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viernes, 6 de julio de 2012

Capítulo 46



A la mañana siguiente, Pablo me despertó.
-Buenos días-parecía apenado.
-No son buenos-murmuré. Debía fingir para que el plan saliera a la perfección.
Me levanté y me acerqué al baño, lavándome el pelo con rapidez. Lo dejé secar al aire, sin ni siquiera frotarlo con una toalla. Luego, desayuné con rapidez. Aunque yo miraba con nerviosismo a Arturo, él parecía tranquilo, y no me dirigió la mirada en todo el rato. Pablo me miraba atentamente, cosa que me ponía muy nerviosa.
Cuando fuimos a salir todos (al parecer, iba a ser en plan despedida) me acerqué a Arturo para susurrarle:
-¿Tienes todo listo?
Asintió pero no me habló. Permanecí todo el tiempo un paso por detrás de Pablo. Cuando la mayor parte de la multitud se fue alejando, él se acercó a mí.
-Lo siento-murmuró, inclinándose.
Sacudí la cabeza. Debía parecer compungida.
Me besó en los labios. Yo me separé.
-Cuídate-gruñí.
Me di la vuelta, marchándome.
Arturo me lanzó una mirada de advertencia, asentí ligeramente.
-¿Está enfadada?-escuché que decía.
Sonreí a mi pesar. Aún pasé unos minutos mirando por la ventana en la que me había instalado hasta que Pablo se marchó, sobre un caballo de fuerte musculatura, y de color canela. Dirigió una última mirada atrás y me aparté de la ventana. Esperé pacientemente a que Arturo regresara.
-¡Vamos!-urgió.
Se dirigió corriendo por las escaleras hasta las cuadras.
-Hay que ser silenciosos.
Cogió a Bucéfalo y me señaló al otro caballo, bueno, yegua.
-¿Tú llevas a Buce? ¡Es injusto!-protesté.
Me dedicó una mirada burlona y me lanzó las riendas. Él cogió al otro caballo y se montó. Yo permanecí de pie, indecisa.
-Esto… ¿me ayudas?-pregunté en voz baja.
Sacudió la cabeza con enfado y me ayudó.
-¡Eres un estorbo!-gruñó-¿Sabes como dirigirlo? ¡No hay tiempo que perder!-fue tajante.
Afirmé con la cabeza y nos pusimos en marcha. Ya debían de haber pasado quince minutos desde que Pablo se fuera.
-Lo seguiremos de cerca durante un par de kilómetros. No debe darse cuenta. Si no, nos hará regresar.
Permanecimos en silencio. Al cabo de unas dos horas de trayecto (bastante largas y aburridas, la verdad) en las que me dejé guiar por Arturo.
-Es el momento de aparecer-me guiñó un ojo.
Aceleramos el paso, hasta casi galopar.
Cuando Pablo quedó a nuestra vista, vimos que llevaba un cuchillo en la mano derecha, que resbaló hacia el suelo, mostrando su sorpresa.
-¿Qué…qué hacéis aquí?-tartamudeó.
-¿Pensabas que te íbamos a dejar solo?
Descendí de la grupa de Bucéfalo y recogí el cuchillo que cayera al suelo. Se lo devolví y lo aceptó.
-¡Oh! ¡Noah!-exclamó.
-Es difícil librarse de mí ¿eh?-sonreí.
-¡Oh! ¡Noah!-repitió.
Él también se bajó y me abrazó.
-No deberías estar aquí-susurró.
Me estremecí pero no hablé.
-Lo siento pero no podía dejarte solo-respondí.
Sacudió la cabeza y se apartó.
-Apuesto que la has ayudado-miró a Arturo, que momentos antes se bajara de su montura, con resignación.
Inclinó la cabeza por toda respuesta, el pelo se le alborotó sobre los ojos.
-Joder, Arturo, habíamos hablado-se enfadó Pablo.
-¿Qué querías que hiciera? ¡Te dije que no estaba de acuerdo!-acusó.
¿Qué me perdía? No lo sabía pero no comprendía de qué hablaban. Presté atención, a ver si entendía algo…
-¡Me lo prometiste!-contraatacó.
-Tú no la viste…
-Sí que la vi. Por eso era mejor que me hubieras hecho caso… Ahora ambos corréis peligro.
-Pero tenemos más posibilidades de ganar.
-¿Ganar? ¡Por favor! ¡Ahora estamos todos condenados! Antes, sólo lo estaba yo-dijo con la voz repleta de amargura-Esto…esto es… el fin-terminó de hablar, sumiéndonos a todos en un profundo silencio.
