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lunes, 13 de agosto de 2012

Capítulo 1


Miré mi reloj de pulsera. Eran las once, perfecto. Me ducharía, desayunaría, me conectaría a Tuenti y todavía me sobraba tiempo. Era un día especial. Nuestro aniversario. Ni más ni menos, tres añitos. Sonreí, contenta. ¿Quién me diría a mí, tres años atrás, que íbamos a vivir tantas cosas, a disfrutar en tantos momentos? No pude evitar sonrojarme de alegría, habíamos planeado un día perfecto. Un tranquilo paseo por la mañana, una rica comida, y por la tarde, nada en especial. Y eso era lo mejor (era, como no, mi aportación al plan). Me duché y conecté las planchas. Iba a hacer un esfuerzo para plancharme el pelo, sabía que a Pablo le gustaba. Luego, me coloqué el vestido (también para complacerlo) de color azul claro y me miré en el espejo, bien. Me calcé unas bailarinas blancas y miré con añoranza mis Converse.
Bajé a desayunar.
-¡Buenos días!-me saludaron todos.
-¡Hola!-respondí, alegre.
Se sorprendieron de mi buen humor tan ``temprano´´ , pero para mí era un día muy especial. Tras el desayuno, subí a mi habitación y encendí el ordenador. Introduje la contraseña y este se inició. Abrí el navegador y busqué ``Tuenti´´. Inicié sesión con mi cuenta y miré mis notificaciones: un par de privados de mis amigas interesándose por como me iba todo, dos peticiones de amistad de compañeros del instituto, un montón de eventos que ni me molesté en mirar…
Empezaron a hablarme por el chat y respondí, sin demasiado interés. Hasta que me habló la persona adecuada:
Pablo: Buenos días, guapa
Yo: Buenos días, guapo. ¿Cómo sabes que estoy guapa si aún no me has visto?
Pablo: Siempre lo estás.
Yo: Puedo llevar una ropa que me haga fea… (Más de lo que ya soy)
Pablo: No digas tonterías. Estarás aún más guapa que habitualmente.
Yo: Deja de halagarme, tonto.
Pablo: Humm Es que me encantas.
Yo: Lo suponía, ¡¡llevas ya tres años aguantándome!!
Pablo: Y muchos más que espero que sean, jaja
Yo: No es por meterte prisa pero, deberías venirte ya. O me paso yo.
Pablo: No, sigamos el plan.
Yo: ¡El plan! ¡EL PLAN! Pesado.
Y entonces, se desconectó. Seguí sonriendo. Yo también cerré el chat. Me miré una última vez en el espejo. Mi móvil sonó escandalosamente, de tono de llamada, Dead de My Chemical Romance. Pablo siempre me decía que tenía que cambiarlo, pero él no entendía su significado. Era mi silenciosa forma de recordar a Arturo. Sí, sonaba patético. Alguien que había arriesgado la vida, perdiéndola por Pablo (la persona a la que más quería) y yo sólo le recordaba por un mísero tono de llamada. Aunque, en mi defensa, no había encontrado nada mejor.
Sonreí, cogí una bolsa que estaba cuidadosamente apoyada en el suelo, y bajé.
-¡Adiós!-vociferé a modo de despedida.
Abrí la puerta y salí al implacable sol que me obligó a entrecerrar los ojos. Estaba muy guapo, de pie, más arreglado que de costumbre, con una camisa blanca y unos vaqueros oscuros. También llevaba una bolsa en la mano.
-Felicidades-suspiré antes de besarlo.
-¿Felicidades? ¿Eso no es más propio de un cumpleaños?-bromeó.
-¡Tú! No me lleves la contraria-protesté.
-Ya no lo hago-me besó de nuevo.
-Más te vale… o te quedas sin regalo-amenacé en broma.
Sacudió la cabeza.
-Te va a gustar-traté de alterarlo.
Se encogió de hombros.
-No te escucho-replicó, empezando a caminar.
-Jo, así no tiene gracia-protesté, siguiéndolo.
-¡Sabía que te rendirías!-acusó.
-Anda, dejémoslo.
Sacudió la cabeza. Por un momento, me pareció verlo preocupado, pero fue sólo un instante. Fruncí el ceño.
