Me
encerré en mi habitación y no salí ni siquiera para cenar. Nadie vino a
buscarme. Me acosté temprano, antes de que la luz del sol hubiera desaparecido
por completo. Escuché la entrada de Pablo en la habitación y su suspiro. Me
pareció que me miraba fijamente y traté de no moverme, no quería que
habláramos. Noté que separaba las sábanas y se acostaba. ¿Estaría enfadado?
Tenía que dejar de pensar en él para concentrarme en mis sentimientos. Aunque,
en verdad, me seguían importando más los suyos.
Terminé
por dormirme, con un gran dolor de cabeza. A la mañana siguiente me encontraba
mejor. Tal vez como estaba descansada, pudiera saber que hacer. Me destapé y
observé a Pablo. Tenía los ojos abiertos y miraba al techo. Me incorporé y giró
la cabeza. No me saludó y en sus ojos me pareció ver dolor. Comprendí que debía
tomar una decisión cuanto antes.
-Hola-dije,
nerviosa.
Sacudió
la cabeza. ¿Era un hola? ¿Qué era eso? ¿Estaba enfadado? Sí, algo de lo que
había hecho lo había molestado. Pero, ¿qué exactamente? En el último día ya
llevaba una larga lista.
-Lo
siento-solté.
Se
encogió de hombros. Debía de dar por sentado que estaba hablando exactamente de
lo que lo había enfadado. O quizás de todo.
No
me sentía con ganas de hablar mucho más.
Me
levanté y me marché al baño sin decirle nada. Él tampoco me estaba poniendo las
cosas fáciles. No lo culpaba tampoco. Me encerré en el baño y cogí una toalla.
Me lavé y sequé. Una de las cosas buenas de aquel viaje tan preparado, era que
yo tenía mi ropa, lista para usarla en cualquier momento.
Salí
por la puerta y me dirigí a la cocina. Dirigí una mirada de reojo a un par de
personas que no conocía y me senté al lado de Arturo. Pablo me miró fijamente,
sentado enfrente y apartó la mirada con aspecto de cansancio.
Comí
con rapidez, sin atender a las conversaciones y me quedé parada unos instantes.
¿Qué hacer? Volví a mi habitación e hice mi cama.
Arturo
entró.
-Sólo
quería preguntarte qué tal estás y si ya habéis hablado.
Me
encogí de hombros.
-No
hemos hablado.
-Hablaré
con él-me dijo.
-¡Espera!-lo
detuve-Por favor, no le digas nada sobre…hum…eso.
Sacudió
la cabeza con delicadeza, apartándose el pelo de los ojos.
Me
quedé paralizada allí, incapaz de pensar. Grandes cambios que marcarían mi
vida se estaban produciendo en esos mismos instantes, a apenas unos
metros de distancia sin que yo pudiera hacer nada por evitarlos. Cerré los ojos
con fuerza, deseando despertar y que todo hubiera sido un sueño. Un sueño muy
malo. Pero no, no era un sueño. Y eso, ya lo sabía. Hacía un año había deseado
muchas veces estar soñando. Hay cosas que, por mucha intensidad que pongas al
desearlas, jamás se harán realidad. Y esta era una de esas.
Me
pareció que pasaba una eternidad hasta que la puerta de mi habitación se volvió
a abrir. Pablo me miró fijamente antes de acercarse.
-Hola-sonrió,
aunque se notaba que estaba obligándose.
-Hola-agradecí
ese cambio con una radiante sonrisa.
-Lo
siento. Siento todo, soy un idiota-reconocí, sonrojado.
-¿Qué?-apenas
fui capaz de pronunciar ese simple monosílabo de lo sorprendida que estaba.
-Que
soy un imbécil. Tenías razón. Debí haberte escuchado y tratar de comprender lo
que me explicabas. No debí haberme portado así contigo. Te quiero.
Automáticamente
al terminar de hablar, me sentí fatal. ¿Cómo había dudado de él? No lo merecía,
claro que no. Traté de reponerme con rapidez para responderle, con la mayor
tranquilidad posible.