Los miré, interrogante.
-¿Alguien puede explicarme qué está pasando?-musité.
Pablo negó con la cabeza y Arturo ni se dignó a mirarme. Sintiéndome mortalmente ignorada, sostuve sus miradas durante largo tiempo.
Al cabo de un rato Pablo suspiró.
-Será mejor que nos pongamos en marcha.
Asentí. Sin preguntar, me ayudó a montar en Bucéfalo.
-Otra vez…-me quejé.
No contestaron, de nuevo.
Intenté parecer tranquila pero me era imposible, sobre todo, con aquel silencio.
-¿Podéis explicarme qué pasa?-volví a preguntar, esta vez en un tono más alto que el de la vez anterior.
Pablo permaneció mudo y Arturo comenzó a hablar con la voz cargada de acusaciones mudas:
-Pablo me pidió por favor que te retuviera y cuidara de ti-lo miré, no me sorprendía. Estaba segura de que algo más provocara esa discusión-Como Pablo es tan optimista-ironizó-estaba seguro de que al acompañarlo nos estábamos condenando, y que él ya no podía hacer nada-me asusté-Y yo he roto mi promesa de conseguir que te quedaras en la casa esa y te he traído hasta aquí.
No fui capaz de hablar tras esas revelaciones.
-¿En serio le pediste eso?-murmuré.
No lo negó, asintió con cansancio.
-¿Qué otra cosa podía hacer?-susurró-Y, total, no ha servido de nada-lanzó una mirada furibunda a Arturo.
-No sé, tal vez contar conmigo-respondí-Me duele que hayas hecho eso-confesé.
-Noah, razona, tú no lo habrías hecho.
-¿Y tú qué sabes? ¡Tal vez sí! Si estamos juntos, estamos juntos para todo-repliqué.
Escuché una risilla y miré a Arturo. Y ahora ¿qué le pasaba?
-¿Qué?-gruñí.
-Ha sido…eso que has dicho-se esforzó por sobreponerse a las carcajadas-Juntos para todo…
Seguía sin comprender. Ese chico era muy raro, en todos los aspectos.
Pablo sacudió la cabeza pero vi que sonreía. Al parecer, yo era la única que no comprendía el chiste. Lo dejé pasar. Cosas de hombres, pensé.
Aceleramos el paso. Continuamos el viaje en silencio durante casi todo el día, deteniéndonos sólo a beber y comer y, por la noche cerrada, cuando nuestros caballos tropezaban continuamente y corríamos el peligro de hacernos daño, a dormir. El ambiente mejoró ligeramente, sumiéndonos en una exagerada calma, la calma que precede a la tempestad. Los días pasaron rápido, tal vez demasiado, hasta que llegamos al corazón del bosque en unos diez días a buen ritmo.
Cuando estuvimos cerca, Pablo me miró fijamente.
-Es aquí-se limitó a decir.
Me estremecí. Había llegado la hora. Pero yo no estaba preparada ni nunca lo estaría.
-Tengo que pediros que esta vez me hagáis caso y esperéis aquí. Si no vuelvo en dos días, como mucho, volved por donde vinimos, huid lejos y resguardaros en la aldea. Pero no me sigáis, intentéis ayudadme o nada de eso-suplicó.
-No, yo jamás haría eso. Y sabes que es imposible que te haga caso, por mucho que lo intenté-reconocí.
-Por favor, inténtalo esta vez.
Sacudí la cabeza. Claro, en la parte más arriesgada de la profecía, lo iba a dejar tirado, qué chiste.
-Ni lo sueñes-me negué.
Suspiré.
-Arturo, por favor, esta vez…-empezó a suplicarle al joven que lo miraba fijamente.
-No, estoy completamente de acuerdo con ella.
¿Estaba de acuerdo conmigo? Había que mirarle la fiebre, debía de estar enfermo, la comida le habría sentado mal o algo por el estilo porque si no, era imposible.
Sacudió la cabeza.
-No puedo permitir que hagáis esto-suspiró.
-Átanos a un árbol-propuse, irónica.
-No es mala idea-admitió.
-¿Cuándo lo haremos?-preguntó Arturo.
Pablo dudó:
-Cuanto antes, mejor. Supongo que mañana, pasado a más tardar.
-Pasado-pedí.
Él asintió.
-Pasado-repitió.
-Yo te acompaño-habló Arturo.
-Y yo, por supuesto-afirmé.
