Seguidores

domingo, 16 de septiembre de 2012

Capítulo 5


Me encerré en mi habitación y no salí ni siquiera para cenar. Nadie vino a buscarme. Me acosté temprano, antes de que la luz del sol hubiera desaparecido por completo. Escuché la entrada de Pablo en la habitación y su suspiro. Me pareció que me miraba fijamente y traté de no moverme, no quería que habláramos. Noté que separaba las sábanas y se acostaba. ¿Estaría enfadado? Tenía que dejar de pensar en él para concentrarme en mis sentimientos. Aunque, en verdad, me seguían importando más los suyos.
Terminé por dormirme, con un gran dolor de cabeza. A la mañana siguiente me encontraba mejor. Tal vez como estaba descansada, pudiera saber que hacer. Me destapé y observé a Pablo. Tenía los ojos abiertos y miraba al techo. Me incorporé y giró la cabeza. No me saludó y en sus ojos me pareció ver dolor. Comprendí que debía tomar una decisión cuanto antes.
-Hola-dije, nerviosa.
Sacudió la cabeza. ¿Era un hola? ¿Qué era eso? ¿Estaba enfadado? Sí, algo de lo que había hecho lo había molestado. Pero, ¿qué exactamente? En el último día ya llevaba una larga lista.
-Lo siento-solté.
Se encogió de hombros. Debía de dar por sentado que estaba hablando exactamente de lo que lo había enfadado. O quizás de todo.
No me sentía con ganas de hablar mucho más.
Me levanté y me marché al baño sin decirle nada. Él tampoco me estaba poniendo las cosas fáciles. No lo culpaba tampoco. Me encerré en el baño y cogí una toalla. Me lavé y sequé. Una de las cosas buenas de aquel viaje tan preparado, era que yo tenía mi ropa, lista para usarla en cualquier momento.
Salí por la puerta y me dirigí a la cocina. Dirigí una mirada de reojo a un par de personas que no conocía y me senté al lado de Arturo. Pablo me miró fijamente, sentado enfrente y apartó la mirada con aspecto de cansancio.
Comí con rapidez, sin atender a las conversaciones y me quedé parada unos instantes. ¿Qué hacer? Volví a mi habitación e hice mi cama.
Arturo entró.
-Sólo quería preguntarte qué tal estás y si ya habéis hablado.
Me encogí de hombros.
-No hemos hablado.
-Hablaré con él-me dijo.
-¡Espera!-lo detuve-Por favor, no le digas nada sobre…hum…eso.
Sacudió la cabeza con delicadeza, apartándose el pelo de los ojos.
Me quedé paralizada allí, incapaz de pensar. Grandes cambios que marcarían  mi  vida se estaban produciendo en esos mismos instantes, a apenas unos metros de distancia sin que yo pudiera hacer nada por evitarlos. Cerré los ojos con fuerza, deseando despertar y que todo hubiera sido un sueño. Un sueño muy malo. Pero no, no era un sueño. Y eso, ya lo sabía. Hacía un año había deseado muchas veces estar soñando. Hay cosas que, por mucha intensidad que pongas al desearlas, jamás se harán realidad. Y esta era una de esas.
Me pareció que pasaba una eternidad hasta que la puerta de mi habitación se volvió a abrir. Pablo me miró fijamente antes de acercarse.
-Hola-sonrió, aunque se notaba que estaba obligándose.
-Hola-agradecí ese cambio con una radiante sonrisa.
-Lo siento. Siento todo, soy un idiota-reconocí, sonrojado.
-¿Qué?-apenas fui capaz de pronunciar ese simple monosílabo de lo sorprendida que estaba.
-Que soy un imbécil. Tenías razón. Debí haberte escuchado y tratar de comprender lo que me explicabas. No debí haberme portado así contigo. Te quiero.
Automáticamente al terminar de hablar, me sentí fatal. ¿Cómo había dudado de él? No lo merecía, claro que no. Traté de reponerme con rapidez para responderle, con la mayor tranquilidad posible.
-No pasa nada. Todos cometemos errores.
-Este ha sido muy grande.
-Para eso estamos aquí, ¿no? Estamos en el mundo para equivocarnos y sufrir  por ello, pero permanecemos el tiempo suficiente en él para arreglarlo y ser felices.