-No
pasa nada. Todos cometemos errores.
-Este
ha sido muy grande.
-Para
eso estamos aquí, ¿no? Estamos en el mundo para equivocarnos y sufrir por ello, pero permanecemos el tiempo
suficiente en él para arreglarlo y ser felices.
Me
sonrió, con confianza.
Cada
sonrisa, era una puñalada. Me hacía sentir peor por haber dudado de él. Pablo,
que siempre estuviera ahí a cada momento, cada vez que lo necesitara. Era más
que un buen amigo, permaneciendo a mi lado en los momentos buenos y también en
los malos. A veces, la única persona que me había consolado y tranquilizado,
ayudado y querido, a todas horas.
-¿Todo
arreglado?-preguntó.
-Eeeeeh,
por supuesto-supliqué para que no hubiera prestado atención a mi leve
vacilación al comenzar a hablar.
-Por
cierto, creo que Valeria me dijo que quería hablar contigo.
-¿Has
hablado con ella?-no me esforcé en ocultar lo desagradable que me resultaba
aquella noticia.
-Sí.
Ha venido a buscarme y me ha estado contando que nos echara muchos de menos a
los dos, que a ti te consideraba su mejor amiga-JA, JA, JA, pensé-Y más cosas
que no recuerdo. Pero, también me ha dado una noticia que sé que te alegrará-me
guiñó un ojo.
-Dilo
ya, mala persona-me relajé un poco. Sólo un poco.
-Podemos
ir a Bucéfalo cuando queramos.
Solté
un gritito de ilusión.
-¿A
Bucéfalo? ¿En serio? ¡Es genial! ¿Cuándo vamos?
-¿Hoy?-preguntó.
Acepté,
encantada.
-Le
diré a Arturo que nos acompañe, él ha ido bastantes veces por lo que me ha
dicho Valeria.
-Perfecto.
-Iré
a hablarle en un rato, después de darme un baño.
Se
alejó. En cuanto desaparecía por el corredor, me acerqué a la habitación de
Arturo.
-¡Gracias,
gracias, gracias! No sé que le has dicho pero te lo agradezco mucho.
-De
nada. Sólo hemos hablado un poco, no he tenido ni que recurrir a la
fuerza-bromeó-Pero, piénsate lo que te dije. No hagas nada porque te sientas
obligada-añadió, en un tono más serio.
Asentí,
agradecida.
-Me
marcho a hablar con Valeria-sonreí sarcásticamente.
-Pásatelo
bien-me guiñó un ojo de una manera que me pareció especial.
¿Estaba
tonta o qué me pasaba? ¿Una manera especial? ¡Sólo me había guiñado un ojo, un
gesto de lo más común! Estaba demasiado paranoica. Empezaba a ver sentimientos
donde no los había. Debía reconocer que
me había sentido especialmente querida durante aquel breve instante. Me odié
por ello.
Bajé
las escaleras corriendo, tropezando y evitando un buen golpe por los pelos. Tal
vez un buen golpe en la cabeza me ayudara a colocar cada cosa en su lugar
correspondiente, como estaban antes.
Valeria
asomó la cabeza, supongo que tratando de averiguar quien se había despeñado por
las escaleras.
-Ah,
Noah. ¿Estás bien?
-Sí,
eso creo. Pablo me ha dicho que querías hablar conmigo.
Lo
que me intrigaba era que habíamos hablado hacía un día escaso. ¿Por qué no me
lo había contado entonces?
-Muy
amable por su parte. ¿Quieres salir a fuera?
Acepté
su invitación y nos sentamos bajo un tranquilo árbol de hojas grandes.
-Tienes
que impedir todo lo que va a pasar-me espetó, con una rudeza que jamás habría
imaginado que poseería.
-¿Qué?
-La
guerra. Todo. No puedes permitir que Pablo se arriesgue de esa manera.
