Seguidores

domingo, 18 de marzo de 2012

Capítulo 21

A la mañana siguiente, Pablo, me despertó temprano.
-Venga, vamos, si queremos atrapar a quien sea-dijo.
Asentí y me incorporé. Me hice una coleta con firmeza, me coloqué la ropa y, haciendo un saludo militar, exclamé:
-¡A sus órdenes, mi capitán!
Rió y me dio un suave beso en los labios.
En el fondo yo estaba preocupada, como saliera algo mal…
-No te preocupes, saldrá bien-susurró.
Asentí.
-No lo dudo.
-Iremos los dos sobre Bucéfalo, así lo rodearemos antes.
Asentí de nuevo. Cogió las riendas de Bucéfalo y las acercó.
-Sube tú primero.
Obedecí y, tras tardar mucho, me monté. Pablo se subió detrás de mí con agilidad. E hizo que Bucéfalo caminara. Me agarró por la cintura, yo me pegué a él. Las nubes inundaban el cielo y soplaba un viento frío y helador, nada propio del verano. Me estremecí.
-Póntela-dijo dándome la sudadera de Metallica que habíamos encontrado.
Asentí y, haciendo unos esfuerzos descomunales para ponérmela sin bajar del caballo. Me quedaba enorme, no es que yo fuera muy alta pero el dueño debía de ser un gigante. Me sobraba muchísimo de ancho y me llegaba hasta las rodillas. Pero era abrigosa y evitaba el paso del frío aire. El caballo avanzaba entre los árboles con ligereza. Pablo miraba al suelo y en todas direcciones.
-Está muy cerca-observó.
El corazón empezó a martillearme como loco. Cerré los ojos un instante y me obligué a creer que iba a salir bien. Pablo espoleó al caballo que comenzó a trotar. Apoyé la cabeza en su pecho y disfruté el trayecto, sus brazos me rodeaban mientras sujetaba las riendas. De repente, Pablo frenó al caballo y se detuvo completamente. Me giré y lo miré.
Bajó de Bucéfalo y me ayudó a mí a hacer lo mismo. Caminamos unos metros hasta que se detuvo. No me atrevía a hablar. Soltó las riendas de Bucéfalo y cortó un trozo que colocó tirante entre dos árboles antes de cubrirlo con hojas y comprobar que no se viera. Me hizo un gesto para que me agazapara a su lado tras unos arbustos, obedecí en silencio.
-Siento que no tengamos nada más pero creo que valdrá, prepárate-susurró en mi oído.
Rápidamente y ante su mirada de desconcierto me levanté y cogí un palo grande.
-Por si hay que defenderse-expliqué en voz muy baja, con mi boca casi pegada en su oreja.
Asintió y levantó el pulgar en gesto de aprobación. Colocó a Bucéfalo a unos metros de distancia y lo sujetó con un trozo de cuerda. Luego, se volvió a colocar a mi lado. El corazón me latía muy rápido. Pasaron unos minutos eternos hasta que escuchamos unas pisadas. Miré a través de unas hojas y vi una figura masculina, muy fuerte y robusta. Aferré con fuerza mi palo. Se acercaba a la trampa y, su pie se enganchó con nuestra cuerda y cayó con brutalidad, de bruces. Pablo se levantó con agilidad y se lanzó a por él, lo imité quedándome atrás. El joven gritó, sorprendido. Ambos forcejearon en el suelo, Pablo llevaba las de perder. Quería ayudarlo pero tenía miedo de golpearlo sin querer. Pablo trató de asestarle un puñetazo pero falló, y en ese momento, su atacante aprovechó para quitárselo de encima. Pablo cayó sobre el suelo, inconsciente. Grité, asustada. El chico me miró. Retrocedí unos pasos. Quise acercarme a Pablo pero él me cortaba el paso. Lo miré de reojo, no se movía. ¿Estaría bien?
-Cuidado con lo que haces con esa rama-dijo con una voz grave.
Tenía el pelo algo largo y moreno, igual que los ojos. Era muy fuerte. Y también era el chico del móvil. Miró la sudadera que yo llevaba puesta. Parecía muy sorprendido.
-No quiero haceros daño pero vosotros me habéis obligado-dijo dando una paso en mi dirección.
Levanté el palo.
-Estoy dispuesta a utilizarlo-dije, tratando de parecer serena.
-¿Dispuesta a utilizarlo? Ni que fuera una pistola-gruñó pero retrocedió.
-Ahora te vas a quitar de mi camino-le ordené.
Se me quedó mirando, sin comprender. Se veía que no estaba acostumbrado a que le dieran órdenes.
-¿No me has oído? ¡Que te apartes!-le grité.
Se hizo a un lado, de mala gana.
-Siéntate en el suelo-dije dando un paso hacia Pablo que seguía con los ojos cerrados.
Tenía pánico.
-¿Cómo?-dijo con suavidad-¿Sabes una cosa? Ya estoy harto de esto, no sé como he llegado aquí y tampoco sé porque todo el mundo me quiere matar-exclamó con enfado.
-Únete al club-me permití un poco de ironía-Que sepas que nosotros estamos en el mismo embrollo que tú. No queremos hacerte daño.
-¿Por eso habéis dejado una cuerda en el suelo y habéis saltado sobre mí, tú con un palo?-dijo con sorna.
-¡Y tú le has atizado a él!-exclamé.
-Lo mío era defensa propia-continuó, encogiéndose de hombros.
Bueno, sí ¿y qué más?
-Puedo creértelo o no. Pero si te alejas y no nos haces daño, podemos hablar.
-Trato hecho pero no intentes nada raro-dijo-Deja el palo.
-Y tú tampoco-advertí, dejando el palo.
¿Me estaba volviendo loca? Estaba desarmada, Pablo estaba inconsciente y él era mucho más fuerte que yo… ¿Pero qué otra alternativa me quedaba? Si intentaba luchar con el palo seguro que me desarmaba. Me arrodillé al lado de Pablo y lo observé.
-Tranquila, no lo he matado-aclaró.
Lo ignoré. Su pecho se movía.
-Eso sí, le he dado un buen golpe. Le va a doler mucho cuando despierte-habló con indiferencia.