Me sonrió, con confianza.
Cada sonrisa, era una puñalada. Me hacía sentir peor por haber dudado de él. Pablo, que siempre estuviera ahí a cada momento, cada vez que lo necesitara. Era más que un buen amigo, permaneciendo a mi lado en los momentos buenos y también en los malos. A veces, la única persona que me había consolado y tranquilizado, ayudado y querido, a todas horas.
-¿Todo arreglado?-preguntó.
-Eeeeeh, por supuesto-supliqué para que no hubiera prestado atención a mi leve vacilación al comenzar a hablar.
-Por cierto, creo que Valeria me dijo que quería hablar contigo.
-¿Has hablado con ella?-no me esforcé en ocultar lo desagradable que me resultaba aquella noticia.
-Sí. Ha venido a buscarme y me ha estado contando que nos echara muchos de menos a los dos, que a ti te consideraba su mejor amiga-JA, JA, JA, pensé-Y más cosas que no recuerdo. Pero, también me ha dado una noticia que sé que te alegrará-me guiñó un ojo.
-Dilo ya, mala persona-me relajé un poco. Sólo un poco.
-Podemos ir a Bucéfalo cuando queramos.
Solté un gritito de ilusión.
-¿A Bucéfalo? ¿En serio? ¡Es genial! ¿Cuándo vamos?
-¿Hoy?-preguntó.
Acepté, encantada.
-Le diré a Arturo que nos acompañe, él ha ido bastantes veces por lo que me ha dicho Valeria.
-Perfecto.
-Iré a hablarle en un rato, después de darme un baño.
Se alejó. En cuanto desaparecía por el corredor, me acerqué a la habitación de Arturo.
-¡Gracias, gracias, gracias! No sé que le has dicho pero te lo agradezco mucho.
-De nada. Sólo hemos hablado un poco, no he tenido ni que recurrir a la fuerza-bromeó-Pero, piénsate lo que te dije. No hagas nada porque te sientas obligada-añadió, en un tono más serio.
Asentí, agradecida.
-Me marcho a hablar con Valeria-sonreí sarcásticamente.
-Pásatelo bien-me guiñó un ojo de una manera que me pareció especial.
¿Estaba tonta o qué me pasaba? ¿Una manera especial? ¡Sólo me había guiñado un ojo, un gesto de lo más común! Estaba demasiado paranoica. Empezaba a ver sentimientos donde no los había.  Debía reconocer que me había sentido especialmente querida durante aquel breve instante. Me odié por  ello.
Bajé las escaleras corriendo, tropezando y evitando un buen golpe por los pelos. Tal vez un buen golpe en la cabeza me ayudara a colocar cada cosa en su lugar correspondiente, como estaban antes.
Valeria asomó la cabeza, supongo que tratando de averiguar quien se había despeñado por las escaleras.
-Ah, Noah. ¿Estás bien?
-Sí, eso creo. Pablo me ha dicho que querías hablar conmigo.
Lo que me intrigaba era que habíamos hablado hacía un día escaso. ¿Por qué no me lo había contado entonces?
-Muy amable por su parte. ¿Quieres salir a fuera?
Acepté su invitación y nos sentamos bajo un tranquilo árbol de hojas grandes.
-Tienes que impedir todo lo que va a pasar-me espetó, con una rudeza que jamás habría imaginado que poseería.
-¿Qué?
-La guerra. Todo. No puedes permitir que Pablo se arriesgue de esa manera. Prométemelo. Solo tú conseguirás que cambie de opinión.
Me dejó anonadada el dolor que me pareció percibir en su mirada.
-¿Tú… lo quieres?
-Sí, es un buen amigo además de el elegido…-comenzó a soltarme un inmerso discurso que podía no terminar nunca.
-¡Sabes perfectamente a lo que me refiero!-fue brusca, tal vez demasiado, por lo que no contestó-Puedes decirlo, no pasará nada.
Tal vez tuviera miedo de que le saltara al cuello si respondía afirmativamente.
-Sí-respondió, cohibida.
-Lo entiendo, es un gran chico.
-Tienes suerte-susurró-No sabes lo que yo daría por pasar  un solo día a su lado-confesó.
En ese momento mi antipatía se desvaneció para verla tal como se estaba mostrando ante mí: una chica enamorada.