Prométemelo. Solo tú conseguirás que cambie de opinión.
Me
dejó anonadada el dolor que me pareció percibir en su mirada.
-¿Tú…
lo quieres?
-Sí,
es un buen amigo además de el elegido…-comenzó a soltarme un inmerso discurso
que podía no terminar nunca.
-¡Sabes
perfectamente a lo que me refiero!-fue brusca, tal vez demasiado, por lo que no
contestó-Puedes decirlo, no pasará nada.
Tal
vez tuviera miedo de que le saltara al cuello si respondía afirmativamente.
-Sí-respondió,
cohibida.
-Lo
entiendo, es un gran chico.
-Tienes
suerte-susurró-No sabes lo que yo daría por pasar un solo día a su lado-confesó.
En
ese momento mi antipatía se desvaneció para verla tal como se estaba mostrando
ante mí: una chica enamorada.
-Te
diría que lo siento pero no sé si queda
muy bien en estos momentos-reconocí.
-Da
igual. Lo importante es que él es feliz contigo y lo quieres-sonrió.
Me
abrumó. Eso era amor, del verdadero. De
todas formas, me resultaba complicado hacerme a la idea, ahora que lo sabía
abiertamente. Me los imaginé juntos. No hacían tan mala pareja. ¿Mejor que
nosotros en esos momentos? Siempre había pensado que éramos una pareja ideal,
destinados a estar juntos… Después de todo lo sucedido no lo tenía tan claro.
-Pero,
reconoce que yo te caigo mal.
Se
puso muy colorada y balbuceó un par de frases ininteligibles antes de agachar
la cabeza.
Sacudí
la cabeza y entré en la casa.
Pablo
tenía el pelo húmedo. Estaba en la cocina, sirviéndose agua.
-¿Ya
has hablado con Valeria?-preguntó, inocentemente.
-Sí-sonreí
enigmáticamente.
No
insistió en el tema. Mejor. No me apetecía confesarle los sentimientos de ella,
aunque creía que él lo sabía todo.
-¿Todavía
quieres ir?
Asentí.
Lo
dejé que fuera a llamar a Arturo y lo esperé abajo. Al cabo de unos minutos
bajaron.
-Me
resulta irónico que queráis ir a ver a un caballo antes que a gente que habéis
conocido aquí-nos dijo Arturo.
-Si no quieres acompañarnos, nos las apañaremos
solos-le gruñí, regresando a los viejos tiempos. Esperé que se marchara.
En
cambio, continuó caminando a nuestro lado.
-Me
cuesta hacerme a la idea de que no tengamos que escondernos-señalé mientras
abandonábamos el camino secundario para adentrarnos a la vía principal.
-Shylia
quería tenerlo en palacio, pero conseguí
convencerla para que estuviera más cerca de mí-me guiñó un ojo.
-¿Has
hablado alguna vez con Shylia?
-Claro,
hablamos bastante. Es muy maja.
-Ah,
sí, majísima-parpadeé un par de veces, con sorpresa.
-A
mí me cayera bien-puntualizó Pablo.
No
discutí más.
Las
calles me parecían mucho más bonitas al poder caminar por ellas libremente.
-¿Has
estado en otro sitios de Layndeian?-me interesé.
-En
algunos-reconoció-Pero nunca quise alejarme demasiado de aquí. Hay sitios
hermosos-admitió.
-Me
gustaría visitarlos algún día, sin presiones-suspiré.
-A
lo mejor, podemos hacerlo-me miró fijamente Pablo.
-Sí,
contratamos una ruta turística en una agencia de viajes. Pero que sea
económica-me burlé.
No
me respondió. Odiaba cuando hacía eso. Me gustaban las discusiones tontas, las
adoraba.
-Es
aquí-señaló Arturo.
Abrió
la puerta y nos indicó que pasáramos delante.
Entré
y me quedé observando las distintas caballerizas.
-La
última a la derecha-dijo en voz alta Arturo.
