Me
desperté de golpe, sobresaltada. Había llegado la hora. Me duché rápidamente,
desayuné y volví con sigilo a mi habitación, donde cogí mi mochila. Comprobando
que llevaba todo lo deseado, salí. El cielo estaba nublado. ¿Debía dar la
vuelta y coger un paraguas plegable? No, me arriesgaría demasiado a que me
pillaran. Llegué a la plaza, donde Pablo me esperaba con una sudadera abrochada
hasta arriba y la capucha cubriéndole el rostro.
-Así
parece que vas a atracar un banco-saludé.
-Apura,
si nos ven…
-Nos
detendrán por sospechosos.
Pero
aceleré el paso y los dos nos marchamos al bosque.
-¿Me
das la ciedyalna?-pedí.
Rebuscó
en su bolsillo. Me dio la piedra, redonda y fría. Le di vueltas en mi mano
derecha mientras empezábamos a caminar.
-¡Se
me ha olvidado una cosa!-me detuve-¡El cargador del móvil!-bromeé, necesitaba
romper la tensión.
Bufó.
No le había hecho gracia. A mí sí, desde luego.
-Rápido.
Cojeaba
un poco y todavía era posible advertir que llevaba puesta la venda.
-¿Estás
seguro de que hoy es el día adecuado para…?
-¡Sí!-me
cortó-No hables más, por favor.
Me
callé, arrepentida. Si siempre me pasaba lo mismo, no sabía callarme y
terminaba por molestar a la gente… Llegamos al lindero del bosque. Quise
detenerme un instante a mirar atrás pero Pablo no me dio tiempo, siguió como si
nada.
Lo
escuché murmurar entre dientes. Al contrario de lo que habría hecho en
cualquier otro momento, no pregunté qué pasaba, guardé silencio.
Este
bosque era muy diferente al que estaríamos internos en menos de unas horas.
Este me gustaba más, el otro despertaría en mí demasiados recuerdos, la gran mayoría
malos. Me mordí el labio, crují los dedos, me coloque la chaqueta… Hice muchos
movimientos, quebrando el silencio del bosque.
Llegamos
a la cueva. Me estremecí y me abroché la chaqueta. Hacía tanto tiempo que había
visto una huella en el suelo, delante de esa entrada que ahora estaba cubierta
de maleza… Cerré los ojos.
Pablo
apartó las ramas y arrancó el musgo más prominente y entró.
-Haz
lo que yo haga.
Me
dispuse a obedecer y saqué mi ciedyalna del bolsillo. Alcanzamos el
fondo de la cueva. Había una muesca en la pared y Pablo colocó la mano con la
piedra sobre ella. Escuché un leve boom y algo se abrió ante nosotros.
Una espiral de luz morada, que giraba y giraba y giraba, hipnotizándote. Me
asusté y traté de retroceder pero recordé que ya había hecho eso una vez.
-Vamos.
Pablo
me agarró la mano y nos introdujimos en su interior. No pude evitar que mis
ojos se llenaran de lágrimas al pensar en todo lo que quedaba atrás.
* *
*
Desperté,
confusa, tendida en un suelo muy frío y ligeramente húmedo. Me llevé una mano a
la cabeza, que me dolía. Abrí los ojos y me incorporé, recordando. Miré a mi
alrededor para asegurarme. Sí, ya estaba en Layndeian. Pablo estaba tumbado a
un par de metros, con los ojos abiertos
de par en par. Empecé a sentir nauseas.
-Uff
qué mareo-me quejé, por fin.
-Esta
vez ha sido peor-reconoció Pablo.
-¿Estamos
en el mismo sitio que el año pasado?
-Eso
creo-asintió Pablo, levantándose-Vámonos.
Comenzamos
a caminar. Yo me perdí entre la bruma que formaran mis recuerdos desde que
volviera a Layndeian.
Apenas
sin darnos cuenta, la noche cayó sobre nosotros. Nos tumbamos en el suelo, con
nuestros respectivos sacos de dormir y comimos un poco.