-Te diría que lo siento pero no sé si  queda muy bien en estos momentos-reconocí.
-Da igual. Lo importante es que él es feliz contigo y lo quieres-sonrió.
Me abrumó. Eso era  amor, del verdadero. De todas formas, me resultaba complicado hacerme a la idea, ahora que lo sabía abiertamente. Me los imaginé juntos. No hacían tan mala pareja. ¿Mejor que nosotros en esos momentos? Siempre había pensado que éramos una pareja ideal, destinados a estar juntos… Después de todo lo sucedido no lo tenía tan claro.
-Pero, reconoce que yo te caigo mal.
Se puso muy colorada y balbuceó un par de frases ininteligibles antes de agachar la cabeza.
Sacudí la cabeza y entré en la casa.
Pablo tenía el pelo húmedo. Estaba en la cocina, sirviéndose agua.
-¿Ya has hablado con Valeria?-preguntó, inocentemente.
-Sí-sonreí enigmáticamente.
No insistió en el tema. Mejor. No me apetecía confesarle los sentimientos de ella, aunque creía que él lo sabía todo.
-¿Todavía quieres ir?
Asentí.
Lo dejé que fuera a llamar a Arturo y lo esperé abajo. Al cabo de unos minutos bajaron.
-Me resulta irónico que queráis ir a ver a un caballo antes que a gente que habéis conocido aquí-nos dijo Arturo.
-Si  no quieres acompañarnos, nos las apañaremos solos-le gruñí, regresando a los viejos tiempos. Esperé que se marchara.
En cambio, continuó caminando a nuestro lado.
-Me cuesta hacerme a la idea de que no tengamos que escondernos-señalé mientras abandonábamos el camino secundario para adentrarnos a la vía principal.
-Shylia quería tenerlo en palacio, pero conseguí  convencerla para que estuviera más cerca de mí-me guiñó un ojo.
-¿Has hablado  alguna vez con Shylia?
-Claro, hablamos bastante. Es muy maja.
-Ah, sí, majísima-parpadeé un par de veces, con sorpresa.
-A mí me cayera bien-puntualizó Pablo.
No discutí más.
Las calles me parecían mucho más bonitas al poder caminar por ellas libremente.
-¿Has estado en otro sitios de Layndeian?-me interesé.
-En algunos-reconoció-Pero nunca quise alejarme demasiado de aquí. Hay sitios hermosos-admitió.
-Me gustaría visitarlos algún día, sin presiones-suspiré.
-A lo mejor, podemos hacerlo-me miró fijamente Pablo.
-Sí, contratamos una ruta turística en una agencia de viajes. Pero que sea económica-me burlé.
No me respondió. Odiaba cuando hacía eso. Me gustaban las discusiones tontas, las adoraba.
-Es aquí-señaló Arturo.
Abrió la puerta y nos indicó que pasáramos delante.
Entré y me quedé observando las distintas caballerizas.
-La última a la derecha-dijo en voz alta Arturo.
Apuré el paso hasta llegar y apenas miré a los demás caballos.
-¡Bucéfalo!-exclamé.
-Ah, en verdad no se llama Bucéfalo.
-Yo lo seguiré llamando Bucéfalo. Y supongo que tú también-sonreí a Pablo.
Asintió y abrimos  la puerta para entrar. El caballo estaba reluciente, con las crines sueltas, mucho más bonito de lo que lo recordaba.
Lo acaricié con cariño. Relinchó, contento.
-Ay, qué precioso estás-le dije.
Pablo se rió.
-No sé si ha salido ya, pero a lo mejor podéis dar una vuelta.
Recordé cuanto me había costado dejarme convencer por Pablo para montarlo y el temor que sentía hacia y él. Y hacia cualquier equino.
-Yo ahora…no. Otro día.
Ambos se rieron.
Parecíamos un grupo de amigos. Tres chicos felices, recordando buenos momentos. Pero éramos mucho más que eso. Nos habíamos convertido en compañeros de por vida, estaríamos unidos para siempre aunque intentáramos evitarlo.
Al cabo de un rato, nos marchamos.
-¿Queréis ir a dar una vuelta por aquí cerca, antes de volver?-nos preguntó.
Yo no tenía demasiadas ganas de fiesta. Claramente, no era una fiesta, sólo un paseo pero ese día no me sentía con ánimos.