Le aparté el pelo de la frente con cariño.
-¿Me ayudas?-pregunté con vergüenza.
-¿Yo?-se sorprendió.
-No, la otra persona que está aquí.
Asintió pero lanzó una rápida mirada a su alrededor.
-Estamos en la misma situación, te la explicaré si me ayudas a ponerlo cómodo-ofrecí.
Asintió y se acercó.
-No intentes nada ¿eh?-repetí.
Asintió.
Se acercó y lo alzó en alto, traté de ayudarle pero podía él sólo.
-¿Dónde?-dijo.
Busqué un lugar cómodo.
-Ahí-señalé, acomodando la hierba alta de una zona cercana.
Lo dejó con cuidado y yo me senté a su lado.
-Está claro que somos del mismo bando-dije.
Se sentó en el suelo, todavía a cierta distancia.
-¿Cómo te llamas?-pregunté repentinamente.
-Arturo. ¿Tú?
-Noah, y él es Pablo-lo señalé.
-¿Qué hacéis aquí?
-Es el elegido de una profecía-expliqué.
Me miró con los ojos muy abiertos.
-Es verdad-me defendí.
Asintió. Yo no iba a discutir con él.
-¿Es tuyo esto?-pregunté, sacando el móvil del bolsillo.
Asintió y extendió la mano. Se lo di.
-Y la sudadera también-dijo en voz baja, concentrado en encender el móvil.
-Lo siento. Tenía frío-me disculpé, quitándomela.
-No, déjala, da igual-dijo con un gesto.
Asentí.
-Gracias.
-No le entra el pin...-se quejó.
-Se lo cambié-repliqué-Trae.
Me lo acercó y le introduje el pin. Se lo devolví.
-No funcionará-anticipé, comprendiendo que pretendía llamar.
Lo intentó de todas formas.
-Sólo funciona entre los que estén aquí-expliqué.
Asintió, desconsolado.
Miré a Pablo.
-¿No lleva mucho tiempo inconsciente?-pregunté.
Se encogió de hombros.
-¿Está bien?
-¡Y yo que sé! No soy médico-repuso con enfado.
Me callé pero estaba aterrorizada. ¿Y si le había pasado algo malo? No me lo perdonaría, y aún encima, por culpa de ese imbécil. Cerré los ojos.
-Oye, siento haber sido tan borde pero yo no he hecho nada y de repente estoy aquí-se disculpó.
No contesté.
Se oyó un relincho y Arturo se levantó asustado.
-¡Oh, no! El tipo raro ese otra vez-gimió.
-No te preocupes, es Bucéfalo.
-¿Bucéfalo? ¿El caballo de Alejandro Magno?-preguntó.
-Es como le hemos llamado. Está ahí detrás atado.
Me miró sin atreverse a ir.
-No haré nada.
Se alejó y volvió con las riendas de Buce.
Le acaricié el pelo a Pablo. Me dolía verlo así.
-¿Y de dónde lo sacasteis?
-Lo encontramos perdido.
Asintió.
Pablo se removió y eso me tranquilizó un poco.
-¿Qué ha pasado?-musitó abriendo los ojos.
-Shhh… Nada, todo irá bien-le dije.
Trató de incorporarse pero gimió de dolor. Le obligué a recostarse de nuevo. Cerró los ojos, pero, como movido por un resorte.
-¡Tú!-gruñó tratando de levantarse mientras miraba a Arturo.
-Para, Pablo-traté de tranquilizarlo-Ya está arreglado.
Me miró un segundo pero se incorporó, apartándome. Se tambaleó un instante y lo sujeté del brazo.
-¡Para, por favor!-supliqué.
-Nos hará daño, Noah-dijo.
-No, te lo explicaré ahora pero para.
Arturo seguía impasible, podría tumbarlo en el suelo con una sola mano.
Me miró y obedeció.
-Cuidado-dijo en voz baja para que sólo yo pudiera escucharlo.
Asentí y le ayudé a tumbarse.
-Él llegó aquí… ¿cómo llegaste aquí?-pregunté-Ah, y se llama Arturo.
Pablo lo miraba con desconfianza.
-Pues estaba en un pueblo, de camino al lugar al que iba de vacaciones con mis padres y mi hermana cuando nos paramos a descansar. Decidí estirar las piernas. Vi a alguien con ropas extrañas y algo en él me llamó la atención. Lo seguí, juraría que tenía el pelo verde. Yo no era consciente de lo que hacía y cuando me di cuenta estaba en un bosque extraño y sólo. Me he perdido, perdí mi móvil, ese tipo raro me intentó matar y luego vinisteis vosotros.
Se encogió de hombros al finalizar.
-Y sólo quiero volver a casa. ¿Y vosotros?-añadió.
Miré a Pablo que se sujetaba la cabeza con una mano. Hablaría yo.
-Como ya te dije, él es el elegido de una profecía, la profecía de Ehia. Y vino aquí para cumplirla. Yo sólo lo seguí.
No habló, no se lo creía. Bueno, no era problema mío.
-¿Cómo puedo volver a casa?
-Ni idea. Nosotros no podemos, debemos cumplir la profecía-dije.
Pablo seguía sin hablar, había cerrado los ojos.
-¿Qué deporte practicas, tío?-gruñó por fin.
Arturo rió.
-Taekwondo. Y capoeira.
-Tienes que enseñarme a dar golpes así-dijo.
Ahora parecían amigos.
-Hay que practicar mucho-explicó.
Pablo asintió.
-¿Qué piensas hacer?-dijo mirándolo fijamente.
-No lo sé. Si tengo que volver sólo no encontraré la ``salida´´ Y si vosotros tenéis que cumplir una profecía…-parecía que nos creía-Puedo ayudaros.
-La verdad, cualquier ayuda es buena pero es algo muy peligroso-reconoció Pablo.
-Me da igual, los únicos que podéis ayudarme sois vosotros. Si la cumplís volveremos a casa ¿verdad?-preguntó.
Pablo asintió.
-Pues decidido. ¿Alguien me explica la profecía?
Se la conté.
-Oh… ¡Qué fuerte, macho!
Pablo se encogió de hombros.
Era casi de noche.
-Debemos buscar de comer-dijo Pablo, tratando de incorporarse.
-Tú nos vas a ningún lado, guapo-le dije, obligándole a permanecer sentado.
Suspiró.
-¿Yo puedo hacer algo?-preguntó Arturo.
-Da igual, buscaremos algo mañana-dije.
-Dormimos aquí-dijo Pablo.
Arturo se tumbó en el suelo. Yo hice lo mismo, al lado de Pablo.
-¿Estás bien?-murmuré.
-He estado mejor-contestó.
Asentí y cerré los ojos.

