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sábado, 26 de mayo de 2012

Capítulo 38




Abrí los ojos, pesadamente. Ya era casi de día. El sol emergía sobre la línea del horizonte. Me estiré y bostecé. ¿Había soñado con una luz? ¿O la había visto? Bueno, daba igual. Me levanté. Pablo todavía dormía así que, lo dejé. Fui al baño y me metí en la ``piscina´´ (en esos momentos me parecía más una piscina que una bañera) y al cabo de unos pocos minutos, salí, congelada. El agua parecía hielo, ahora compadecía a los pingüinos pero ellos tenían pelaje especial. Me puse mi vestido. Estuve un rato observando uno que estaba colgado en una percha. Era precioso. De un color rosa como el amanecer, con pedrería, de tela muy suave y fina. Lo miré. Me encantaba. Me sorprendí a mí misma. No era muy dada a ponerme vestidos. Salí y me quedé parada en el pasillo. Entré en la habitación e hice la cama. Vi que Pablo continuaba en la cama. Luego, bajé.
-Hola-saludó Valeria sin mirarme a la cara.
-Buenos días.
-Siéntate.
Obedecí. Estábamos solas en la cocina. Busqué si tenía algún cuchillo a mano por sin intentaba asesinarme o algo por el estilo…
-Quiero disculparme de nuevo-se detuvo unos instantes-Y darte las gracias-añadió.
-¿A mí?-me giré para comprobar que no había nadie más.
Se puso a trastear en la cocina antes de contestar:
-Sí, por no decirle nada a Lysia…
-Algún día habrá que hablar con ella y sólo espero que Pablo no se lo diga antes.
Asintió, consternada.
-La he hecho buena-se quejó.
No traté de consolarla. Por poco mataba a Pablo, así que, que sufriera un poco. No pensaba decirle nada para atormentarla pero tampoco iba a aliviar su mal.
-Pablo quería hablar contigo-comenté.
Se estremeció.
-He intentado decirle que no hace falta pero no creo que me haga caso-dije.
Bajó la cabeza.
-No sé en que pensaba-parecía bastante compungida. 
-Seguramente, en nada-respondí. No lo dije ni con rencor ni maldad, era, simplemente, lo que pensaba.
Parecía muy entristecida y arrepentida pero esos son los peores, los que se arrepienten después de cometer el delito…
-Voy a preparar los desayunos-soltó de repente para romper el silencio que se había instalado.
Estuve en silencio hasta que me dio un vaso de leche y unas galletas (galletas de Layndeian, por supuesto). Luego, se sentó a mi lado.
Miré para sus manos. No, no llevaba cuchillos. Tenía un anillo en un dedo. Le agarré la mano y se giró, sobresaltada.
-Tranquila-lo observé-Es bonito.
Había algo que… recordaba. Era de un color morado y tenía una superficie cálida.
-Es una ciedyalna tallada-explicó.
Asentí. En esos momentos recordé algo.
-Pablo me explicó que la piedra se ilumina y vibra cada vez que el poseedor está en peligro. Entonces… ¿Por qué no lo hizo cuando llegaste tú?
Estuvo unos segundos meditando su respuesta. No le había contado lo de Enlorth porque no sabía si era un secreto y prefería ser precavida.
-La piedra, entiende a unas personas como enemigos según sus intenciones. Y yo no pensaba hacerle daño, era más bien al contrario.
-Claro, como nosotros lo tratábamos como a un esclavo-repliqué.
-Es el elegido. Debe estar a salvo.
Bufé. Estaba un poco más que harta de tanto elegido. Mejor dicho, elegido solo había uno porque si no, lo que sería eso… Podían coger a varios (unos cuantos) por si se moría alguno. Me horroricé de mi propia idea.
-¿Cuándo vamos a poder salir de aquí?-pregunté.
-Tú no estás retenida. Ni ¿Arturo?-asentí.
-Pero Pablo sí.
-No, él tampoco.
-¿Pretendes decirme que él si quiere puede salir ahora e irse a dónde le plazca?
-No, porque corre peligro.
Suspiré, exasperada.
-Lo que estás diciendo en una contradicción-me resigné.
Ella me miró con una ceja enarcada.
Me levanté y dejé todo en el fregadero.
-Y, por favor ¿podríais conseguirme algo para hacer? Supongo que no todos los días alguien estará a punto de morir y no quiero aburrirme.
-Sí, siempre viene bien alguien que trabaje y viva aquí, no en otra casa. Pero, es posible que dentro de poco tengáis que ir a otro lugar. Por si nos descubren. Aunque eso lo ordena Lysia.
-Bueno, pero a mí dadme algo que hacer-protesté.
Si no podía salir de casa (con Arturo sí que nosotros no importamos, y no tenía el menor interés en estar con él más tiempo del obligado), algo tendría que hacer. Algo me intrigaba, ¿qué haríamos? ¿Cuánto tiempo íbamos a estar así? Pablo quería terminar ya, pero yo no. Aunque esa incertidumbre era horrible… No estaba segura de lo que quería. Me levanté y salí de allí. Decidí ir a ``saludar´´ a Bucéfalo. Entré en las cuadras y me acerqué.
-Hola, bonito-le acaricié el morro.
El equino relinchó. ¿Necesitaría ejercicio como los caballos de carreras que se veían en la tele? Eso era lo malo de no saber cosas sobre casi nada… Cuando volviera a mi querido mundo con cobertura, me leería todos los artículos de la Wikipedia y haría resúmenes. Así sabría hacer lanzas y como cuidar caballos.
Luego me marché otra vez al interior de la casa. Estiré los brazos. Subí a mi habitación. Pablo no estaba y su cama estaba hecha. Lo busqué y lo encontré saliendo de la cocina.
-Hola-saludé.
-Buenos días.
-Ven-apareció Lysia-Hemos encontrado algo que puedes hacer.
La seguí. Pablo me dirigió una inquietante sonrisa.

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