-Como veo que no seré capaz de disuadiros, debo pediros ciertas cosas-se detuvo para mirarnos alternativamente-Noah, has de ser precavida y no cometer estupideces. No te arriesgues, huye sin mirar atrás si es preciso. Arturo, vigílala. Permaneced en silencio y escondidos hasta que yo os avise. Por favor. Y no sé que más pediros. Debéis cuidaros a vosotros mismos, dejadme a mí solo. No…-entendí que iba a decir ``no me pasará nada´´ pero se detuvo, nervioso.
Le toqué un brazo con cariño.
-Tranquilo. Será mejor que durmamos algo y mañana discutamos bien el plan.
Asintió, en silencio.
Los dos días siguientes pasaron más rápido de lo deseado para todos. Se respiraba un ambiente opresivo y todos estábamos ariscos, nerviosos. Esa noche, casi no pegué ojo, tratando de imaginar qué pasaría la mañana siguiente. No tardaría en averiguarlo.
Pablo se despertó temprano, estaba casi segura de que no había dormido, o eso insinuaban sus ojeras. No hizo falta que nos dijera nada, nos levantamos y comenzamos a andar despacio hacia el lugar que Pablo señalara.
Era una enorme explanada, lisa, sin árboles. Los que la rodeaban, dándole forma semicircular, eran altos y estilizados, se entrelazaban formando una cárcel vegetal. Le toqué el brazo. Atamos los caballos a una distancia prudencial. Sacó el cuchillo de las alforjas y lo sopesó en su mano derecha.
-Supongo que no se os habrá ocurrido traer armas-su voz sonó grave y ronca, escondía el miedo tras un velo brusco.
Negamos con la cabeza.
-Por suerte, soy precavido-sonrió mientras sacabas tres cuchillos más.
Uno era bastante pesado, con el mango ancho y la hoja larga y bien afilada, como esos que utilizan los carniceros. Los otros, eran pequeños y ligeros, parecidos a las dagas o los abrecartas que había observado en las películas.
-¿Sabías que te seguiríamos?-me sorprendí.
-No, pero, por si acaso perdía el mío-explicó.
-¿Perderías cuatro cuchillos?-ironicé.
-Nunca se sabe.
Arturo cogió el más grande y yo las dagas. Eran muy ligeras. Tuve cuidado de no cortarme porque, con lo torpe que era, seguro que antes de luchar me quedaba sin mano.
-¿Tenemos todo claro?-se aseguró Pablo.
Asentimos. Me acerqué a él que se inclinó. Le besé con pasión, pensando que aquel podía ser nuestro último beso. Desterré esos pensamientos con rapidez.
-Ten cuidado, por favor. Confío en ti-susurré en su oído.
Agachó la cabeza como respuesta y me dirigió una larga mirada, que me puso nerviosa, por lo que aparté la vista y contemplé mis zapatos.
Empezó a alejarse. Arturo le dio una palmada en el brazo e intercambiaron unas palabras en voz baja. Estuve tentada de correr, agarrarlo por un brazo y suplicarle que no se fuese, que se quedara junto a mí, que olvidáramos aquella locura y nos escondiéramos en algún rincón, alejados del mundo. Me contuve y me acerqué a Arturo, que sostenía el cuchillo.
-Oye, a ver, me ha quedado claro lo de la lucha y eso, pero ¿cómo va a llamar al Akyan ese?-preguntó.
Me quedé pensando. Realmente no lo sabía. Iba a contestarle de malas formas pero recordé que él no tenía porque estar haciendo aquello y estaba siendo respetuoso, así que forcé una falsa sonrisa y respondí:
-No tengo ni idea. Supongo que Lysia le diría algo al respecto.
Nos acercamos a la barrera de árboles.
-Quédate agachada, te avisaré cuando algo pase-susurró.
Asentí y me acuclillé, lista para pasar a la acción. Desde mi posición, no tenía visión alguna. Me dediqué a admirar una hoja, retorcida como si hubiera sido tallada, creada para adoptar esa maravillosa forma en espiral, fina, delgada, un verdadero capricho de la naturaleza. La rocé con mis dedos, era suave como el terciopelo, fina como la seda… Me pregunté qué planta sería y si habría muchas más, o esta era la única.
