Nos
acercamos a la casa y entramos. Pablo se acercó con resolución a la cocina,
donde estaba Lysia.
-Queremos
saber qué hacemos aquí-exigió Pablo.
-Os
lo explicaré. Pero ¿no preferís esperar a…?
-¡No!-interrumpimos
bruscamente Pablo y yo a la vez.
-Está
bien. Hemos recibido noticias de que nos invaden.
-¿Invadir?-pregunté.
-Sí,
nos intentan conquistar, habrá una guerra.
-¿Y
nosotros que pintamos en esto?-volví a preguntar.
-Aquí
estaba Arturo, teníais que volver de todas formas. Además de que sólo el
elegido-miró a Pablo mientras lo decía, esperando su reacción-y tú, podréis
ayudarnos.
-¡Espera,
espera!-levanté mi mano derecha, pidiéndole que parara-¿Él sigue siendo
elegido?
-¡Por
supuesto que sí! ¿Qué pensabas?
-Como
ya cumplió su misión y todo eso…
-Siempre
puede haber más misiones-replicó.
-Claro,
no, si por poder…-me enfadé.
No,
seguían sin poder solucionar ellos solitos sus problemas.
-¿Y
yo que hago aquí? Si él es el elegido, yo soy…
-Debes
estar aquí, porque, además de que lo han dicho los oráculos, tú ayudaste mucho
al elegido moralmente en su anterior misión.
-Ah,
que vengo a dar fiesta. Espera, voy a por unos pompones y lo animo. ¡Dame una
P, dame una A, dame una B, dame una L, dame O: Pablo!-canturreé.
Vi
que él contenía una risita.
-Esto
es patético.
-¿Cómo
se supone que tendremos que luchar?-habló por fin Pablo.
Al
parecer, ya había cedido a ayudarlos.
-A
pie. Contra ellos.
-¿Cómo
son?
-Extranjeros.
Vienen del Norte, no sabemos exactamente de que lugar. Los llaman cuilpands,
son más grandes y fuertes que el más entrenado guerrero, inteligentes y
sagaces, tienen armas extrañas… Son un hueso duro de roer.
-Bueno,
¿y con qué contamos?
-Todos
los soldados de Layndeian serán enviados a la guerra.
-Dame
una cifra-pidió Pablo, hablaba como si fuera un comandante preparando su
estrategia.
-La
población son setenta y cinco millones, más o menos. La mayoría trabajan de
artesanos, comerciantes…¿Un cuarto de la población?-aventuró.
-¿Y
ellos?
-Bastantes
más.
-¿Cuánto
queda para ese momento, cuando lleguen?
-Hemos
calculado que no más de dos meses y medio. Sin vuestra ayuda, esto será una
masacre. Morirán inocentes: mujeres, niños.
Recordé
a la pequeña Lésira, que me había ayudado a encontrar a Pablo. Sus grandes ojos
que me miraban rebosantes de confianza y felicidad. Tragué saliva.
-Por
favor, os necesitamos.
Pablo
asintió, ya había aceptado hacía mucho.
-¿Tendré
que matar gente?
-¿Cómo?-se
sorprendió Lysia.
Repetí
la pregunta.
-Si
luchas en filas, sí.
-Entonces
no. Lo tengo muy claro.
Pablo
me miró.
-¿Qué?-le
espeté-Me niego a ir por ahí, matando gente. Me da exactamente igual que nos
vayan a invadir, este no es mi sitio. Ayudaré en lo posible a heridos,
desamparados… pero no asesinaré. Eso sería rebajarme a su nivel. Y no pienso
hacerlo.
-Noah-murmuró.
-No
vas a hacerme cambiar de opinión, déjalo.
Me
alejé hacia mi habitación.
Se
quedaron planeando la guerra. No era capaz de entender su punto de vista.
Estaban hablando de muchas muertes, seguramente. Podía ser el fin de Layndeian.
Lo arruinarían todo en un par de semanas, meses como mucho. Estaban tirando por
la borda años de civilización, de construcción, vidas enteras de trabajo por
una estúpida invasión. Sí, los cuilpands querían matarlos pero habría
otra solución, estaba segura. Otra vez volvía a estar atrapada entre la espada
y la pared, no tenía escapatoria. Los seres queridos de muchos se verían
implicados en esa guerra que ellos no habían buscado, perderían sus vidas
injustamente. Cada uno debe elegir su camino, y no puede perderlo por culpa de
otros.
No
cesaba de repetirme que cada uno de esos ``setenta y cinco millones´´ como tan
vulgarmente los había llamado Lysia, tenían sus vidas, más grandes o pequeñas,
sus familias…
Era
una completa locura.