-¿Pasa algo?-preguntó.
Negué con la cabeza, apretando los labios.
-Creo que no te lo dije antes, pero ese vestido te sienta…
Reí.
-¿Mal?-lo ayudé.
-Fenomenal, que rima con mal.
-¡Guau! ¡Qué poeta, el chiquillo!
-Tal vez esa sea mi verdadera vocación.
-Sí, seguro-me reí.
Permaneció en silencio.
-¿Qué?-pregunté.
-Nada, estaba pensando.
-¿Qué pasó?
Se encogió de hombros.
-Hoy no-se limitó a decir.
Comprendí que no pensaba decir nada más aunque me había preocupado.
-Eres un capullo…-murmuré en voz baja.
-¿Qué decías?-levantó una ceja y empezó a sonreír.
-Nada-me alejé un paso.
-¡Ven aquí!-pidió.
-¡No!-negué con firmeza.
Se acercó, en actitud amenazante.
-Te las estás jugando, preciosa.
Reí, encantada.
Corrí, alejándome. Me detuvo enseguida y me despeinó.
-¡Oye!-hice pucheros-Me había peinado especialmente por ti.
-No te preocupes, qué despeinada también estás adorable-me tranquilizó.
Reí de nuevo.
-¿Vamos a los bancos?
Me entendió sin más explicación y asintió.
Era el lugar donde él me había confesado sus sentimientos. Era el lugar donde yo me diera cuenta de que lo quería. Era nuestro lugar.
No hablamos en todo el trayecto y al llegar, nos acercamos a la mesa en la que estábamos sentados aquella vez.
-Me parece muy raro que haya pasado tanto tiempo-dije.
Sonrió.
-Y a mí. Han sido tres años… los mejores que he vivido.
-Y los míos. Menos una parte del verano pasado-recordé.
Él asintió, parecía muy apenado.
-¿Pasa algo? Sé que sí, por favor, dímelo-lo avasallé.
-No quiero decirlo hoy…
Lo fulminé con la mirada.
-Ha vuelto a pasar-confesó.
-¿El qué?
-Anoche, volví a escuchar una voz. Hablaba de cosas sin acabar en Layndeian, cosas olvidadas-parecía extrañado-Y otra piedra, pero esta vez, son dos-se sacó dos piedras de ciedyalna del bolsillo.
-¿Es una broma?-fui capaz de musitar.
No quería vivir otra pesadilla igual, me había llegado con la última.
Meneó la cabeza.
-Ojalá lo fuera.
Me costó resistir el llanto.
-Por eso no quería decírtelo hoy-me acarició la mejilla con cariño.
-¿Vas a irte otra vez?
Asintió.
-Seguramente, me iré y ni te darás cuenta, estaré a tu lado enseguida. Ni te percatarás-me calmó.
-No, quiero estar a tu lado otra vez.
-No lo permitiré.
-Yo seré la que no permita que vayas solo.
-Olvidémonos hoy-suspiró.
-No me fío de ti-continué-Eres capaz de marcharte en cualquier momento sin decirme nada. Tengo miedo-confesé.
No intentó calmarme, negando que no se iría sin decírmelo.
-¿Te irías sin decirme nada?-pregunté, dolida.
-No lo sé. Supongo que sí-aceptó-Pero creo que es todo no es lo más adecuado para decir durante nuestro aniversario.
-Quiero irme a casa-pedí, al borde de las lágrimas.
Quería no haberme despertado esa mañana, quería que nada de lo que Pablo había dicho fuera verdad. Me sentía como si hubiera viajado al pasado, al verano anterior, y todo estuviera sucediendo de una manera diferente.
-¿Estás segura?
Me encogí de hombros y me abrazó.
-No quería estropear este día.
-Da igual. Habrías estropeado mañana, o pasado, o…
-O ninguno. Marchándome solo.
-¿Te pondré un chip de rastreo como el de Odín?-pregunté, con cariño,tratando se sobreponerme a las lágrimas.
Cuando éramos pequeños, Pablo estuviera muy preocupado cuando a Odín le pusieran el chip localizador por si acaso de perdía. Pensaba que se iba a convertir en un perro robótico o algo por el estilo.
No respondió.
