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lunes, 20 de agosto de 2012

Capítulo 2



A la mañana siguiente, muy temprano, ya me hallaba de pie. Me vestí con unas mallas y una sudadera, quería estar lo más cómoda posible, no sabía a que me enfrentaría ese día. Esperaba que Pablo hubiera cumplido su promesa, si no… Ojalá aceptara que intentáramos eso juntos, como el verano anterior. Sabía que no iba aceptar, debería seguirlo, como ya había hecho dos veces, una de ellas, con la ayuda de Arturo. Esta vez estaría completamente sola, pero no pensaba quedarme atrás, ni de broma.
Me marché pronto y al llegar a la casa de Pablo, toqué el timbre. La puerta se abrió y él apareció, bastante despeinado, los ojos verdes todavía adormilados, una ancha camiseta de los Beatles…
-Tenemos que hablar.
-Pasa-indicó-Podías haber esperado un poco…-protestó con un bostezo-Iré arriba un minuto, me vestiré con algo…decente.
-No hace falta. Con esa camiseta estás muy guapo.
Me guiñó un ojo. Caminamos por el recibidor en penumbra y nos metimos en la cocina. Me senté en una de las sillas de caoba, a juego con la mesa. Los azulejos, fríos y azules desprendían un brillo vítreo. Pablo abrió la nevera plateada y sacó un cartón de leche.
-Abre las cortinas para que entre más luz.
Me levante y obedecí, apartando las cortinas de color melocotón.
Vi que Pablo había introducido un tazón en el microondas.
-¿Quieres?-se detuvo antes de guardar el envase.
Sacudí negativamente la cabeza.
Hurgó en un estante hasta sacar un paquete de galletas. Añadió Cola-Cao a la leche caliente y removió con una cuchara. Se sentó a mi lado y empezó a mojar las galletas de chocolate.
-Habla, te escucho-indicó, con la boca llena.
-Es sobre lo de Layndeian-susurré-Creo que debemos ir juntos, de nuevo.
Se atragantó y tosió. Dio un sorbo a su leche y soltó una maldición al quemarse. En cuanto se recuperó, se apresuró a replicar:
-No, esta vez no. Iré preparado. No quiero volver a ponerte en peligro.
-Juguémonoslo al piedra, papel o tijera-solté de repente.
-¿Qué?-se extrañó, casi atragantándose de nuevo.
-Si gano yo, te acompaño. Si ganas tú, me quedo.
-No puedes estar diciendo que…
-Venga, sabes que podemos estar siglos discutiendo sin llegar a ningún lado, mejor terminar cuanto antes. Arriésgate-supliqué-Sabes que yo siempre pierdo.
-No pienso…
-Piedra, papel o tijera…-empecé a canturrear, con la mano convertida en un puño a mi espalda, rezando porque saliera bien-Un, dos, tres ¡Fuera!
Piedra.
Papel.
Me hundí en mi asiento, aliviada. Había ganado. La verdad, no tenía ninguna conmigo, lo había hecho por el factor sorpresa y eso. Y había ganado.
Pablo parecía hundido y apartó bruscamente su tazón.
-Apura, tenemos que preparar nuestro viaje.
-Esto es un completo error. Y lo sabes-me miró con esos ojos verdes, que tantos sentimientos me inspiraban.
Me encogí de hombros. Seguramente, tendría razón en un futuro.
-Ahora ya está. Tenemos que prepararnos. ¿Cuándo nos vamos?
-¿Mañana, pasado?-aceptó con pesar.
-Cuanto antes. Estoy de acuerdo esta vez, quiero terminar cuanto antes, saber que nos espera.
-Esta vez, hagámoslo bien. Una mochila con ropa, agua, comida…
-De acuerdo. Prepara tú una y yo otra. Hoy. Mañana quedamos y pasado nos vamos.
-No tengo muchas ganas de…
-Venga, me voy.
Le di un beso en la mejilla y lo dejé terminar de desayunar.
Volví a mi casa, donde, ya en mi habitación, rebusqué en busca de una mochila grande, como las que llevan los peregrinos cuando recorren el camino de Santiago.
La saqué del fondo del armario y quité ropa que me serviría, sin pasarme: unas mudas limpias, calcetines, dos chaquetas finas y una algo más gorda, cuatro camisetas y tres pantalones. Consideré que sería suficiente y dejé bastante espacio para guardar víveres. Fui a la despensa en silencio. Cogí unos paquetes de galletas, latas de atún y sardinas (tardaban en caducar y era lo que necesitábamos), panes tostados, y unas botellas de agua. También guardé una lata de melocotón en almíbar. Subí la mochila y la escondí en el armario aunque no creía que nadie fuera a mirarla. Estaba nerviosa. Metería también un cuchillo. Dudaba entre si llevar gel o cosas así, pero me parecía una estupidez. Lo descarté. ¿Qué más podíamos necesitar? Mi inhalador, no me fuera a pasar como el verano anterior… Y tal vez Paracetamol o algo así para dolores de cuerpo y cabeza…. ¿Me estaba pasando? A ese paso no sería una mochila, si no una maleta. Dejé las cosas tal y como estaban y miré mi saco de dormir. ¿Lo llevaba? En el suelo no se dormía tan mal...Mejor eso se lo preguntaba a Pablo. No pensaba que necesitara añadir nada más a mi mochila, ya rebosante. Suspiré. ¿En qué aprovechar el tiempo? La respuesta tardó menos de un segundo en responder.
Bajé corriendo las escaleras.
-¿Tenéis algún plan para estar tarde?-le pregunté a mis padres y mi hermana, que estaban en el salón.
-Yo a lo mejor me iba a dar una vuelta…-empezó mi hermana en voz baja, sin mirar a mis padres. Comprendí que la habrían castigado.