Di un respingo al notar que alguien me tocaba el hombro. Era Arturo. Por gestos me indicó que me incorporara. Miré por entre los árboles. Pablo ya no estaba solo. Había un… bicho horriblemente monstruoso. Era enorme, como tres osos juntos, mucho más grande que aquella bestia que encontramos en el bosque. Era completamente negro. Sus colmillos sobresalían bajo la boca, relucientes de sangre. Sus ojos, amarillos, reflejaban inteligencia y maldad, sobre todo maldad. Sus orejas, puntiagudas, indicaban que oirían en caer de una hoja a más de quinientos kilómetros a la redonda. Sus patas traseras, fuertes y tensas, listas para saltar, indicaban que aunque intentaras huir a la mayor velocidad que tus piernas te permitieran, te alcanzaría en sólo una zancada. Sus zarpas delanteras, con uñas capaces de cortar el mayor y robusto árbol del bosque de un tajo, me provocaron pavor.
Arturo no parecía asustado. Pablo tampoco.
-Si muero en el intento, en mi funeral poned Dead, de My Chemical romance-me dijo.
El monstruo (es decir, Akyan), giró una oreja pero no desvió su mirada.
-¿No es mejor One de Metallica?-objeté.
-¡Caray! Al menos cumple la que puede ser mi última voluntad sin protestar-exclamó lo más alto que se atrevió.
Pude observar que él estaba atemorizado, aunque no lo demostrara.
De repente, una voz grave, potente y que aterrorizaría al más valiente, inundó el lugar.
-Así que, tú eres el elegido.
No escuché la respuesta pero la voz continuó:
-Ha llegado la hora de luchar, no es momento de hablar.
Pablo se movió en círculos.
Perdería, iba a perder. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Un centenar más la fueron siguiendo, en silencio.
-Creo que deberías quedarte aquí-murmuró Arturo.
Negué con la cabeza y comencé a entrar en el lugar. Arturo me retuvo.
-Espera a que podamos sorprenderlo.
Pablo trató de acercarse a Akyan para clavarle el cuchillo pero este lo esquivó con facilidad y lo derribó con un movimiento de su gran cola peluda.
Arturo saltó con un grito, lanzando el cuchillo como si fuera una jabalina. Yo me arrojé tras él. No lancé mis dagas, sabía que no acertaría.
El cuchillo se clavó en una de las patas del enemigo, arrancándole un gemido seguido de un gruñido.
-Tenemos compañía.
Pablo se puso en pie.
Akyan sacudió la pata, lanzando el cuchillo una decena de metros a mi derecha. Corrí a recogerlo y se lo pasé a Arturo, que lo atrapó al vuelo. Nadie se movió durante unos instantes eternos. Luego, tras un breve intercambio de miradas, empezaron a rodear a la bestia, cada uno por un lado. No supe que hacer. No me parecía lógico colocarme delante de su cabeza, así que decidí atacar por la espalda. ¿Cómo se mataba a un enemigo de semejantes dimensiones? Aunque lo más imponente no eran su tamaño, si no, su poder, que desprendía con respirar, simplemente. Pablo debía de saberlo, tenía que haber un truco, como en los videojuegos. ¿Debía lanzar los cuchillos? Quedaría indefensa pero siempre podría recogerlos. Si tuviéramos una ametralladora sería bastante más fácil… Comencé a odiar aún más aquel sitio. Lancé los cuchillos hacia la parte más baja e indefensa de sus patas, acerté en la derecha pero erré en la izquierda.
En ese mismo instante, Pablo y Arturo atacaron. No tuvieron gran éxito. Aproveché y cogí uno de los cuchillos, ya que el otro seguía incrustado en su pata derecha. Observé que Akyan no arremetía, se limitaba a esquivar, casi sin defenderse. Me inquietó su actitud pero traté de no despistarme y prestar atención a cada uno de sus más pequeños movimientos.
-¡Pablo!-grité, al ver que una de las zarpas del gigantesco ``animal´´ se acercaba peligrosamente a él.