-Vaya basura de verano nos espera, ¿eh?-continué-Siempre nos estropean los malditos veranos…
Tampoco me habló. Parecía que se había quedado completamente mudo.
-¿Hacemos cómo si no supiéramos nada?-propuso-Por favor, sólo hoy.
-Sabes que es imposible que…-me detuve al ver su implorante mirada-Está bien.
-¿Completamente olvidado?-se aseguró.
-Completamente-afirmé.
-Sigamos con el plan-sonrió.
Me encogí de hombros. Debía tratar de fingir, de olvidarme. No me sentía con ganas. Esta vez, estaba muy preocupada. Sabía a que nos habíamos enfrentado, sabía lo peligroso que había sido. Sabía demasiadas cosas. Recordaba con claridad cada momento, cada instante vivido y sufrido.
-¿Tienes hambre?-se interesó con una afable sonrisa.
Me encogí de hombros, incómoda. ¿Cómo podía fingir tan bien?
-Mejor que vayamos yendo.
Asentí y lo seguí, cansada.
-Mejor que pidamos algo frío, me refiero a cosas como ensalada, ensaladilla. No un cocido o algo así.
-No me entusiasma el cocido y lo sabes-me esforcé por responder. Tenía la boca seca.
-Eso es que nunca has probado el cocido de mi abuela.
-Comí el de la mía y me llegó.
-Tú no sabes como hace esa mujer los cocidos. Y los cayos ¡qué cayos!
Parecía dispuesto a relamerse.
-Podríamos haber comido en tu casa, si cocinan tan bien-me quejé.
Negó con la cabeza.
-Estaremos más tranquilos allí.
Yo ya no estaría tranquila en ningún lado pero no lo dije.
-No estés tan preocupada. Todo será diferente. Y no será hoy-me animó.
-¿Prometes que hoy tendremos un día completamente normal?
Asintió con fervor.
-Te lo juro por…lo que quieras.
-¿Por mí?
-Lo juro por ti-sonrió.
-Así me gusta.
Traté de mentalizarme y olvidarme momentáneamente de la nube negra que se cernía sobre nosotros. Apreté los puños con fuerza y me esforcé por sonreír.
En seguida, tras cruzar varias calles llegamos al pequeño restaurante. Tenía un toldo azul clarito con rayas blancas. Pablo, muy cortés, me abrió la puerta y me indicó que pasará.
-Las señoritas primero-me guiñó un ojo.
Nos acercamos a Mario, el recepcionista. Según me contara Pablo, dejara el instituto del pueblo hacía un par de años, era poco mayor que nosotros. Yo sólo llegaba a conocerlo de vista y alguna conversación cuando éramos unos críos. Era un chico alto y rubio, de ojos verdes.
-¡Hola!-saludé alegremente.
-Noah, ¡cuánto tiempo! Has cambiado mucho-me observó de arriba abajo sin cortarse un pelo.
Me sonrojé.
Pablo colocó protectoramente su brazo derecho sobre mis hombros.
-Hemos venido a celebrar nuestro aniversario-informó Pablo.
-¿Todavía seguís juntos?-parecía fastidiado y no se esforzó por ocultarlo-Creía que lo dejarais…
-No, ya llevamos tres años-corté yo, impaciente.
-Enhorabuena-felicitó, con desgana-Os llevaré a vuestra mesa.
Nos condujo por el pequeño local hasta unas escaleras y subió. Lo seguí, con cuidado de no tropezar en los estrechos escalones de madera. Llegamos al primer piso del lugar y Mario nos acomodó en una mesa al lado de una ventana. Traté de no arrugar el vestido al sentarme. Miré el suelo reluciente, de mármol blanco. Estábamos completamente solos, los demás clientes estaban abajo.
-Os dejo que elijáis-nos entregó las cartas.
En cuanto desapareció escaleras abajo, solté una risilla.
-No recordaba a la gente tan cotilla.
-Sinceramente, durante los meses que no estás aquí, te pierdes muchas cosas-afirmó Pablo.
-Me gustaría no perdérmelas-afirmé con un suspiro.
Pablo tenía el ceño fruncido al observar la carta.
Comencé a mirarla, sin interés.
-No sabes lo mal que me cae-soltó de pronto.
