Capítulo 34

Permanecí un tiempo junto a Bucéfalo que parecía reconocer que estaba cerca de su hogar. Luego, volví al interior de la casa. Subí a mi habitación. Pablo y Arturo estaban sentados sobre las camas, charlando.

-Hola-saludé.

Hicieron un gesto con la cabeza y siguieron con la conversación. Me tumbé en mi cama, sobre la que estaba Pablo y enterré la cabeza en la almohada. Me estremecí. La mano de Pablo se apoyó en mi espalda.

-¿Qué tienes pensado hacer?-interrumpí.

-Por ahora, permanecer aquí. Después, ya veremos-respondió.

Acepté, no me quedaba otra.

-Podéis venir a comer-avisó Lysia.

Nos levantamos. Pablo iba delante.

-¿Qué hacías antes?-pregunté a Arturo.

-No me iba a quedar ahí con esa gente. Vine para aquí.

Reí. Era muy osado.

En la cocina, nos ``asignaron´´ sitios. Obedecimos, en silencio. Arturo puso caras cuando lo mandaron sentar pero no protestó. Nos fueron pasando los platos. Era carne. Y legumbres. Comenzamos a comer. Pablo  dejó el tenedor a su lado.

-¿Te encuentras bien?-advertí que se había puesto muy pálido.

Asintió en silencio pero no continuó comiendo. Valeria lo miraba con preocupación.

-¡Oh, no!-se quejó.

Todos dirigimos nuestra atención a ella.

-¿Qué está pasando?-intervino Lysia.

A Valeria no le dio tiempo a contestar.

Pablo se levantó y salió corriendo de la habitación. Me incorporé y lo seguí. Arturo vino detrás de mí.

-¿Se puede saber qué está pasando?-interpeló.

-¿Ves qué a mí me hayan explicado algo?-me defendí.

Pablo había subido las escaleras. Lo seguimos.

-¡Espera!-exclamé.

Ya había gente detrás de nosotros. Debían de pensar que estaban viendo una obra de teatro porque no se cortaban… Murmuraban, especulaban… Estuve tentada de girarme y gritarles que se marcharan. Pero Arturo se me adelantó.

-¡Esto no es un espectáculo! ¡Si queréis obras de teatro ya sabéis a dónde ir!

Por lo visto a él le molestaban tanto como a mí. Pablo se había encerrado en su habitación.

-¿Qué ha pasado? ¡Abre!-grité.

-No, no entréis.

-¿Te parece que vamos a escucharte?-gritó Arturo-Voy a abrir-advirtió.

Golpeó un poco la puerta. Pablo no abrió. Dio una patada a la puerta, haciendo saltar le pestillo. La puerta se entreabrió. Pablo estaba tirado sobre la cama, con los ojos cerrados, terriblemente pálido.

-Estamos en peligro-dijo.

-¿Por qué?

-Nos han intentado envenenar-aseguró.

-¿Cómo lo sabes?

Se encogió de hombros. La puerta se abrió de nuevo para que entrara Lysia.

-¿Se puede saber qué está pasando aquí?

-Hay un traidor entre nosotros.

-¿Traidor? ¿Qué ha pasado?

-Me han intentado envenenar.

-¿Cómo…?-preguntamos a la vez Lysia y yo.

-Sé algo de esos temas,  y, si estás comiendo y te empiezas  a marear, a tener ganas de vomitar y tus pulsaciones se aceleran, está my claro. Te han envenenado-descansó un segundo y continuó-Es de efecto lento, pero cada vez te sientes más débil. ¿Qué venenos hay aquí?

Me sorprendieron sus conocimientos en la temática. Supuse que cuando estuviera en los boy scouts aprendiera cosas por el estilo.

-Bastantes y de muy diversas características. Algunos matan nada más ingerirlos, otros no tienen curas, otros sí…-comencé a ponerme nerviosa.

-¿Quién ha podido ser?-interrumpió  Pablo-Si lo descubrimos tal vez…

Permanecimos unos minutos en silencio. Pablo cerró con cansancio los ojos.

-Pablo-dije-¡Pablo!-repetí.

-Está dormido-explicó Arturo.

-Joder… Todo nos sale mal-empecé a llorar.

Arturo se acercó y me abrazó. Me sorprendió tanta comprensión por su parte pero no dije nada.

-Hay que hacer algo-Lysia salió de la habitación.

Me senté en el borde de la cama. Pablo respiraba cada poco, fuertemente. Cerré los ojos. Debía haberme hecho caso y no fiarse…

Nadie acudió a molestarnos. Nosotros no hablábamos.

Valeria subió. Se detuvo en el umbral, indecisa y llorosa.

-¿Puedo hablar contigo?

Miré un instante a Pablo, que yacía inconsciente y me levanté.

-¿Qué pasa?-gruñí, incapaz de suavizar el tono, nada más abandonamos la habitación.

-Lo siento mucho, toda  la culpa es mía.

-¿Qué has hecho?-me enfurecí.

-No pretendía… No era para él-tembló.

-¿Para quién era?

-Para ti-reconoció.

-¿Querías envenenarme?

-Sí. Tú entorpeces la misión…  Me equivoqué de plato y…

Contuve mis ganas de pegarle un bofetón por imbécil.  No  me impresionaba el hecho de que me odiara,  pero sí que quisiera matarme.

-Puedo encontrar un  remedio.  Pero  debes acompañarme.

Asentí.

-Lo haré-respiró aliviada-¿Cómo sé que no me traicionarás  de nuevo?

-Yo no quiero su muerte. Debe cumplir la profecía. Si muere, me convertiría en una traidora. Y no quiero  eso.

Asentí, tenía sentido.

-Vamos, hay que darse prisa-apresuró.

Marché tras ellas, tras dirigir una mirada a la puerta, tras la que estaba Pablo. Quería despedirme por si cuando volviera... ¡No, eso no iba a suceder! Me debatí un instante y seguí a Valeria.

-Te lo explicaré por el camino.