Se apartó con rapidez y la esquivó pero no pudo evitar tropezar y caer de espaldas. La garra voló con rapidez hacia él. Me estremecí. Sabía lo que pasaría a continuación. Sólo tenía un segundo, tal vez menos. ¡Pero estaba demasiado lejos! Lancé el cuchillo con la mayor fuerza que fui capaz, y se clavó entre las cotillas de la fiera, aunque esta ya había asestado su más fatal golpe, causando una muerte.

Vi que Pablo se levantaba y asestaba un golpe con su cuchillo a la criatura, a la vez que hundía el cuchillo en las costillas de la bestia.

Me acerqué a Arturo, que estaba medio recostado tras haberse lanzado sobre Pablo, tratando de alejarlo de Akyan, apoyado sobre un brazo.

-¿Estás bien?-grité.

Negó con la cabeza. Observé que trataba de ponerse en pie pero no era capaz. Me alejé para acercarme a Pablo. Recogí un cuchillo caído a medio camino. Lo lancé con una precisión increíble, acertando en el medio de los ojos. Akyan se tambaleó y cayó de lado, haciendo que todo el suelo a nuestro alrededor temblara, amenazando con tirarnos. Pablo comenzó a asegurarse de que la bestia estaba muerta. Me senté en el suelo, mareada, respirando entrecortadamente. No era capaz de pensar ni moverme. Pablo se acercó al cabo de unos minutos.

-¿Ha acabado todo?-pregunté.

-Eso creo-respondió-Eso creo-repitió.

Se acercó a Arturo y lo seguí.

-¿Estás bien?-preguntó, tendiéndole la mano.

Este negó con la cabeza. Vi que por su cabeza resbalaba un fino hilillo de sangre roja.

-Muchas gracias-comentó Pablo-Si no llega a ser por ti…-suspiró, aliviado.

-Deberíamos irnos-murmuré.

Pablo asintió pero Arturo no se levantó.

-¿Te ayudo?-preguntó Pablo.

Este no recibió respuesta. Lo miré, interrogante y preocupada.

-¿Qué pasa?-pregunté ante la expresión de abatimiento que apareció en el rostro de Pablo.