-¿Mario? ¿Por qué?-me sorprendí.
-¡Oh, por favor! No finjas que no te has dado cuenta-se detuvo al observar mi expresión de incomprensión-Lleva detrás de ti desde siempre.
-¿Él? Qué va-hice un gesto de la mano.
-¿Porqué te crees que ha dicho que pensaba que habíamos roto? Por no mencionar la mirada que te lanzó al entrar…
-Porque es curioso. Ay, qué celoso eres-reí.
-Sí, que tú no-se defendió.
-Pues no. Yo no estoy montando una escenita.
Se calló.
-Quiero ensalada de pasta-decidió.
-Yo… yo… merluza con patatas-elegí.
Cuando Mario subió de nuevo, primero fue fulminado por una hostil mirada por parte de Pablo y luego, anotó nuestros pedidos en una pequeña libreta. También le encargamos que trajera agua para beber.
Me descalcé, dejando las bailarinas cuidadosamente colocadas en el suelo. Miré al suelo con disimulo hasta encontrar la pierna de Pablo. Con todo el disimulo que fui capaz de reunir, traté de descalzarlo pero no conté con que él ya me esperaba, y enrolló mi pie entre los suyos.
-Recuérdame que ningún día te diga que mates a alguien con disimulo-rió.
Sacudí el pie con fuerza, hasta soltarlo.
-Tonto, que no aceptas bromas.
-Sí que las acepto pero sólo si saben gastarlas.
Volví a ponerme las bailarinas y miré a través del cristal. Las calles estaban casi vacías, todos estarían ya comiendo. Observé como unos niños corrían apurados hacia sus casas.
-A veces, me siento distante de esto-susurré.
-¿Cómo?
-Que a veces siento que este no es mi sitio. Me siento ajena a todo-ni yo misma llegaba a comprender a que venía esa confesión en tal momento-Es como si no perteneciera aquí. Como si me hubiera perdido demasiadas cosas.
No habló hasta que Mario subió la comida.
-Buena comida-dijo en tono monótono antes de marcharse de nuevo.
-No sé que decir a lo último que has dicho.
-¿Agua?-pregunté, sujetando la jarra.
Él asintió.
Di un largo sorbo del fresco líquido y comencé a cortar un trozo de merluza.
-Siento que te sientas así. ¿Puedo hacer algo para remediarlo?
-No creo. Ni yo misma llego a comprenderlo. No debería haberlo dicho.
-Estoy contento de que lo hayas hecho. Estaré atento por si puedo ayudarte.
-Bah, eso da igual-meneé la mano.
Sacudí la bolsa.
-¿No sientes curiosidad?-tenté.
Cargó el tenedor de pasta y se lo llevó a la boca.
-¿Y tú?-me enseñó la suya.
-No, quiero ver que te parece tu regalo, con lo que me llevó escogerlo…
-Niña, pues hasta luego nada.
Refunfuñé y comencé a comer. Estaba bastante sabroso. Cuando los dos terminamos (él antes que yo), Mario esperó un considerable tiempo para venir a preguntarnos si queríamos postre.
-Yo estoy entre la tarta y el helado… ¿Tú?-miré a Pablo.
Se encogió de hombros.
-Helado-se decidió.
-Lo pediría para compartir, pero como ya sabes que siempre acabamos manchados, hoy mejor no-observé mi impecable vestido azul.
-¿Dos helados entonces?-apresuró Mario.
Asentimos.
-¡Qué tipo más borde!-volvió a quejarse.
-Déjalo-hice un gesto con la mano.
-No, no lo dejo. Si no llego a estar aquí…
-¿Qué?-pregunté.
-Nada.
-¿Ya empiezas?-me eché atrás en la silla-Juro que me marcho.
No lo decía realmente en serio pero pareció decidirlo.
-No lo digas, acércate. Este año, sería marzo o así, no fui el único que lo vio donde un muro del colegio, con Laurita, la hermana de Dani, ¿sabes?-asentí-Ya ves la edad que le lleva, imagínate.
-¿Estás seguro?
-Completamente. Y no fui él único que lo vi.
-Joder, ¡qué cabrón!-me indigné.
-Y dicen que ella no es la única.
-Puaj, qué asco.