-No, tú te quedas en casa-se apresuró a replicar mi madre.
-Pero que…-se calló enseguida.
-¿Porqué lo quieres saber, Noah?-se interesó mi padre.
-Por…para saber que hacer yo-resolví tras un instante de incomodidad.
-¿Desde cuándo te preocupa lo que hacemos?-me espetó mi hermana.
¡Desde que estoy a punto de volver a sufrir lo mismo que hace un año! ¡Desde que ahora vuelvo a sentir que el fin está cerca!
Pero no dije nada, callé y bajé la vista.
-Pensé que tal vez pudiéramos hacer algo en familia…
Me miraron fijamente.
-Da igual, da igual-me defendí.
-Es una idea genial-aceptó mi madre-¿Qué os apetece hacer?
Nos miramos. Nadie habló.
-Hoy hay partido de los novatos-comentó mi padre-¿Pablo no juega?-me miró.
-No lo sé, no lo hemos hablado.
Era verdad, él jugaba en el equipo de fútbol del pueblo. Yo iba a bastantes partidos pero a todos no.
-Bueno, esperemos que sí, si no perderán. Es el mejor defensa del equipo, díselo de mi parte.
-Si quieres, vamos y se lo dices-resolví.
-¿Qué decís vosotras?-miró a mi madre y Sonia. Estas, asintieron-Pues vamos, que a este paso llegaremos tarde.
Me calcé y cogí mi móvil. Le mandé un mensaje a Pablo diciéndole que íbamos a verlo jugar. Respondió diciendo que lo pondríamos nervioso. Reí y guardé el móvil mientras salíamos de casa.
Fuimos caminando hasta el campo de fútbol. No era demasiado grande pero, para ser donde era, estaba bastante bien. Las gradas empezaban a llenarse de aficionados. Buscamos un buen sitio y nos acomodamos. Debía de faltar ya poco. Los jugadores entraron en el campo, con sus equipamientos verdes. Los contrarios, iban de azul oscuro. Busqué a Pablo. Sí, allí estaba. Tras los saludos de cortesía, se alinearon. En cuanto el silbato sonó, empezaron a moverse con rapidez y eficacia. La afición empezó a animar. Teniendo en cuanta la poca gente que había, hacían bastante ruido. En menos de tres minutos, casi nos marcan un gol que el portero evitó de milagro, desviando el balón ligeramente con la yema de los dedos.
La siguiente ocasión de gol que hubo, la despejó Pablo, con un tiro que cruzó más de medio campo. Aplaudí y grité, felicitándolo.
La victoria se acercó un poco cuando Alex, un chico un año menor que yo, marcó un gol bastante bueno.
El equipo contrario, con nuevos ánimos, consiguieron empatar para, diez minutos después, marcar otro tanto.
La gente empezó a enfadarse. ¿Perderíamos? Todavía podíamos remontar, sí. El primer tiempo acabó y nos vimos obligados a esperar para ver el desenlace. Un cuarto de hora después, el partido se reanudó. Nuestro equipo marcó dos goles, consiguiendo una ventaja. El partido estaba casi terminado cuando un jugador bastante fuerte del equipo contrario se acercó peligrosamente a la portería. Ya estaba dentro del área cuando Pablo le tapó el camino, tratando de arrebatarle el balón. De un despeje certero, el balón viajó hasta la banda derecha. El jugador, furioso, le propinó una patada a Pablo en toda la pierna, que cayó al suelo, gimiendo. Me asusté.
El partido se detuvo y le sacaron tarjeta amarilla al jugador. Se llevaron a Pablo al banquillo.
Oí que mi padre protestaba y refunfuñaba.
-Eso es una falta como una catedral…Vamos, llevan todo el partido jugando sucio…
No respondí, estaba pensando en otras cosas. El pitido final sonó y la afición prorrumpió en aplausos, al parecer, habíamos ganado. 
Nos levantamos para irnos. Yo no sabía si quedarme pero mis padres insistieron en que apurara para no llegar muy tarde a casa. El viento aumentó mientras caminábamos y empecé a sentir frío. Ya en casa, cogí mi móvil y le mandé un mensaje a Pablo, preguntándole que tal estaba. No contestó. Después de cenar, decidí volver a intentar suerte con una llamada. Obtuve la misma respuesta. Algo preocupada, me fui para la cama.
Cuando me desperté, a las once, me di una ducha. No sabía bien que hacer. Era el día en el que habíamos planeado irnos pero Pablo no me había indicado nada. ¿Debía pasarme por su casa? Sí, vamos, con la mochila y todo. Descarté la idea por estúpida y lo llamé. Me respondió, somnoliento.
-¿Sí?
-¿Qué tal estás?
-Bueno…-suspiró-Cansado, he pasado media noche en el hospital.
Comprendí que por eso no respondiera a mis mensajes ni cogiera mi llamada.
-¿Y eso?
-Lo de la patada de ayer, jugando al fútbol. Me hicieron radiografías y todo pero no tengo nada roto.
-Mejor-suspiré.
-Pero me siento agotado.
-Entonces, ¿hoy nada?-intenté que mi voz no sonara decepcionada.
-No. Lo dejamos para mañana. En serio, casi no puedo ni andar…
-Te creo-tras un instante de silencio, me decidí a colgar-Te dejo descansar,¿vale? Te llamo luego, o me llamas…
-Sí, gracias.
Colgué. Debía esperar un día más. ¿En qué ocupar mi tiempo? Me tumbé en la cama, de nuevo. Encendí el ordenador y puse música, bastante alto. Bajé al piso de abajo pero no había nadie. ¿Estaba sola? En la cocina, encontré una nota.
Noah, hemos ido a la ciudad. Vamos a comprar un par de cosas y dar un paseo. Pensamos que preferirías quedarte y no hemos querido molestarte. Volveremos tarde, prepárate la comida y, si surge, la cena