Me
imaginé siendo arrastrada a una guerra, perdiendo a toda mi familia. Perdiendo
mi hogar, mis recuerdos. Eso me provocó un dolor incontrolable en el pecho,
impidiéndome respirar con normalidad.
¿No
habría una solución mediante un diálogo? En muchos casos, era imposible pero
tal vez, tal vez…
No
sabía que hacer. No quería tampoco que Pablo luchara. Podía resultar herido o
algo mucho peor, perder lo más importante que tenía: la vida.
¿Podía
prohibírselo? No, y sabía que él tampoco razonaría. Solo podía elegir lo que yo
iba a hacer. Pero, sabía que no sería capaz de dejarlo marchar, conociendo su
destino. Me hallaba de nuevo en una encrucijada. Volvía a sentirme
tremendamente impotente. Odiaba esa sensación, la detestaba… La última vez que
la había sentido, esperaba no volver a experimentarla y menos, en Layndeian.
Bufé.
La paz se había acabado (no había durado demasiado, un año escaso). Arturo, muy
sonriente, entró en mi habitación.
-¡Hola!
Venía a darte las gracias por todo lo que has hecho y a decirte que…-se
detuvo-¿Pasa algo?
-Pasan
muchas cosas-afirmé.
Su
semblante se tornó serio. Vi en sus ojos que estaba esperando a que empezara.
-Va
a haber una guerra-resumí.
-¿Qué?-arrugó
el ceño.
Le
expliqué nuestra situación.
-Apuesto
a que te unirás a Pablo-suspiré con resignación.
-No-negó,
tras apenas unos segundos-Antes, habría ido sin dudar. Ahora no, he cambiado,
he aprendido.
-Eso
es lo que debería haber hecho Pablo: madurar. ¿Después de todo lo que pasamos,
todavía quiere volver a pasar por algo similar?
-Noah,
cada uno es como es. No le pidas peras al olmo.
Me
di cuenta de que me encantaba mantener una conversación con Arturo. Había
crecido muchísimo (psicológicamente) y no estabas cada tres segundos
insultándonos. Era increíble.
-Es
que me resulta imposible entender como…-me detuve a respirar-¿Qué vas a hacer
tú? Lo mejor es que te vayas cuanto antes porque…
-No
me voy a ir-me interrumpió-Me quedo con vosotros, para ayudaros.
-¿No
estás deseando volver a casa?-me extrañé.
-Por
supuesto que sí pero, vosotros me necesitáis ahora mismo. Estoy seguro de que
ellos estarán bien.
-No
te entiendo, ¡por nuestra culpa estás aquí!
-No,
te equivocas. Vosotros me ayudasteis e hicisteis todo lo posible, nadie tuvo la
culpa. Yo también recuerdo lo que pasó.
-Eres
una gran persona-le sonreí, agradecida.
-Sólo
hago lo que creo correcto.
-¿Qué
debemos hacer? ¿Qué harías tú?-interrogué.
-No
sé, son cosas muy serias…¿Tengo que contestar justo ahora?
-No,
tómate tu tiempo. Pero no demasiado-bromeé.
-Tranquila,
por la noche te daré mi respuesta.
-Entonces,
solo me queda esperar.
Asintió.
-Gracias,
de verdad-le sonreí.
Sacudió
la cabeza.
-No
hay que darlas.
Se
marchó.
Me
quedé sola, pensativa. Era una especia de lucha interna. Una parte de mí, me
decía que no debía ir, que me opusiera. La otra seguía recomendándome ir con
Pablo, ayudarlo hasta el final.
Alguien
llamó suavemente a mi puerta. La puerta se entreabrió.
-¿Noah?
¡Me alegro muchísimo de verte!
Era
Valeria. Mi rostro se congeló en una mueca.
Se
abrazó a mí, como si se alegrara de verdad. En cambio, para mí, sólo me traía
malos recuerdos.
-¡Cuánto
tiempo! ¡Qué guapa estás! ¿Y cómo está Pablo? ¿Qué tal os va?
-Esto…bien
todo.
No
la soportaba. ¡Había intentado matarme! ¿Y ahora se comportaba como si fuera mi
amiga? Y yo muy bien no le podía caer si había tratado de matarme hacía un año.
La gente no cambia, y menos en tan poco tiempo. Bueno, la gente sí cambia. Pero
no suele ser para bien. Recordé a Arturo y dejé en paz mis teorías.
-¿Qué
os parece todo lo que está pasando?-me interrogó, con falsa preocupación.
-¡Terrible!-afirmé-No
entiendo qué pinto yo aquí-confesé.
-Bueno,
supongo que Lysia ya te habrá explicado que…-parecía azorada.
-Sí,sí.
Vamos,
que ella tampoco lo sabía. Genial.
-Si
necesitas hablar o cualquier otra cosa, no dudes en decírmelo-dijo, a modo de
despedida.