De repente, sentía un asco inmenso.
-Estoy seguro de que habría intentado…propasarse, si no llego a estar aquí.
Agradecí sus fulminantes miradas.
Escuchamos unos pasos y Mario apareció con dos copas de helado de chocolate. No reprimí mi mirada de desprecio.
Sacudí la cabeza en cuanto se marchó y hundí la cuchara en el helado. Frío, de chocolate, delicioso. Me relamí.
Pablo empezó a reírse.
-¿Qué?-le espeté.
-Parecías un gato, relamiéndote-explicó entre risas.
Bufé. Qué idiota e infantil era a veces. Pero, yo sabía lo que había en el fondo. Recordé todo lo que yo había sufrido al ver que el cambiaba, el verano pasado. Recordé mis esfuerzos para detener el cambio, comprenderlo. Y recordé que ese Pablo que conociera el verano pasado, todavía seguía ahí, tal vez esperando ser despertado. Sin darme cuenta me sumí en un abrupto silencio.
-¿Te enfadaste?-se sorprendió.
-¿Eh? ¡Ah, no! Pensaba en otra cosa.
-Se notaba.
Terminamos nuestros helados y le indiqué que esperara, que iba al baño.
-Cuidado con el camarero-dijo en tono jocoso aunque con un matiz serio en el fondo.
Le guiñé un ojo. Dejé la bolsa en mi asiento.
-¿Prometes no echarle un vistazo antes de que vuelve?
Hizo un gesto de que lo prometía.
-Lárgate ya…
-Okey, okey…
Bajé las escaleras y me acerqué al baño. Entré y me aseguré de que el pestillo estaba bien cerrado. Me miré al espejo y me limpié una mancha de chocolate de la cara. El baño, con sus azulejos amarillos que desprendían bastantes destellos antes lo fluorescentes, era bastante agobiante con el calor que hacía y sin ninguna vía de ventilación. Luego, me lavé las manos y aproveché la humedad que poseían para pasármelas por el pelo, tratando de alisarme el pelo, ya liso. Satisfecha, abrí la puerta y al salir, tropecé con alguien, que casi consiguió derribarme.
-Perdona, Noah, no te había visto-era Mario.
No, no me había visto. Me froté la espalda, en el lugar donde había chocado con la pared al ser empujada por Mario.
-¿Estás bien?
Asentí, sin dirigirle una sonrisa tranquilizadora ni mirarle a los ojos. Traté de pasar pero me cortó el paso.
-Quiero hablar un segundo contigo, a solas.
-No tengo tiempo-protesté.
-Sólo será un segundo. Lo prometo.
-En serio, debo irme-continué.
-No te entretendré. Es sobre tu novio, ese, Pablo-parecía reticente a decir su nombre.
-¿Qué le pasa?-pregunté, hostil.
-Creo que…no es bueno para ti-me miraba fijamente, con sus ojos azules atentos a cada una de mis reacciones.
-¿Cómo?-pregunté, de piedra.
-Sí, ya sabes… es un poco idiota y creído, además de un chulo, no te ofendas.
Comencé a enfurecerme.
-Déjame pasar-ordené con frialdad.
-Aún no he terminado.
-¡Qué me dejes pasar!-grité, enfurecida, empujándolo.
Subí las escaleras a todo correr, con la cara roja de rabia.
-¿Qué ha pasado?-se apresuró a preguntar Pablo, que estaba medio levantado-Me ha parecido escucharte gritar…
-Vayámonos ya-cogí mi bolsa y comencé a dirigirme escaleras abajo.
-¿Ha sido ese gilipollas?-noté como se tensaba.
-No, en cuanto salgamos de aquí te cuento lo que ha pasado.
Saqué dinero de la cartera y Pablo hizo lo mismo. Pagamos y nos marchamos. Por suerte, no nos encontramos con Mario.
-¿Vas a explicarme que ha pasado?
-Sí-pero tardé en contárselo-Al salir del baño, Mario me paró diciendo que quería hablar conmigo. Intenté evitarle pero insistió y casi me retuvo por la fuerza. Me habló de ti, de que no eres bueno para mí. Dijo que eras un idiota, un chulo y un creído. Ah, y que no me ofendiera-noté que el rubor subía a mis mejillas de nuevo, me sentía rabiosa.