Hala, genial, estaba sola en casa. Ya tenía yo un presentimiento de que era un día perfecto para irnos. Debía resignarme y esperar. Calenté unos bollos de chocolate que me habían dejado, hechos esa misma mañana. Disfruté de ellos mientras escuchaba, en la lejanía, una melodía de Metallica. Subí a mi habitación y comencé a mirar mi estantería. Necesitaba un libro o, mejor dicho, necesitaba leer. Me calcé, cogí mi cartera y mi móvil, apagué el ordenador y bajé a la librería. Fui con calma, no tenía prisa. Tenía todo el día. Llegué al pequeño local. Cuando entré, una campanita sonó, dándome la bienvenida.
-¡Buenos días!-saludó, la señora mayor que desde siempre trabajara allí. Nunca recordaba su nombre. Era baja y pelirroja, muy amable.
-Hola-respondí, sonriendo.
Observé la cuidadosa disposición de los libros en las estanterías y me acerqué a una. Saqué un libro con una portada muy colorida y leí su sinopsis. Lo dejé de nuevo en su sitio, desinteresada. Estuve más de un cuarto de hora leyendo sinopsis y observando portadas. Al final, me decidí por uno de misterios, asesinatos y terror. Pagué y salí. El sol calentaba con fuerza. No tenía demasiadas ganas de pasar toda la tarde en casa. Volví lentamente a casa. Miré mi reloj. No eran ni las doce, todavía.
Llegué y abrí la puerta. Me sonrojé. No había cerrado con llave. Esperaba que no se hubiera colado un  ladrón o asesino… Pensé en preguntar si había alguien pero nadie iba a responderme aunque estuviera allí dentro. Me tiré en el salón y empecé a leer. Un par de horas después, detuve mi lectura. Estaba muerta de hambre. Preparé una ensaladilla. Decidí ir a la piscina, no creía que estuviera demasiado llena.  Me puse un bikini y un vestido, preparé una bolsa y me marché dando un paseo. Ya en la piscina, que estaba casi vacía, busqué una tumbona. Me quité el vestido que doblé cuidadosamente y guardé en la bolsa. Me coloqué unas gafas de sol y empecé a leer. A media tarde, muerta de sueño y bastante dormida, me vestí y salí del recinto. Volví a casa y me dormí en el sofá, con la televisión encendida.
Me desperté atontada. La luz que entraba en el cuarto era ya difusa. Intenté mirar mi reloj pero recordé que no lo tenía puesto. Gruñí y cogí el móvil, que estaba encima de la mesa. Tenía un mensaje. Bostecé y lo miré. Era de Pablo, preguntándome si quería ir a un rato a su casa. Le contesté en seguida, diciéndole que iba en unos minutos. Me dejé puesto el chándal que me pusiera al llegar de la piscina y me calcé. Tras peinarme, guardé el móvil y las llaves en el bolsillo de la chaqueta. Me aseguré de cerrar bien la puerta y caminé por las, como no, desiertas, calles en dirección a mi destino. Llamé al timbre y me abrió la puerta la madre de Pablo. Inevitablemente, recordé como hace un año, había ido allí a buscar a Pablo, que estaba ya en Layndeian.
-¡Ay, hola! Pasa, pasa, ya me dijo Pablo que venías. Te está esperando en su habitación. No hace falta que te acompañe, ¿verdad? Por cierto ¿qué tal todo?-habló rápidamente.
-Bien, bien-murmuré, impresionada por la cantidad de palabras que había dicho en menos de medio minuto.
Subí las escaleras sin fijarme en los cuadros nuevos que colgaban de las paredes. Ya arriba, pensé un instante. ¿Era la puerta de la derecha o la de la izquierda? Yo pensaba que era la de la derecha…