-Mejor otro día, eh-Pablo habló por mí.
Esa era una de las cosas que me encantaban de él, que a veces podía leerme el pensamiento y decir justamente lo que yo estaba pensando.
Pocas veces me sucediera eso con Arturo. ¿Por qué pensaba en Arturo? Era solo mi amigo. ¿O no? Ya estaba volviéndome repetitiva.
Escuché una conversación entre Arturo y Pablo pero no presté atención. Tenía cosas más importantes en las qué pensar.
¿A quién quería? ¿A Pablo? ¿A Arturo? ¿A ninguno de los dos? Me odiaba por tener que recurrir a esas preguntas absurdas. Yo siempre había querido a Pablo, había prometido que estaría a su lado siempre. Y siempre era la expresión de tiempo más grande que conocía. Lo más horrible, era que cuando yo dijera eso, pensaba que lo cumpliría. Estaba rompiendo promesas que llevaban tres años en pie, sin una sola fisura. Y yo las estaba destrozando en apenas unos días.
Me sorprendió el poco tiempo en el que se podía arruinar algo que llevaba años forjar.
¿Él sentiría lo mismo? ¿O sólo estaba un poco enfadado y terminaría por pasársele?  Debíamos hablar, cuanto antes. Al llegar a casa abordaría el tema, lo tenía decidido.
-¡Ey! ¡Vosotros!-voceó alguien.
Me sorprendió ver a Aklenk. ¿Era él? ¡Sí, era él!
Se acercó a nosotros, sonriente. Iba acompañado de otro chico. Era muy guapo, lo admití nada más verlo. Era fuerte, alto, de aspecto atlético. Por supuesto, no era comparable con Arturo pero, de todas formas, imponía. Me pareció raro también. Su pelo, claro, de un rubio blancuzco, no encajaba con todos los tonos que había visto en el lugar. Sus ojos eran de un azul muy claro. Su piel era pálida. Lo miré de arriba abajo y noté que se sonrojaba. Aparté la vista.
-Me alegro de verte-saludé a Aklenk.
-Y yo a ti, Noah-sonrió, abiertamente-Y a ti, Pablo-rió, muy alegremente.
-Tú y yo nos vemos demasiado a menudo como para que te alegres-bromeó Arturo con complicidad en la mirada, empujándolo.
-Es verdad, y eres demasiado incordiante-le siguió la corriente.
Tras unos segundos, el joven rubio se movió, ligeramente incómodo.
-Os presento a Rewth, mi primo.
Pablo y yo permanecimos en silencio pero Arturo, preguntó:
-¿Cómo no te conozco? Pensaba que conocía a todos-rió.
Rewth pareció relajarse ligeramente.
-Estaba trabajando lejos de aquí, y no me he acercado demasiado a casa-se encogió de hombros-Ya sabes, todo los problemas que ha habido últimamente y demás-murmuró en tono confidencial.
-Sí-gruñí yo-Por eso estamos aquí y demás, muy genial todo-ironicé.
-Ya me ha contado Aklenk-me dijo, sonriente-Y tengo que hablar con vosotros. Si decidís acompañarnos en esto, os tengo que adiestrar.
-¿Perdón? ¿Somos perros para que nos adiestres o personas para que nos enseñes?-me enfadé, tal vez un poco injustamente ya que en su voz no había rastro de menosprecio, si no un tono amistoso.
-Esto…yo…-balbuceó.
-No pasa nada-lo cortó Pablo-Estoy seguro de que Noah no pretendía decir eso-me lanzó una mirada gélida.
-Sí, pretendía decir exactamente lo que dije-lo desafié.
No replicó. Me dedicó una mierda de exasperación.
-Yo me voy-me despedí.
-Espéranos-me pidió Arturo.
-No, quedaos, quedaos. Nos vemos en casa.
Noté que Pablo dudaba entre si seguirme o no. Se quedó, seguramente enfadado.
No me importó. ¿Desde cuándo yo era de esa manera? Reconocía que a veces me pasaba protestando y demás pero tan…desafiante. Lo que había dicho fuera un claro desafío. No sabía porque de repente tenía ganas de demostrarle al mundo quien era yo, que ya no iba a obedecer más órdenes y que, en todo caso, las daría yo.