-¿Le gritaste solo por eso?-me pareció que sonreía.
-Sí, y lo empujé.
-Tenías que haberlo ignorado.
-¿Tú lo habrías hecho si te hubieran ido con un cuento sobre mí?
Negó con la cabeza.
-Pues, entonces, a callar. En serio, no sabes lo mal que me ha parecido, y uff-me detuve, exasperada.
-Me da igual lo que piense la gente.
-Sí a mí también-afirmé-Pero no quiero que vayan diciendo cosas sobre nosotros (que son solo asunto nuestro) por ahí. Que se conformen con conocer los detalles de sus vidas.
-Me encanta este carácter que tienes. Debería de intentar copiarlo.
-No, primero, mi carácter tiene derechos de autor. Segundo, no, porque, ¿entonces quién me calmaría cuando me enfado? Sólo me incitarías. Tercero, mi carácter trae problemas en ocasiones. Y cuarto, tu carácter es genial tal y como es.
-Me halagas. Por cierto, ¿a dónde vamos?
Llevaba un tiempo caminando sin rumbo.
-Humm es una sorpresa.
La verdad, no lo pensara.
-Una sorpresa…-se impacientó.
-No te alteres-reí-¿Se te ocurre que querrán esta vez?
-¿Qué?
-¿Otra profecía?
-Noah, no lo sé, no insistas más…-suplicó con cansancio.
-Está bien.
-Lo estabas haciendo muy bien.
-Intentaré continuar así.
-Muy bien.
-Me recuerdas a cuando mis profesores me alababan. Todos decían: Muy bien, Noah. Bien hecho, Noah. Me gastaban el nombre.
-Con lo bonito que es…
-Sí, precioso-utilicé mi ironía.
-No discutamos sobre nombres.
Apuré el paso.
-¿Tenéis prisa, chicos?-nos gritó una indiscreta señora mayor desde una ventana, guiñándome un ojo.
-Esto…sí-corté.
En cuanto pasamos de su casa, bufé.
-Dios…qué cotillas-me mordí el labio.
Pablo se encogió de hombros pero yo continué.
-¿Qué le importará si tenemos prisa?
-Noah, que la gente aquí se aburre mucho.
-Se nota-murmuré.
Cuando bajé el ritmo, me di cuenta de que estábamos a la salida del pueblo, casi en la carretera. Casi me detuve para pensar a donde podíamos ir.
-El río.
-¿Qué?
-Podemos ir al río-me leyó la mente Pablo.
Acepté, no recordaba la última vez que había ido. Volvía a sentirme ajena y alejada de todo. Suspirando, lo seguí hacia el lugar a través de una finca con hierba alta y verde.
Supe que llegáramos cuando la hierba estaba minuciosamente cortada y comenzó a haber árboles. El sonido llegó después, como un torrente. Sonreí, aspirando el olor a verde, a hierba cortada, a flores… Y comprendí que lo había añorado. El sonido del viento meciendo las ramas de los árboles, las mariposas que volaban ligeras, la leve brisa… Me quedé inmóvil y en silencio durante unos minutos. Pablo me interrumpió con un:
-¿Nos sentamos allí?-señaló un árbol con ramas bajas y una especia de hueco en el medio, a modo de asiento.
-No sé como por sitios tan geniales nunca hay nadie.
-Yo tampoco lo comprendo.
-Bueno, mejor, así más tranquilos que estamos.
Me senté y le ofrecí la bolsa pero cuando la fue a coger la aparté.
-¿Seguro?
Me la quitó de las manos y me lanzó la suya.
-Seguro de que quiero que pares ya.
Sonreí. No toqué mi bolsa y esperé a que sacara el regalo de la bolsa, que estaba cuidadosamente envuelto en un papel de flores amarillas.
-No tenían ningún otro-me disculpé-Yo lo quería de Transformers…
Rasgó el papel y sacó el objeto de su interior. Un libro de color azul oscuro, con un dibujo similar a manchas de tinta. En una etiqueta ponía ``Recuerdos´´ con una hermosa caligrafía que, por supuesto, no era mía.
-¡Ábrelo!-apuré.