Bufé
en cuanto la puerta se cerró a sus espaldas.
Era
una cotilla, una falsa… Nunca se me olvidarían las amenazas del año pasado. La
puerta se abrió de nuevo.
-¿QUIÉN
ES AHORA?-grité.
Pablo
me miró.
-Si
molesto, me voy-se disculpó.
Tras
un par de instantes, bajé la vista para decir:
-Pasa.
Me
preparé para la discusión que se avecinaba.
-¿No
crees que estás siendo muy inflexible?-me preguntó, sentándose en la cama con
delicadeza.
-¿Yo?
¿Inflexible? Estás de broma, ¿no?
Me
apaciguó con un gesto.
-Entiéndelos.
-No
tengo nada que entender. No me gusta resolver las cosas por la violencia.
Parece que has jugado a demasiados videojuegos.
-Vamos,
Noah…-me pareció que trataba de no impacientarse.
-No,
te digo que no. No cuentes conmigo-sentencié.
-¿Es
tu última decisión?-sus ojos mostraron tal tristeza que estuve a punto de decir
que sí solo por alegrarlo.
-Sí,
lo es.
-Entonces,
sólo me queda decir que lo siento.
Se
levantó y se marchó.
¿Estaba
siendo poco razonable? Yo lo encontraba bastante lógico. Sí, no todos éramos
iguales pero discernir entre el bien y el mal podíamos todos. Y estaba claro
que una guerra era algo terriblemente malo. Por mucho que intentara buscar
puntos de vista distintos, seguía sin comprenderlo. Tal vez Arturo pudiera
hacerlo razonar. Él entendía perfectamente la magnitud de todo lo que
hablábamos.
Yo
estaba asustada. Tal vez era eso lo que me mantenía inflexible y segura. Tenía
miedo de lo que pudiera suceder, de las pérdidas que sufriría. Perder a Pablo.
Sólo de pensarlo, me dolía. Acudí en ayuda de Arturo, que estaba en su
habitación, tranquilo.
-Siento
molestarte tan pronto, pero necesito pedirte un favor.
-Lo
que quieras.
-Tienes
que hacer razonar a Pablo por mí. No logra entender que esto no son tonterías.
Tengo miedo de que cometa una estupidez. Sé que no puedo detenerlo e impedir
que vaya, pero me parece que no sabe con certeza todo lo que se juega.
Asintió.
-Hablaré
con él.
-Gracias-sonreí.
-Creo
que ya tengo la respuesta-contuve el aliento-Las dos opciones son buenas, pero
prefiero la tuya, quedarse, evitar la guerra. Si realmente no se puede evitar,
habrá que defenderse.
Me
parecía lógico. Pero Pablo proponía una cosa completamente diferente. Luchar
por luchar. Y nosotros no teníamos motivos para pelear.
-¿Qué
te parece?-preguntó al ver que yo me había quedado muy pensativa.
-Está…bien.
Tienes razón. ¿Te quedas, no?-me seguía preocupando que quisiera marcharse,
sabía que perdería un gran apoyo si se fuera.
-Claro-me
miró fijamente a los ojos durante unos instantes.
Aparté
la mirada enseguida, sonrojada. Notaba que las mejillas me ardían.
-He
discutido con Pablo-solté, de sopetón.
Elevó
las cejas.
-¿No
dices nada?-pregunté tras un incómodo silencio.
-No
sé que decir-reconoció-Os he visto muchas veces discutiendo, lo arreglaréis en
seguida.
-Creo
que esta vez es diferente.
No
sé porque le estaba confesando todo eso, que ni sabía que sentía.
-¿Diferente?
¿Por qué?
-Por
mí, por él, por los dos.
-Creo
que necesitas hablar.
Suspiré.
-No
sé que está pasando. Creo que…creo que…-no fui capaz de decirlo.
Pronunciarlo
en voz alta lo convertiría en un hecho. Un hecho horrible. Después de tres
años.
Me
animó con una sonrisa. Sentí que me hundía.
-No
puedo decirlo.
-No
puede ser tan malo-me animó de nuevo.
-Sí
lo es-susurré.
¿De
verdad estaba sintiendo todo eso? ¿Después de todo lo que había pasado, yo me
sentía confusa? Estar confusos es algo innato en el ser humano. Pero había
temas en los que no se debía dudar. Y menos yo.
Si
se lo contara a Pablo… No podía decírselo. Pero tampoco ocultárselo, él siempre
fuera sincero conmigo. Para una relación, la confianza es una base fundamental.
-Noah,
lo que pasa es que estás nerviosa por todo lo que está pasando y…-empezó
Arturo, antes de que yo lo interrumpiera.
-¡No,
no son nervios! Esto no son nervios, nunca he dudado así. No debería hacerlo
ahora. No debería hacerlo nunca. Él no se merece que yo…-estaba al borde de las
lágrimas, por lo que me detuve.