Apuré
el paso hasta llegar y apenas miré a los demás caballos.
-¡Bucéfalo!-exclamé.
-Ah,
en verdad no se llama Bucéfalo.
-Yo
lo seguiré llamando Bucéfalo. Y supongo que tú también-sonreí a Pablo.
Asintió
y abrimos la puerta para entrar. El
caballo estaba reluciente, con las crines sueltas, mucho más bonito de lo que
lo recordaba.
Lo
acaricié con cariño. Relinchó, contento.
-Ay,
qué precioso estás-le dije.
Pablo
se rió.
-No
sé si ha salido ya, pero a lo mejor podéis dar una vuelta.
Recordé
cuanto me había costado dejarme convencer por Pablo para montarlo y el temor
que sentía hacia y él. Y hacia cualquier equino.
-Yo
ahora…no. Otro día.
Ambos
se rieron.
Parecíamos
un grupo de amigos. Tres chicos felices, recordando buenos momentos. Pero
éramos mucho más que eso. Nos habíamos convertido en compañeros de por vida,
estaríamos unidos para siempre aunque intentáramos evitarlo.
Al
cabo de un rato, nos marchamos.
-¿Queréis
ir a dar una vuelta por aquí cerca, antes de volver?-nos preguntó.
Yo
no tenía demasiadas ganas de fiesta. Claramente, no era una fiesta, sólo un
paseo pero ese día no me sentía con ánimos.
-Mejor
otro día, eh-Pablo habló por mí.
Esa
era una de las cosas que me encantaban de él, que a veces podía leerme el
pensamiento y decir justamente lo que yo estaba pensando.
Pocas
veces me sucediera eso con Arturo. ¿Por qué pensaba en Arturo? Era solo mi
amigo. ¿O no? Ya estaba volviéndome repetitiva.
Escuché
una conversación entre Arturo y Pablo pero no presté atención. Tenía cosas más
importantes en las qué pensar.
¿A
quién quería? ¿A Pablo? ¿A Arturo? ¿A ninguno de los dos? Me odiaba por tener
que recurrir a esas preguntas absurdas. Yo siempre había querido a Pablo, había
prometido que estaría a su lado siempre. Y siempre era la expresión de tiempo
más grande que conocía. Lo más horrible, era que cuando yo dijera eso, pensaba
que lo cumpliría. Estaba rompiendo promesas que llevaban tres años en pie, sin
una sola fisura. Y yo las estaba destrozando en apenas unos días.
Me
sorprendió el poco tiempo en el que se podía arruinar algo que llevaba años
forjar.
¿Él
sentiría lo mismo? ¿O sólo estaba un poco enfadado y terminaría por pasársele? Debíamos hablar, cuanto antes. Al llegar a
casa abordaría el tema, lo tenía decidido.
-¡Ey!
¡Vosotros!-voceó alguien.
Me
sorprendió ver a Aklenk. ¿Era él? ¡Sí, era él!
Se
acercó a nosotros, sonriente. Iba acompañado de otro chico. Era muy guapo, lo admití
nada más verlo. Era fuerte, alto, de aspecto atlético. Por supuesto, no era
comparable con Arturo pero, de todas formas, imponía. Me pareció raro también.
Su pelo, claro, de un rubio blancuzco, no encajaba con todos los tonos que
había visto en el lugar. Sus ojos eran de un azul muy claro. Su piel era
pálida. Lo miré de arriba abajo y noté que se sonrojaba. Aparté la vista.
-Me
alegro de verte-saludé a Aklenk.
-Y
yo a ti, Noah-sonrió, abiertamente-Y a ti, Pablo-rió, muy alegremente.
-Tú
y yo nos vemos demasiado a menudo como para que te alegres-bromeó Arturo con
complicidad en la mirada, empujándolo.
-Es
verdad, y eres demasiado incordiante-le siguió la corriente.
Tras
unos segundos, el joven rubio se movió, ligeramente incómodo.
-Os
presento a Rewth, mi primo.