Obedeció, mirando la primera página que estaba en blanco. Pasó a la segunda en la que había una foto nuestra, de bebés. Estábamos adorables, él de azul y yo de rosa. Yo mostraba a la cámara una mueca muy graciosa. En el pie de foto, había una fecha. Miró la siguiente página: otra foto nuestra más mayores, con otra fecha diferente debajo. Fue pasando con lentitud las páginas, sonriendo involuntariamente ante ese arsenal en miniatura de nuestros recuerdos. Llegó a la última página, una foto de hacía unas semanas. Vi que los ojos le brillaban de una manera especial.
-¿Te gusta?
-Es…perfecto.
Me besó.
-Uff si no te gustaba me moría. No sabes lo que me llevó hacerlo, encontrar las fotos…
Me acarició el pelo.
Cogí mi bolsa y me dispuse a abrir el paquete que se hallaba en su interior. El envoltorio era de flores rosas.
-Esta temporada, se llevan las flores-bromeé.
Terminé de abrirlo y miré el contenido. Había una cajita arriba de todo. La cogí y la abrí. Me sorprendió encontrar un collar, bastante sencillo y de plata, muy de mi estilo. Sonreí y me aparté el pelo, indicándole que me lo pusiera.
-Entiendo que te gusta.
-Me encanta.
Había una nota, la cogí y la abrí. La letra, era reconociblemente la de Pablo. Empecé a leer.

  
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.



Noté que una sonrisa de boba se implantaba irremediablemente en mi rostro.
-Esto sí que ha sido precioso. Recítalo-pedí.
Se sonrojó.
-Yo…no…
-Ya que has sido lo suficientemente listo para buscar mi poema favorito, serás capaz de recitármelo-aseguré-Por favor-supliqué.
Lentamente, comenzó a susurrar a mi oído cada uno de los versos. En cuanto terminó, lo besé.
-Coge lo de abajo-pidió apartando el rostro, colorado como un tomate.
Saqué lo que había debajo. Una bonita camiseta estampada, a la moda.
-Tengo que probármela pero adivino que será mi talla-sonreí.
Mi móvil empezó a sonar.
-A ver qué pasa…-protesté.
Contesté, arisca:
-¿Qué?
-Noah, tienes que venir ahora.
-¿Ha pasado algo?-me preocupé ante la ansiosa voz de mi madre.
-No pero tu padre y yo vamos a salir y Sonia tiene que quedarse sola.
-Pues eso, que se quede sola-intuí por donde iban los tiros.
-No, tiene algo de fiebre.
-¡Son solo unas décimas!
-Ven, ahora mismo-colgaron.
-Esto…esto…¡Hoy! Tenía que ser hoy-estallé.
Le conté lo que sucediera a Pablo.
-Vayamos a tu casa, no pasa nada.
-Ya lo sé. Pero es más el hecho de que sabiendo que hoy, que llevo planeándolo semanas, surja algo.
-Venga, no seas protestona.
Me encogí de hombros y caminamos hasta mi casa. Abrí la puerta.
-¡Hola! ¿Queda alguien?-gruñí.
-Yo-escuché a mi hermana desde el salón.
-Voy a mi habitación. Ya sabes, como si estuvieras en tu casa.
Subí las escaleras y dejé la bolsa sobre la cama, cuidando de no arreglar el papel en que la poesía estaba escrita. Me quité el vestido y me puse un chándal, para mayor comodidad. Ya sintiéndome casi completamente yo, me hice una coleta.
Bajé las escaleras y miré a mi hermana. Reconocí que no tenía buen aspecto, estaba tirada en uno de los sofás con una manta hasta la barbilla y la televisión encendida. Me senté en el sofá al lado de Pablo.
-Pon algo decente en la televisión-ordené a Sonia, que sujetaba con firmeza el mando.
-No echan nada.
-Si que echan-protesté, mirando la hora-Como conocí a vuestra madre está ahora mismo.
-No me gusta esa seria, no tiene sentido-se quejó mi hermana.
-Comprendo que estés enferma, pero me has arruinado la tarde, así que ¡déjame al menos ver la tele!-le grité.