Me
dormí, hecha un ovillo y muerta de
miedo.
Los
siguientes días, lentos y monótonos, fueron extraños. Apenas nos hablábamos,
apenas nos mirábamos, apenas hacíamos otra cosa que caminar y descansar de vez
en cuando. En menos tiempo que la vez anterior, nos encontramos en la linde del
bosque, cerca de la aldea.
-No
puedo creer que estemos otra vez aquí-murmuré.
En
verdad, la primera vez que estuviera allí, fuera con Arturo a solas, Pablo no
estaba.
-Yo
tampoco-reconoció con la voz ronca.
-¿Esta
vez debemos escondernos?-pregunté.
Negó
con la cabeza.
-Pero,
por si acaso, tendremos cuidado. Iremos a la casa de Lysia.
Respiré
hondo. Era capaz de imaginar todos los sentimientos que me asolarían en cuanto
traspasara el umbral. Intentaría no derrumbarme, ser fuerte.
Todo
me resultaba confuso. Llegamos a la puerta. Me mordí el labio. No, no quería
entrar ahí. Quería marcharme en ese mismo instante, volver a casa. ¿Había hecho
bien insistiendo a Pablo para acompañarlo? Me arrepentí al instante de
pensarlo. Yo quería estar ahí. Debía hacerlo. Al ver que Pablo estaba inmóvil
frente a la puerta, pensando, golpeé con los nudillos. Esperamos durante unos
minutos y Lysia en persona apareció.
-¡Habéis
llegado!-sonrió, mientras sus ojos se iluminaban-Pasad, debéis de estar
cansados. ¿No os sorprende que sepa que veníais?
Negamos
con la cabeza.
-Es
que sois tan listos…-nos alabó.
-¿Porqué
hemos vuelto?-cortó Pablo, con bastante mal humor, rompiendo de un golpe sordo
y seco el buen humor con que nos recibiera.
-Enseguida
os lo explicaré. Subid a las habitaciones que ocupasteis y dejad vuestras
cosas.
No
miré a Pablo y obedecí.
-Voy
a darme un baño. Espera aquí.
Me
tumbé en la cama y cerré los ojos. La puerta se abrió.
-¿Ya
has acabado?-abrí los ojos, sorprendida.
La
imagen que vi, me dejó fría. Me restregué los ojos, ya anegados en lágrimas,
intentando volver a la realidad. ¿Era todo un sueño? No podía ser que Arturo
estuviera vivo, delante de mí, mostrando una sonrisa ligeramente triste…
Me
levanté.
-¿Eres
tú?-murmuré.
Asintió
con la cabeza. Corrí a abrazarlo, inmensamente alegre.
-Pensaba
que estabas muerto-lloré-Lo siento, fue todo culpa mía, nuestra…
Me
sequé la nariz que goteaba pero un torrente de lágrimas continuaba su avance
imparable por mi rostro.
-No
pasa nada-era su voz y eso consiguió que me estremeciera.
Parecía
tan real. Definitivamente, no podía ser un sueño. A lo mejor me estaba
volviendo loca y era una alucinación.
-Lo
siento-confesé, aunque fuera una alucinación, tenía que decirlo-Siento que
fuera todo mi culpa, siento haber sido una borde, nunca pensé ni sentí todo lo
que dije, me arrepentí tanto cuando…
-Shh…
Ya pasó. Yo tampoco fui demasiado amable, entiendo todo lo que hiciste.
-¿No
me guardas rencor ni me odias ni nada así?-pregunté, separándome para mirar sus
grandes ojos castaños.
-No-sonrió.
No
recordaba que su sonrisa fuera así de bonita pero consiguió que, entre ríos
salados, yo sonriera también.
-¿Qué
ha pasado?-sollocé, nerviosa.
Me
había derrumbado. Todo lo que no había llorado se había abalanzado sobre mí en
el peor momento.
-Deja
de llorar ya, anda. Que vas a conseguir emocionarme-aunque intentó bromear, en
su voz noté que también estaba afectado.
