado el rostro, esperando que se me pasara el momentáneo sonroje.

-No, da igual.

-Vuelvo en un minuto.

Me levanté sin mirarlo a la cara y abandoné la habitación. Entré en el baño y me lavé  la cara con agua fría que había en un cubo. Me sequé con una toalla y volví, algo más relajada. Me metí en la cama. Las sábanas estaban frescas y eran sedosas. Me arropé hasta la barbilla con ellas aunque no hacía frío.

-Buenas noches-susurró.

-¡Qué susto!-me sobresalté-Pensaba que ya estabas dormido-reí.

-Ya ves que no.

Lo escuché removerse entre las sábanas y mantas.

-¿Te puedes creer que no me acostumbro a tener de nuevo una cama?

-Pues yo sí-bostecé.

-Te dejo dormir-respondió.

-No, por mí habla que así me duermo antes. Eres como una radio.

-¿Me comparas como una radio? ¿De verdad soy tan aburrido?-protestó.

Reí.

-No, pero, por decirlo de algún  modo, influyes un efecto relajante sobre mí.

-Con palabras finas, pretendes decir que te aburro.

-No, qué va-reí-Nos van a echar del hotel por alborotadores.

-A ti.

-Y a ti por radio-bromeé, incapaz de contener la risa.

-¡Qué pesadita!-se quejó.

Me callé.

-Hasta mañana.

-Humm-gruñó.

Ahora no podía dormir. Me giré en la cama varias veces. Cambié de postura. Me senté en la cama y miré por la ventana. Estaba todo a oscuras. Detecté a mi derecha una luz que parpadeaba. La observé atentamente. Emitía una luz amarilla y cálida, reconfortante. Era muy hipnótica, no podía dejar de mirarla. Me atraía,  me atraía, me atraía… Hasta que cerré los ojos.