-Esto…esto…-las lágrimas comenzaron a agolparse en sus ojos.

-¿Qué pasa?-repetí. No comprendía nada pero imaginaba que lo que estaba sucediendo no era demasiado bueno.

-Se ha… Ha…-no fue capaz de explicarse durante unos instantes-Ha muerto-susurró.

-¿Qué? Esto no tiene gracia… No…-comencé a protestar pero al ver que no se movía, me angustié.

Empecé a llorar bajito. Pablo me abrazó.

-Fue por mi culpa…-se quejó.

-No, fue por su culpa-acusé, girándome para señalar a Akyan-No te culpes, por favor. Sólo será peor-conseguí decir, entre un mar de lágrimas.

En el fondo, le había cogido cariño. No era mal chaval. Muy bromista y borde, con una gran pasión por molestarme pero sin malas intenciones, como el cariño de un hermano mayor.

Lamentamos su muerte durante horas y horas. Sólo nuestros sollozos rompían el silencio de aquel lugar.


8 comentarios:

  1. Bueno yo me voy preparando para la batalla campal que se va a montar.
    Permito que me tiréis tomates, pepinos, lechugas, cuchillos y lo que se os ocurra.
    María mejor no me pidas más consejos que aunque soy inmortal...
    Bueno sí, os aclaro, María me preguntó si mataba o no a Arturo y ya veis mi consejo. Que conste que a mi me cae muy bien, por no decir que era mi personaje favorito.
    Me voy a Idhún o Idris donde no me encontréis.
    Ciao.

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  2. TTTTTTTTTTTTTTTTTT.TTTTTTTTTTTTTTTT ARTUROOOOOO!
    Pobrecito...murió por sus amigos :'( era taaan bueno! no se lo merecía!
    Mi canción....MI CANCIÓN! <333 Dead- My Chemical Romance...seguro que la pidió por mí (sé que no, pero DÉJAME CON LA ILUSIÓN)
    Que quede claro que ahora mismo estoy afilando el cuchillo jamonero ¬¬ maldita sea, Noah tiene razón, la vida es más fácil con una metralleta en la mano(o por lo menos con una pistola de bolitas...algo es algo xD).
    Me voy a prepararle un pequeño altar conmemorativo en mi cuarto ¬¬ hoy no te mando ningún besito virtual (aunque hay que reconocer que el capítulo está escrito super bien...he llorado de verdad :'(
    Adiiios :)

    PD: Que conste que he visto el comentario de Teen Angels-Sonohra, y estoy muuuy enfadada con ella! Dile que soy capaz de asesinar a inmortales y de viajar a Idhún o a Idris...y que ella es la siguiente en mi lista wajajajaja (sed de venganza)

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  3. me encanto el capituo pero que pena que muriese Arturo ya le habia pillado cariño despues de estar ayudando a Noah a parte salvo a Pablo que majo con ganas de leer mas =)

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  4. No puede ser, Arturo no, yo te mato. Cuando te pille por la ciudad te mato en nombre de todas las fans de Arturo, con lo majo que me estaba cayendo y todo. Pablo me parecio un poco borde, el si que deberia morir y no Arturo. El siguiente yaaa

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  5. Me has hecho llorar mala persona T_T Vale yo amo a pablo pero arturo era encantador *snif*
    Quiero saber qué va a pasar ahora ewe

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  6. NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO MI ARTURO NOOOO T____________________________________________T
    Espero que sea verdad y que se haya acabado todo, porque como se haya muerto en vano, NO SE LO QUE HAGO.
    Por cierto, me encantó lo de Dead y One. Siempre con sus bromas, hasta el final :(
    SUBEEE EL SIGUIENTEEE :3

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  7. Muy triste lo de Arturo pero mientras no sea Pablo... NO ME MATÉIS no quiero morir yo también u.u No, en serio, muy majo pero que se le va ha hacer.
    En mi funeral también ponéis Dead ehh

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