Capítulo 30

Cuando todos se marcharon, sólo quedamos Pablo, Arturo y yo. Además de la mujer que había obligado a todos a marcharse. Era alta y delgada, de porte severo y regio. Llevaba el pelo, azul, largo, recogido en un gran moño. Sus ojos, grandes y de un azul tan intenso como el de su cabello, relucían con un brillo de inteligencia. Vestía un vestido largo, sin hombros, de color blanco con dibujos rúnicos en morado. En los pies llevaba una especie de sandalias de cuero con adornos de piedras preciosas en morado. En su cuello lucía un collar en forma de medallón con una joya morada engarzada en oro. Unos pendientes largos a juego con el collar adornaban sus orejas. Tenía aspecto de ser la que mandaba. Me intimidó un poco.

-Bienvenidos-saludó con una voz cantarina-Soy Lysia-explicó.

-Yo soy Noah-dije simplemente.

-Arturo-gruñó.

Ella asintió y miró a Pablo.

-Debemos hablar en privado-señaló.

La miré fijamente. Bajó la vista, incómoda. ¿Qué le querría decir?

-¿Puedo hablar antes yo con él?-pregunté con voz suave. Asintió-A solas-aclaré.

Nos condujo hasta una habitación, en plan salón. Arturo esperó con ella fuera. Pablo y yo nos sentamos en uno de los sofás. Miré la habitación con atención. Las paredes estaban revestidas de madera, había dos sofás grandes, rellenos de paja, y nada más.

-Te eché de menos-dije, acercándome a él.

-Y yo-respondió, abrazándome con fuerza.

Sonreí.

-¿Estamos a salvo?-pregunté.

Asintió.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Son los que nos van a ayudar, seguidores de Kaelida.

Asentí, aliviada.

-Alguien nos va a ayudar-lo dije en voz alta para empezar a creérmelo.

-Ya no estamos solos-añadió con una sonrisa.

-Tú no les hagas mucho caso, no olvides que te secuestraron-advertí.

Él asintió.

-Salgamos. Antes de que Arturo mate a alguien con lo borde que es-me reí.

Me levanté y Pablo me siguió. Abrimos la puerta. Cerca, en el mismo lugar donde los dejáramos, estaban Lysia y Arturo mirándose fijamente. Él se mostraba muy tenso.

-Ya está-dije.

Lysia asintió.

-Nos toca-señaló-Iré a buscar a Valeria.

Se marchó por las escaleras.

-¿Valeria?-pregunté en un susurro.

Pablo asintió.

-¿No es un nombre extraño para esta gente?

Se encogió de hombros.

-¡A mí qué me dices!

Al poco, Lysia volvió con una chica. Rondaría nuestra edad. Llevaba  el pelo muy largo y liso, de un tono rosado  suelto sobre los hombros. Mostraba una enorme sonrisa en su rostro. Sus ojos, grises y enormes, repletos de bondad, nos miraron. Vestía un vestido lila muy claro, de seda, que resaltaba sus caderas. Era muy guapa.

-Bienvenidos-saludó inclinando  la cabeza con una voz muy serena.

Me percaté que llevaba una diadema de oro que le sujetaba los cabellos.

-Hola-dije solamente.

Arturo  ni se dignó a contestar.

Lysia se alejó y Pablo la siguió.

-Soy Valeria-se presentó, sonriendo.

-Noah-me auto-presenté. 

-Arturo-gruñó.

-Bonitos nombres-halagó con una sonrisa.

Sonreí.

-¿Tenéis hambre?

Asentí y miré a Arturo.

-Venid.

La seguimos  a una cocina. Nos indicó que nos sentáramos en las sillas y comenzó a rebuscar en las alacenas.

-Apuesto a que hace mucho que no coméis nada decente-dijo.

Asentí. Empezó a encender un fogón de esos medio primitivos. Puso  una especie de pota (también algo primitiva) y echó ingredientes. Luego se sentó con nosotros.

-Tendremos que buscaros algo de ropa.

Asentí, agradecida.

-Vestís muy… raro.

-Fue a hablar-gruñó Arturo.

Valeria le sonrió pero yo le pegué un codazo.

-Cállate-le gruñí.

Me miró, escéptico  pero no replicó.

-Así que sois amigos del ``elegido´´-dijo con devoción contenida.

-Se llama Pablo-repliqué-Y es una persona normal.

-Estás equivocada-terció-Es el destinado a acabar con Akyan.

-Es una persona normal-volví a decir, esta vez un poco más alto.

-No, es el  ``elegido´´.

Bufé.

-Joder con el elegido. ¡A él no le gusta!-exclamé, frustrada.

-Es su misión-replicó.

-Qué habéis elegido vosotros-destaqué.

-No. Fue Ehia.

-Ya se podía haber callado la bocaza…

-No hables así de ella-replicó con dureza.

Me callé, a regañadientes.

Se levantó y sacó la comida del fuego. Cogía platos, vasos y cubiertos y nos sirvió. Era una especie de cocido que desprendía un olor exquisito pero a mí  se me había quitado el hambre. Nos los colocó delante.

Arturo  comenzó a comer, hambriento. Yo mordisqueé  y fui  comiendo. Estaba bastante rico. Pero demasiado caliente.

-Enseguida vuelvo-dijo, marchándose.

-Es el elegido-la imité con tono burlón y después bufé.

Arturo rió.

-Por poco te lanzas a su yugular y la matas.

-Es tonta-repliqué por toda respuesta.

-Completamente de acuerdo-contestó.

Reí. Ya no me caía tan mal.

-Aquí están todos locos-dijo.

Asentí.

-Pero cocinan bien-añadió, mirando su plato, casi vacío.

Reí de nuevo.

-No te creas, eso es porque tienes hambre.

Se encogió de hombros.

Al poco, Pablo y Lysia regresaron.

-Veo que estáis comiendo-observó-¿Dónde está Valeria?

-Se marchó hace un rato-contesté.

Salió de la habitación.

-Están todos locos-le dije muy seriamente a Pablo con la completa aprobación de Arturo.