Capítulo 40

En cuanto los jadens estuvieron en su ``casa´´´, volví al interior. Me acerqué al salón donde estaba Pablo. Seguía leyendo.

-¿Te falta mucho?

Hizo un gesto con la mano.

-Vete a buscar a Arturo y luego vienes, espero haber terminado para entonces.

Asentí y me marché. Subí a su habitación que estaba completamente vacía. Paseé un poco por las habitaciones, sin demasiado interés en encontrarle. Parecía que no había casi nadie en la casa. Por lo que había entendido, aquel lugar era como un cuartel general, un punto de encuentro para seguidores de Kaelida. Luego, cada uno tenía su casa, su familia, su vida aparentemente normal. Y aunque sabían lo que se jugaban, nos ayudaban. Todos estaban seguros de que Enlorth o cualquiera de sus secuaces no dudaría en asesinarlos para acabar con la amenaza del elegido.

Volví a la habitación en la que estaba Pablo. No me miró. Me senté a su lado.

-No lo encontré-dije solamente.

-Búscalo en todos los sitios.

-Te he dicho que lo he buscado en todas las habitaciones-me exasperé.

-Tiene que estar en algún lado-comenzó a impacientarse.

¿No me había escuchado bien? ¡¡Qué no lo había encontrado y había mirado en todos los sitios (tal vez con poco interés pero había mirado)!!

-Vete y búscalo-repliqué, encogiéndome de hombros.

-Estoy ocupado-señaló.

-Pues yo no vuelvo a buscarlo. Espero hasta que termines.

-Tiene que estar presente, lo que tengo que decir es importante.

Gruñí en voz baja pero me levanté, decidida a dar otra vuelta por el lugar. Seguí sin encontrarlo. Me topé con Lysia y Valeria conversando en voz baja pero no les presté atención. Yo estaba por allí pero no me interesaban las cosas de ese lugar y, mucho menos, la gente. Yo lo que quería era irme, solucionar todo eso ya y volver a mi pueblo a disfrutar del verano. Quería despertar y que todo hubiera sido un sueño que fuera incapaz de recordar. Un sueño olvidado en algún rincón de mi memoria.

Suspiré, con resignación y cansancio. Ahí no había nadie. Volví a la salita otra vez.

-No hay nadie. Si no me crees, compruébalo por ti mismo-añadí ante su larga mirada.

Se levantó.

-Voy contigo-dije siguiéndolo.

No tenía porque enfadarse tanto. El culpable era Arturo por hacer siempre lo que le daba la gana. Yo siempre hablaba con él. Bueno, siempre no pero la mayoría de las veces.

Recorrió las habitaciones en silencio.

-Pero…-murmuró con turbación.

Lo miré con una sonrisa de suficiencia.

-Hay que creerse más lo que le dice una servidora, ¿eh, Don Pablo?-me burlé.

-A ver donde ha ido el gilipollas ese-estalló.

Bajó casi corriendo las escaleras. Se dirigía a la habitación donde charlaban Valeria y Lysia.

-¿Alguien ha visto a Arturo?-preguntó, en un tono de voz demasiado alto.

Lysia negó con la cabeza pero Valeria asintió.

-Antes lo vi-explicó-Salió por la puerta, le pregunté a donde iba pero me dijo que no era asunto mío.

-Mierda-musitamos Pablo y yo a la vez.

Mientras que Pablo pensaba en silencio yo decidí gritar para soltar mi frustración.

-¡Es gilipollas! ¿En qué idioma hay que decirle las cosas porqué parece que no las entiende a la primera? Cuando lo encuentre voy a hablar muy en serio con él y se va a enterar. Tanto ir de guay por la vida…

-Cálmate-Pablo me apoyó una mano en el hombro.

-Pero es que es…

-Hay que salir a buscarlo-dijo Pablo.

-No puedes salir de aquí-recordó Lysia.

Pablo la miró con fastidio.

-Iré yo-admití.

-No, sola no vas a ninguna parte-negó en rotundo Pablo.

-Id vosotros-propuse mirando a Valeria.

-No, que no se fuera.

-Si lo atrapan puede delatar donde está el elegido si es torturado. Y decir quiénes están aquí-advertí.

Intercambiaron una mirada. Le sonreí a Pablo, intentando animarlo.

-Buscaremos a los demás. Irán a buscarlo, cuando lo encuentren lo traerán-declaró Lysa, levantándose.

-Luego lo matamos-aseguré a Pablo.

Él asintió con cansancio.