Atravesé las calles casi corriendo. Por suerte, no me perdí. Dudé entre entrar en la casa, pero no tenía ganas. Recordé aquel lago que había ``visitado´´ con Valeria. Fui  allí y me senté en sus orillas. Esa noche le  diría a Pablo lo que realmente pensaba. Aquella especie de tregua que habíamos establecido se había acabado. No lo soportaba más, había alcanzado mi propio límite.
Esperé pacientemente hasta casi el anochecer para volver. Quería asegurarme de que estaría en la casa. Entré y subí a nuestra habitación. Estaba medio dormido. Dudé entre dejarlo y marcharme silenciosamente o despertarlo. No aguantaba más la presión así que, le sacudí suavemente el brazo.
-Necesitamos hablar-me limité a  decir.
-¿Qué  ha pasado?-se restregó los ojos mientras se incorporaba.
No lo miré a los ojos.
-No sé muy bien como  decírtelo…-me detuve un segundo-Comprenderé que me odies después de esto, no te lo reprocharé. Yo misma me odio por estar haciendo esto…-bajé la voz hasta callarme completamente.
-Noah, ¿vas a decirme  de una vez que está pasando?
-Sí, eso intento. Creo que quiero dejarlo-no lo pensé, simplemente, lo dije.
Miré fijamente el suelo mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Tardó unos minutos en responder.
-¿Cómo? ¿Por qué?-su tono era muy dolido.
No quería llorar. Debía parecer fuerte…
-No finjas que te sorprende, que todo iba bien. Nada  ha ido bien desde que regresamos.
-¿Es por algo qué he hecho o dicho?
-No, no es por nada en concreto. Mis sentimientos, solo eso.
-¿Ya no me quieres?-no respondí-Noah, no sé que decir… Creía  que eras diferente, que me querías, que íbamos a…-su voz se truncó.
-Pablo, lo siento tanto que…-le apoyé una mano en el brazo.
-¡No!-se apartó-No me toques.
Me sentía destrozada. Estaba sufriendo tanto por mi culpa… Pero yo no podía vivir engañada.
-Tres años para que todo quede destruido en apenas unas semanas…-se lamentó-Me cuesta creerlo. Me cuesta aceptar que no estamos juntos. Te echo de menos y te tengo al lado. Sé que todo ha cambiado.
-Por favor, no lo hagas más difícil-supliqué.
Se levantó y se marchó.
Me tiré en la cama. ¿Era esa la decisión correcta? No quería barajar la posibilidad de haberme equivocado. Estaba sola. Y lo peor, la persona a la que más había querido me odiaba. Me odiaba por haberle destrozado el corazón. Me había convertido en una persona horrible. Pablo había tenido razón al decir que destruyera tres años en unas semanas. Todo era mi culpa. Yo era la que dudaba, la que decidiera acabar con todo. ¿Habíamos perdido tres años? Habíamos vivido muy buenos momentos pero ¿realmente nos habíamos querido en algún momento? Sí, nos habíamos querido. ¿Cuándo habíamos dejado de hacerlo? Hacía unas semanas. Tal vez todo empezara cuando él me informó de que debía regresar a Layndeian. ¿Habría sido diferente si se hubiera marchado sin decirme nada? Tal vez él jamás hubiera regresado. No quería pensar más.
Quería desconectar. Necesitaba dejar de torturarme. Ya estaba hecho. No podía hacer nada ni cambiarlo. Sin darme cuenta, empecé a llorar. Era exactamente lo que quería evitar. Pero era imposible. Y en el fondo, lo sabía. Lo peor era que todavía tendríamos que pasar mucho tiempo juntos, conviviendo día a día.
Esa  noche, no bajé a cenar. No me sentía con  ánimos para fingir que todo iba bien. Recordé que compartíamos habitación y me iba a resultar bastante difícil evitarlo durante mucho más tiempo. Me acosté y traté de tranquilizarme. La luna ocupó gran parte del firmamento y Pablo no estaba en la habitación. ¿Debía preocuparme?
Aunque dijera que ya no lo quería, en el fondo seguía importándome. A lo mejor, lo quería, pero de otra forma. Pero, pese a todo, no me levanté. Permanecí despierta gran parte de la noche. No apareció. Cuando el sol empezaba a despuntar, me dormí, agotada.