-Lo
siento-repetí-Pero tú no sabes lo mal que lo hemos pasado pensando que tú…
La
puerta se abrió y Pablo apareció, con el pelo mojado. Se puso muy pálido,
parecía a punto de desmayarse. Nadia habló, nos miramos en silencio.
-¿Qué
ha pasado?-apenas fue capaz de hablar.
-Os
lo explicaré ahora-aclaró Arturo-Pero antes, prefiero que os sentéis, tenéis
cara de haber visto a un fantasma-me guiñó un ojo.
-Es
que, técnicamente, lo hemos visto-pronuncié.
-¿Qué
os pensabais? ¿Qué yo, practicante de taekwondo desde hace años, iba a ser tan
fácil de vencer? Me ofendéis.
Me
sorprendí. No debía de recordar lo que había pasado. Yo todavía me sentía
aterrorizada al recordarlo.
-No
creo que…-empecé pero me detuve-Cuenta lo que sucedió, por favor.
-Recuerdo
que estábamos luchando ya. Akyan iba a golpear a Pablo y yo me interpuse. Me
dio-frunció el ceño-Dolía, mucho-su mirada vagó perdida por la habitación
durante unos instantes-Todo estuvo oscuro durante mucho tiempo. Desperté en una
casa de piedra, hacía frío. Tardé mucho en volver aquí, no recordaba nada.
Vosotros no estabais, estuve un tiempo pensando que murierais-parecía realmente
entristecido al decirlo-Llegué aquí y me reconocieron. Me contaron que ya no
estabais. No pude hacer nada. Llevo un año aquí atrapado.
-Lo
siento, en serio. Nosotros pensamos…-empecé, comprendiendo todo lo que había
pasado.
-De
verdad, te juro que me aseguré de que no respirabas-me interrumpió Pablo-En
serio, no había nada de pulso.
-Te
creo. A ver, si no ha sido algo extraño, increíble ¿cómo llegué a aquella casa?
No tiene sentido.
-¿Cómo
ha sido este año?-pregunté.
Se
encogió de hombros.
-Al
principio, duro, mucho. No conocía a nadie, no quería tener nada que ver con
nadie… Nada tenía sentido. Lentamente, me he ido acostumbrando. Ahora las cosas
iban algo mejor. Pero, de todos modos, deseaba que vinierais.
-¿Cómo
es que ya lo sabíais?
-A
mí me lo dijo Lysia. No me pareció importante preguntar. Tenía una esperanza a
la que aferrarme-se hizo un incómodo silencio que él volvió a romper-Llevo todo
el tiempo queriendo preguntaros esto… ¿sabéis algo de mi familia?
Pablo
y yo intercambiamos una mirada. ¿Quién hablaba? Decidí hacerlo yo.
-Ellos…han
salido en muchos medios de comunicación al principio. Ahora, ya no tanto.
Parecían…destrozados-confesé.
Soltó
un suspiro de cansancio.
-¿Vamos
a volver a casa?-nos miró con los ojos húmedos, parecía que iba a echarse a
llorar en cualquier momento.
Esta
vez, le di el turno de palabra a Pablo, no me sentía con ánimos de contestar.
-No
lo sé. No sé todavía ni que hacemos aquí-estaba algo furioso.
-Tranquilo,
tío.
Pablo
rió.
-Nunca
pensé que tú me mandarías tranquilizarme. El año pasado, todo habría sido al
revés.
-He
aprendido mucho sobre la paciencia, la calma, el autocontrol…en este año. No me
he aburrido. Bueno, sí. Pero también aprendí cosas-aclaró.
Sonreí.
-Todos
hemos aprendido cosas, tanto aquí, en Layndeian, como en nuestras casas, con el
día a día. Las pérdidas vividas, lo sufrido, los sentimientos
experimentados…-enumeré. Ambos me miraban fijamente cuando terminé, así que, me
sonrojé.
-Tengo
ganas de volver-susurró.
-Esto…
Arturo, ¿te molesta si hablo un minuto con Pablo a solas?
Negó
con la cabeza y salió.