Pablo
y yo permanecimos en silencio pero Arturo, preguntó:
-¿Cómo
no te conozco? Pensaba que conocía a todos-rió.
Rewth
pareció relajarse ligeramente.
-Estaba
trabajando lejos de aquí, y no me he acercado demasiado a casa-se encogió de
hombros-Ya sabes, todo los problemas que ha habido últimamente y demás-murmuró
en tono confidencial.
-Sí-gruñí
yo-Por eso estamos aquí y demás, muy genial todo-ironicé.
-Ya
me ha contado Aklenk-me dijo, sonriente-Y tengo que hablar con vosotros. Si
decidís acompañarnos en esto, os tengo que adiestrar.
-¿Perdón?
¿Somos perros para que nos adiestres o personas para que nos enseñes?-me
enfadé, tal vez un poco injustamente ya que en su voz no había rastro de
menosprecio, si no un tono amistoso.
-Esto…yo…-balbuceó.
-No
pasa nada-lo cortó Pablo-Estoy seguro de que Noah no pretendía decir eso-me
lanzó una mirada gélida.
-Sí,
pretendía decir exactamente lo que dije-lo desafié.
No
replicó. Me dedicó una mierda de exasperación.
-Yo
me voy-me despedí.
-Espéranos-me
pidió Arturo.
-No,
quedaos, quedaos. Nos vemos en casa.
Noté
que Pablo dudaba entre si seguirme o no. Se quedó, seguramente enfadado.
No
me importó. ¿Desde cuándo yo era de esa manera? Reconocía que a veces me pasaba
protestando y demás pero tan…desafiante. Lo que había dicho fuera un claro
desafío. No sabía porque de repente tenía ganas de demostrarle al mundo quien
era yo, que ya no iba a obedecer más órdenes y que, en todo caso, las daría yo.
Atravesé
las calles casi corriendo. Por suerte, no me perdí. Dudé entre entrar en la
casa, pero no tenía ganas. Recordé aquel lago que había ``visitado´´ con
Valeria. Fui allí y me senté en sus
orillas. Esa noche le diría a Pablo lo
que realmente pensaba. Aquella especie de tregua que habíamos establecido se
había acabado. No lo soportaba más, había alcanzado mi propio límite.
Esperé
pacientemente hasta casi el anochecer para volver. Quería asegurarme de que
estaría en la casa. Entré y subí a nuestra habitación. Estaba medio dormido.
Dudé entre dejarlo y marcharme silenciosamente o despertarlo. No aguantaba más
la presión así que, le sacudí suavemente el brazo.
-Necesitamos
hablar-me limité a decir.
-¿Qué ha pasado?-se restregó los ojos mientras se
incorporaba.
No
lo miré a los ojos.
-No
sé muy bien como decírtelo…-me detuve un
segundo-Comprenderé que me odies después de esto, no te lo reprocharé. Yo misma
me odio por estar haciendo esto…-bajé la voz hasta callarme completamente.
-Noah,
¿vas a decirme de una vez que está
pasando?
-Sí,
eso intento. Creo que quiero dejarlo-no lo pensé, simplemente, lo dije.
Miré
fijamente el suelo mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Tardó unos
minutos en responder.
-¿Cómo?
¿Por qué?-su tono era muy dolido.
No
quería llorar. Debía parecer fuerte…
-No
finjas que te sorprende, que todo iba bien. Nada ha ido bien desde que regresamos.
-¿Es
por algo qué he hecho o dicho?
-No,
no es por nada en concreto. Mis sentimientos, solo eso.
-¿Ya
no me quieres?-no respondí-Noah, no sé que decir… Creía que eras diferente, que me querías, que íbamos
a…-su voz se truncó.
-Pablo,
lo siento tanto que…-le apoyé una mano en el brazo.
-¡No!-se
apartó-No me toques.
Me
sentía destrozada. Estaba sufriendo tanto por mi culpa… Pero yo no podía vivir
engañada.