6 comentarios:

  1. Dioooooooos, ME HA ENCANTADO!^^ el mejor de todos!:D pobre Pablo & pobre Noah...Por una parte quiero que esté con Arturo, pero por otra....tiene que seguir con Pablo...jajaja bueeno, espero que a Pablo no le haya pasado nada...Pobrecito...sniifnssinff..een fin, espero el siguiente con muchas, muchas ganas! Un beeso

    ResponderEliminar
  2. No!!! Aiish que pena!! Es que yo queria que siguiera con Pablo , que me tiene enamorada.... Y Arturo es como el mejor amigo simpatiquisimo!!!! A ver que pasa en el siguiente!
    Está genial!! Un beso :)

    ResponderEliminar
  3. Dios mío, un capítulo perfecto. Pobre Pablo... :S Lo siento mucho por él pero comprendo a Noah, la pobre está tan confusa... ni ella misma se entiende :S ¡Quiero más! Espero que subas pronto :)
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  4. Como que lo han dejado¿? Hacian buena pareja, Noah no puede quedarse ahora con Arturo, el es nuestro. Ahora le has dejado via libre a Valeria. Ya necesito el siguiente

    ResponderEliminar
  5. Noah tiene q seguir con pablo, no hay más que hablar!!!!!!! Es que arturo no sé, no convence como novio para Noah.
    Un beso, quiero ya el siguiente!! May R Ayamonte

    ResponderEliminar
  6. Ehem ehem. Deberías añadir para votar la opción te voy a zurrar con un palo. Nos ahorraríamos mucho. Y TE VOY A ASESINAR D: Solo por eso... ABRAZA A UN CACTUS!
    PD: Ya está, mi comentario cariñoso.

    ResponderEliminar

¡Hola! Alguien que se acuerda de comentar y hacerme feliz :) ¡¡Recuerda confirmar que no eres un robot!! xD
PD: Agradeceré tu comentario mientras no sea spam.