Estaba abierta, así que, me asomé. Sí, era esa habitación. Entré. Pablo estaba en la silla azul oscuro, a juego con la mesa en la que tenía el ordenador. La cama estaba hecha pero toda arrugada. Había ropa apilada a los pies de la cama y en el suelo. La estantería, tenía los CD tirados, los libros apilados en una montaña…
-¡Hola!-saludé, contenta.
La pantalla del ordenador estaba encendida y mostraba un fondo de pantalla, lleno de carpetas tan desordenadas como la habitación.
-Hola-respondió, girándose.
-¿Sabes qué puedes ordenar esto de vez en cuanto?-señalé con la cabeza el cuarto.
Rió, encogiéndose de hombros.
-Tienes razón.
-¿Qué tal  la pierna?
Vi que llevaba una venda bastante grande desde la rodilla hasta el tobillo en la pierna derecha.
-Aún me duele un poco. Ese tío era una bestia.
-¿Crees que mañana estarás bien?
-Sí. Aunque fuera un no, nos iríamos igual.
-No, siempre podemos esperar…-empecé.
-¡No!-me cortó-Tenemos que acabar con esto cuanto antes.
Movió la silla. Me senté en el borde de la cama.
-¿Estás nerviosa?
Tardé un rato en responder.
-Sí, temo que esta vez las cosas vayan peor de lo que fueron ya…-me atraganté y paré, pensando en Arturo.
-Yo también-reconoció, cabizbajo.
-Me preocupa que tendremos que hacer esta vez-añadí.
Vi que asentía y dirigía la mirada, perdida, a la pantalla de su ordenador.
-¿Has probado a buscar ahí?-señalé.
-¿Buscar, qué?
-Layndeian, Ehia, Akyan, cosas así…
-¿Qué va a aparecer? Hola, somos de Layndeian, un lugar muy extraño y buscamos a un elegido, el que dijera Ehia. Si lo encuentras, responde. Besis-se burló.
-Oye, ¿a mí que me dices? Prueba, no perdemos nada.
-Sí, tiempo.
Bufé y me levanté. Le quité el ratón de la mano, abrí un navegador y comencé a teclear. Tras varias páginas en idiomas que no entendía, cambié la búsqueda. Bastantes páginas que no tenían nada que ver con  lo que yo andaba buscando, ante la impertérrita mirada de Pablo. Cansada, cerré el navegador.
-Tenías razón.
Sacudió la cabeza.
-Creo que me he pasado de borde, lo siento.
Le sonreí.
-Te entiendo. No  tienes nada que disculpar. Con las veces que yo he sido borde contigo sin motivo.
Me acordé del ritual aquel, el de beber sangre, como me había comportado, como una inmadura. Arturo me hiciera razonar. Suspiré.
Escuché ruido de cubiertos y platos, ya casi era la hora de cenar.
-Me voy.  ¿Mañana a las nueve en la plaza?
Aceptó.
-Lleva todo-pedí.
Bajé las escaleras corriendo, me detuve para decir adiós a la madre de Pablo y volví a mi casa.
Metí una pizza en el horno y la devoré casi entera. Me marché a la cama muy pronto, no eran ni las diez, asegurándome de poner el despertador. 

4 comentarios:

  1. Me encanta el melocotón en almíbar jaja Ains, qué nervios... Quiero que vuelvan a Layndeian para que se encuentren con Arturo *________*
    Pues eso, que me gusta mucho :D

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  2. Ohhh que ganas de leer el prox!
    Adoro a pablo qué se le va a hacer... y a arturo tb *-*
    EN fin a ver si subes pronto que me muero de ganas!!!
    Un beso!

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  3. Que ganas de saber que pasa con estos dos, necesito saber que hacen alli de nuevo. Se encontraran de nuevo a Arturo¿? Que misterios les aguardaran¿? Me alegro que se lleven una mochila con cosas que necesitaran, asi iran preparados

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