-Estaré
en la habitación de la otra vez-informó.
Asentí.
-Yo
pensaba que él…-tartamudeó Pablo.
-Sí,
yo también-lo corté-Pobre, lo mal que lo ha pasado. ¿Crees que hay alguna forma
de que vuelva a casa él solo y nos quedamos nosotros aquí?
-Creo
que no, no lo sé. La primera vez que vinimos ¿recuerdas que me seguiste? Y
cuando intentamos dar la vuelta, el portal ya estaba cerrado. Supongo que habrá
pasado lo mismo, y sin piedra de ciedyalna...
-¿Y
si le doy mi piedra?
-No,
a lo mejor luego no puedes volver y te quedas aquí para siempre.
-El
año pasado no hubo ese problema-recalqué.
-No
lo hagas.
-¿Qué
pretendes, que siga sufriendo?-alcé la voz-Ya ha soportado bastante por nuestra
culpa. Se ve que no recuerdas que se quedó aquí en un intento de protegerte, si
no, ahora estarías muerto-le apoyé un dedo en el pecho-Voy a hablar con Lysia y
se la daré-declaré.
-Noah,
no-advirtió.
-Me
da igual lo que me digas-gruñí, abriendo la puerta y saliendo.
-Ya
empezamos…-escuché, que se quejaba.
Me
acerqué a la puerta de Arturo pero decidí no contarle nada hasta que estuviera
casi segura. No quería crearle esperanzas que luego se deshicieran como un
cubito de hielo en un día de sol, en pleno mes de agosto.
Bajé
las escaleras casi corriendo, llamando a Lysia.
-¿Qué
ha pasado?-apareció, sorprendida.
-Tengo
que hacerte una pregunta-le conté atropelladamente mi plan.
-Creo
que podría funcionar-declaró-Pero no es algo seguro. Este lugar es mágico, por
eso, las cosas a veces suceden de una forma u otra. A lo mejor luego tú no
puedes volver-me miró, enarcando las cejar mientras esperaba mi reacción.
-Estoy
dispuesta a correr ese riesgo.
Subí
las escaleras y entré en la habitación de Arturo.
-Tengo
muy buenas noticias. ¿Puedo sentarme?-señalé la cama, donde él estaba.
Asintió.
-Creo
que puedes volver a casa ya.
-¿Eh?
Siempre me han repetido que no había forma de que…
-Pero
ahora tienes esto-le di mi ciedyalna.
Estaba
sorprendido.
-Pero,
Noah…
-Ahora
te lo cuento-dije, antes de empezar a relatarle mis ideas.
-¿Y
si no puedes volver?-fue lo primero que dijo en cuanto terminé de hablar.
-Oh,
vamos, eso no pasará.
-Puede-me
respondió-No puedo hacerlo si sé que tú te quedarás atrapada.
-Por
favor, es lo único que puedo hacer para sentirme bien después de tanto tiempo,
sin remordimientos.
Agachó
la cabeza.
-Pablo
me odiaría si por mi culpa tú no pudieras volver-tragó saliva.
-Por
favor, te lo suplico-rogué-Sé que tu tiempo aquí ha terminado.
Noté
su dilema.
Le
apreté la mano en la que todavía sostenía la piedra.
-Guárdala.
Cuando te sientas preparado para irte, dínoslo-le sonreí, marchándome.
Me
fui a mi habitación.
-¿Ya
lo has hecho?-me gruñó Pablo.
-Sí-afirmé,
ignorando su tono de enfado.
-Muy
bien, genial tu idea. ¿A qué Arturo ha aceptado sin dudar?
-Para
tu información, no. He tenido que insistir, y aún no me ha parecido muy
convencido.
-Iré
a hablar con él-se levantó.
-No-negué-Déjalo.
Tú no tienes porque meterte en mi vida ni en lo que hago con ella-estallé-Y en
la de Arturo tampoco.
-¿Crees
que no? Así que, ahora ni tengo derecho a meterme en tu vida…
-No,
soy dueña de mis propias decisiones.