5 comentarios:

  1. Me mola Arturo, creo que tenemos muchas cosas en común ;) pero se pasó un poquito con la ostiaca que le metió al Pablo *voz susurrante: se lo merecía xD*
    ¡Que confianzas se han tomado con las coosas de mi Arturiito(por ahora me a gustado y ya es mío xD)!
    cambiándole el pin al móvil y poniéndose la sudadera... ¡Ya le diré yo a esa gente un par de cosas sobre la profanación de bienes ajenos! xDD
    Espero el siguiente y dale un besito de mi parte a Buce y a Arturiito(pero a él en la mejilla... que no quiero rollos raros entre mi amor y su creadora ¬¬ xD)y a la Noah y al Pablo también que si no se encelan xD
    PD: el cap. 20 estaba genial! es que los leí los 2 juntos y da pereza ir ahora a comentar en ese también así que aprovecho y te lo digo aquí ;)

    ResponderEliminar
  2. Me callo bien arturo , pero no habia una chica on el ?
    Sigue escribiendo !!!

    ResponderEliminar
  3. :O Me gusta mucho :3
    Arturo parece agradable pero seguro que, viniendo de ti, pasará algo sorprendente :D ¡Me asusté cuando le dio el golpe a Pablo! ¡Pobrecito! D: Y Noah siempre con su buen e ingenuo corazón... :P ¡Me chifla! >-<!
    ¡Espero el siguiente! <3
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  4. ¡Me encanta! Siento no haber podido leerte antes, ya iba bastante perdida pero ya me he puesto eh xD Pero es increíble, siempre he dicho que escribes genial, y siempre lo diré, sigue así. Y quiero capítulo :D

    ResponderEliminar

¡Hola! Alguien que se acuerda de comentar y hacerme feliz :) ¡¡Recuerda confirmar que no eres un robot!! xD
PD: Agradeceré tu comentario mientras no sea spam.