Me lanzó el mando, casi a la cabeza. Me apresuré a cambiar de canal hasta que encontré el que deseaba y me arrellané en el sofá. Nadie se atrevió a decir una palabra. De vez en cuando, escuchaba la risa de los demás a mi lado, aunque yo estaba completamente inmersa en la historia de Ted, Robin, Barney…
-¿Alguien quiere algo?-pregunté en el descanso, decidida a hacerme unas palomitas.
Negaron y me limité a prepararme un gran cuenco repleto.
Volví justo a tiempo para ver el último anuncio, de champú.
-Tal vez lo compre, me han convencido-dije, con toda la seriedad que fui capaz de reunir.
Pablo fue el primero en reírse, seguido de mi hermana.
-¿Qué? ¿Para qué os creéis que ponen los anuncios? ¡Para convencernos de cuál es el mejor champú!-exclamé.
Me ignoraron porque volvió a empezar la serie. Observé que Pablo comprobaba la hora.
-Ya casi es la hora de la cena, vete.
-No, me quedo hasta que vengan vuestros padres.
-Que no, tonto. Estaremos bien, ya preparo yo algo de comer.
Escuché a mi hermana gemir.
-A morirse de hambre…-murmuró.
Resistí a duras pena la tentación de lanzarle un cojín a la cabeza.
-Te acompaño a la puerta-me levanté y dejé las palomitas sobre la mesa-Como me las robes…-advertí a Sonia.
Llegamos a la puerta.
-Adiós-me despedí.
Movió la cabeza y se giró.
-Espera-le retuve, sujetando su brazo-¿Me prometes que no te irás?-bajé considerablemente la voz, intentando que mi hermana no me escuchara.
-No puedo hacerlo.
-Por favor-supliqué-O me voy contigo, ¿porqué crees que hay dos piedras? ¡Es una señal!-comprendí.
Se detuvo a meditarlo.
-No, son cosas tuyas.
-No lo son, piénsalo. Como te vayas hoy, en serio, espera, voy a llamar a tus padres y contarles…-me saqué el móvil del bolsillo, muy dispuesta a llamar.
-¡Está bien!-cedió-Mañana hablamos.
-Eso espero.
Me giré y me marché de vuelta al salón, ligeramente enfadada.
-¿Quieres cenar?-pregunté.
-Algo cocinado por ti, no. Pero, si pedimos una pizza…
Accedí, preocupada por cosas mayores que mis dotes culinarias.

PD:Hola a todos :) Os quería avisar de que me he creado un nuevo blog y empezaré una novela enseguida,espero que os guste. http://fightforlife-mariahojasdepapel.blogspot.com.es/

6 comentarios:

  1. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!
    He chillado de alegría cuando he visto que ya habías colgado este capítulo :DDD (ahora estoy castigada por despertar a mi madre a la una y media de la mañana T.T pero ha valido la pena xDD)
    Oins...me ha encantado cuando Pablo se ha puesto celoson *_* a Mario simplemente... le he pegado un puñetazo mental xDD
    Parece que Layndeian no les quiere dejar escapar ¬¬ pero por lo menos gracias a eso mi Arturo ha revivido :DDD
    Espero el siguiente :))
    Besicos <33
    http://locoyunicomundo.blogspot.com.es/

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  2. me encanto el primer capitulo de esta segunda parte tanto como lo hicieron todos los de la otra =)

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  3. PORRRRRRRRRRRRRR FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN :DDDDDDDDDDDDD
    Aunque lo he leído por la mañana, pero no importa ^^ Es genial :D No sabía yo de la faceta celosilla de Pablo... me gusta, me gusta jaja Por otro lado, tengo unas ganas increíbles de que vayan para allá otra vez, y que vean a Arturo... Aunque me da mala espina lo de que Arturo anduviera por allí :S Nyaaaaah, me encanta :D

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  4. Por fin el primer capitulo, como Pablo se marche sin Noah le matare. Me ha encantado la poesia, los padres de Noah son un poco tontos. Sabian que ella habia planeado ese dia desde hace tiempo, van y le mandan cuidar a su hermana enferma. Quiero el segundo ya ;)

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  5. Oh me muero por ver como reaccionan al ver a arturo
    Me gusta pablo y su vena celosa ajajaja
    Un bes cielo estoy esperandoe l 2º!!

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