-Tres
años para que todo quede destruido en apenas unas semanas…-se lamentó-Me cuesta
creerlo. Me cuesta aceptar que no estamos juntos. Te echo de menos y te tengo
al lado. Sé que todo ha cambiado.
-Por
favor, no lo hagas más difícil-supliqué.
Se
levantó y se marchó.
Me
tiré en la cama. ¿Era esa la decisión correcta? No quería barajar la
posibilidad de haberme equivocado. Estaba sola. Y lo peor, la persona a la que
más había querido me odiaba. Me odiaba por haberle destrozado el corazón. Me
había convertido en una persona horrible. Pablo había tenido razón al decir que
destruyera tres años en unas semanas. Todo era mi culpa. Yo era la que dudaba,
la que decidiera acabar con todo. ¿Habíamos perdido tres años? Habíamos vivido
muy buenos momentos pero ¿realmente nos habíamos querido en algún momento? Sí,
nos habíamos querido. ¿Cuándo habíamos dejado de hacerlo? Hacía unas semanas.
Tal vez todo empezara cuando él me informó de que debía regresar a Layndeian.
¿Habría sido diferente si se hubiera marchado sin decirme nada? Tal vez él
jamás hubiera regresado. No quería pensar más.
Quería
desconectar. Necesitaba dejar de torturarme. Ya estaba hecho. No podía hacer
nada ni cambiarlo. Sin darme cuenta, empecé a llorar. Era exactamente lo que
quería evitar. Pero era imposible. Y en el fondo, lo sabía. Lo peor era que
todavía tendríamos que pasar mucho tiempo juntos, conviviendo día a día.
Esa noche, no bajé a cenar. No me sentía con ánimos para fingir que todo iba bien. Recordé
que compartíamos habitación y me iba a resultar bastante difícil evitarlo
durante mucho más tiempo. Me acosté y traté de tranquilizarme. La luna ocupó
gran parte del firmamento y Pablo no estaba en la habitación. ¿Debía
preocuparme?
Aunque dijera que ya no
lo quería, en el fondo seguía importándome. A lo mejor, lo quería, pero de otra
forma. Pero, pese a todo, no me levanté. Permanecí despierta gran parte de la
noche. No apareció. Cuando el sol empezaba a despuntar, me dormí, agotada.
Dioooooooos, ME HA ENCANTADO!^^ el mejor de todos!:D pobre Pablo & pobre Noah...Por una parte quiero que esté con Arturo, pero por otra....tiene que seguir con Pablo...jajaja bueeno, espero que a Pablo no le haya pasado nada...Pobrecito...sniifnssinff..een fin, espero el siguiente con muchas, muchas ganas! Un beeso
ResponderEliminarNo!!! Aiish que pena!! Es que yo queria que siguiera con Pablo , que me tiene enamorada.... Y Arturo es como el mejor amigo simpatiquisimo!!!! A ver que pasa en el siguiente!
ResponderEliminarEstá genial!! Un beso :)
Dios mío, un capítulo perfecto. Pobre Pablo... :S Lo siento mucho por él pero comprendo a Noah, la pobre está tan confusa... ni ella misma se entiende :S ¡Quiero más! Espero que subas pronto :)
ResponderEliminar¡Un beso!
Como que lo han dejado¿? Hacian buena pareja, Noah no puede quedarse ahora con Arturo, el es nuestro. Ahora le has dejado via libre a Valeria. Ya necesito el siguiente
ResponderEliminarNoah tiene q seguir con pablo, no hay más que hablar!!!!!!! Es que arturo no sé, no convence como novio para Noah.
ResponderEliminarUn beso, quiero ya el siguiente!! May R Ayamonte
Ehem ehem. Deberías añadir para votar la opción te voy a zurrar con un palo. Nos ahorraríamos mucho. Y TE VOY A ASESINAR D: Solo por eso... ABRAZA A UN CACTUS!
ResponderEliminarPD: Ya está, mi comentario cariñoso.