-Cálmate.
Tan nerviosa no arreglarás nada-me pasó un brazo por los hombros.
-Lo
siento mucho, pero no me encuentro bien-susurré.
-Te
acompaño a tu habitación, necesitas descansar.
De
repente, me había quedado sin fuerzas. Lo dejé que me guiara hasta mi cuarto y
me tumbé en la cama.
-¿Quieres
que me quede un rato?-se ofreció.
Me
encogí de hombros.
-Me
gustaría saber qué es exactamente lo que te preocupa.
Respiré
hondo un par de veces antes de atreverme a hablar.
-Me
preocupa dejar de… quererlo-musité.
Creo
que tardó unos segundos en comprender lo que decía. Arrugó el ceño y entrecerró
los ojos.
-¿A
Pablo?-parecía sorprendido.
Meneé
la cabeza de arriba abajo, sin fuerzas para hablar.
-¿Por
qué ibas a dejar de quererlo?
-No
lo sé. Creo que ya no lo siento como antes. No confío… No, no es que no confíe.
Lo sigo queriendo, o eso quiero seguir haciendo. Pero siento como si ya no me
importase como antes. Siento que lo estoy traicionando ahora mismo, diciendo
esto. Me siento muy mal conmigo misma.
-Todos
tenemos derecho a elegir con quien estar. Si ya no lo quieres ¿por qué seguir
con él?-se limitó a preguntar.
Me
aterraba la idea de dejarlo.
-No
puedo dejarlo…
-Noah,
no lo mires como una obligación-me cortó-Si estás con él sólo por eso,
obligación, estás cometiendo un error. Te estás engañando a ti, y a tus
sentimientos. Lo estás engañando a él. Creo, que él comprendería que lo dejaras
si eso es lo que necesitas, lo que te haga más feliz.
Medité
unos segundos sobre sus palabras. Tenía razón. ¿Qué era lo que realmente
necesitaba? ¿Qué me haría feliz?
-Yo
no quiero que él sufra, eso no.
-Si
lo dejas, sufrirá, claro que sí. Pero si tú eres más feliz de esa forma, lo
superará.
Me
mordí el labio. Traté de esforzarme en saber que sentía. ¿Lo quería? Sí, lo
quería. ¿Cómo que lo quería? ¿Cómo a un amigo, a un mejor amigo o como algo
más? ¿Lo quería por ``obligación´´?
-Sigo
sin saber lo que siento-suspiré.
-No
te fuerces. Deja las cosas. Ya lo sabrás.
-Pero
¿cómo lo trato?
-Con
normalidad.
-Eso
será imposible-bufé.
Levantó
las manos en un gesto de rendición.
-No
sé en qué más puedo ayudarte.
Apoyé
la cabeza en la pared, derrotada.
Me
abrazó.
-No
te preocupes, todo saldrá bien, hagas lo que hagas.
Su
abrazo me reconfortó.
-¿Quieres
que hable con Pablo?
Negué
con la cabeza.
-Debo
resolverlo yo. Pero gracias.
-¿Quieres
que me vaya?-notó que quería quedarme sola.
Asentí.
Se
marchó tras lanzarme una última mirada de preocupación y cerró la puerta,
dejándome completamente sola.
TIENEN QUE SALIR JUNTOS, TIENEN QUE SALIR JUUUUUNTOOOOOS.
ResponderEliminarDesde ahora me declaro integrante de la plataforma A.E.N.Y.A= Amor Entre Noah Y Arturo.
ES QUE ES TAAAAAAAAAAAAAAAAN RIIIICO :333333
Y Pablo es tonto. Pablo caca.
Arturo es miiio >.< Maldita Noah ¬¬
EliminarMe traumatizas la existencia si haces eso ._. Si lo dejan iré en busca del palo. Y te zurraré. Pero con amor. PERO QUE NO LO DEJEN. Leñe.
ResponderEliminarQue Pablo y Noah lo dejen me choca. Pero como todas estoy en que ella y Arturo drben salir, son tal para cual. Noah ha sido sensata, no ha querido ir (como yo hubieea echo) y que Pablo vaya a esa guerra, de la cual lo mas probable es que no sobreviva es que no piensa en el daño que le puede hacer su perdida a su familia y a Noah.
ResponderEliminar¡ME HA ENCANTADO! Eso sí, que lo dejen me parece la cosa más vil que has escrito nunca :((
ResponderEliminarEspero, por tu bien, que vuelvan, porque, sino... no, mejor me callo
Besitos <33
Oh, Pablo y Noah lo dejan? LOL
ResponderEliminarEn fin *Snif *snif
Se me ha hecho super corto e.e
Espero el prox!!
Un besazo, ya volvi^^