-Nunca
debí de haberte dicho nada sobre venir esta vez-susurró con enfado.
Tragué
saliva. Eso había sido muy duro. No quería llegar a tanto. Pero fuera él, de
modo que, repliqué.
-Seguro
que ahora estaríamos mejor los dos. Nunca debí ir a buscarte.
Me
miró, sombrío. Se giró y se marchó. No traté de detenerlo. No sabía si de
verdad sentía lo que había dicho. ¿No quería que todo hubiera sucedido? Desde
luego, mi vida será muy diferente. Me mordí el labio inferior.
Comenzaba
a sentir que me ahogaba entre esas paredes, ¿sería conveniente que saliera?
Sólo iría a la parte de atrás, a que me diera un poco el aire.
Por
si acaso me lo prohibían, bajé con el mayor sigilo posible. Abrí la puerta y
salí. El aire me removió el pelo. Ya estaba más tranquila. Me acerqué al
lavadero y vi que no estaba sola. Pablo estaba allí. Podría dar media vuelta
sin que me viera y… No. Me acerqué y me senté sobre las piedras que formaban un
banco para colocar la ropa, justo a su lado. Me miró de reojo pero no se giró.
-Lo
siento-suspiré. Parecía que me tocaba a mí disculparme-No quería decir todo lo
que dije.
-Pues
parecías muy convencida.
No
iba a ayudarme a pedir perdón.
-A
ver, déjame hablar. Sabes que siempre soy yo la que mete la pata y dice cosas
que no piensa. Y desde luego no creo que no tengas derecho a meterte en mi vida
pero, yo he pensado mucho esta decisión y estoy completamente segura. Tampoco
pienso que no hubiera debido venir hace un año. Sólo fue un momento de…
cabezonería.
-Yo…
yo… no puedo decir lo mismo-lo dijo en tono de disculpa.
¿Decir
lo mismo? Pero ¿seguía enfadado? Yo no entendía que quería decir. Si es que
siempre lo fastidiaba todo, lo sabía. Interrumpió mis pensamientos con su voz:
-Sigo
pensando que no deberías estar aquí. No sé porque te lo conté.
-Hummm...
déjame pensar, ¿por qué soy tu novia?
-No
debí de hacerlo.
Respiré
hondo para no replicarle y para aportar algo de sentido común a nuestra
conversación.
-¿Vamos
a volver a discutir?-pregunté.
Negó
con la cabeza.
-No
quiero hablar ahora.
Traté
de mostrarme comprensiva y me levanté con intención de marcharme.
-Quédate-pidió-Por
favor.
Acepté,
extrañada. Suponía que querría estar solo para pensar.
-Es
que… no sé. Estoy confuso ¿vale?
-Si
yo te entiendo, no creas que…
-No
lo entiendes, no lo digas por decir-me interrumpió.
-Está
bien-reconocí-No lo entiendo. Para nada. Pero, me gustaría entenderlo.
No
habló.
-Deberíamos
preguntar porque estamos aquí. ¿Te has dado cuenta de que aún no lo sabemos?
Asentí.
-¿Ahora?
Me
indicó que sí y se levantó.
me encanto el capitulo, ese enfado que tienen los dos te quedo genial =)
ResponderEliminarJo, yo quiero que Noah y Arturo salgan juntos :D Pablo me cae un poquito mal :S Es un poco tonto, pero creo que ya te lo había dicho jajaj
ResponderEliminarPor cierto, a mí me parece excesivamente extraño que Arturo siga con vida... Me da muy mal rollo...
Me ha gustado mucho. Noah no se puede quedar alli. Han encontrado a Arturo me alegro. Pero para qur han vuelto? Quiero saber el porque esta alli, necesito el siguiente capitulo yaaaa
ResponderEliminarOhhh me gusto muchisimo!!!! Yo lo siento, pero quiero que pablo sea para noah, no arturo e.e'
ResponderEliminarTengo ganas de leer el prox!!
Sube más pronto! Pero no te meto prisa porque tú no me la metes a mi. ME ENCANTA!
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