Capítulo 25

Me seguían en silencio, como autómatas. Miré y vi un árbol alto. Más alto que una secuoya, debía de medir como un edificio de cinco pisos. Unos doscientos metros, aproximé.

-¿Qué árbol es?-pregunté, mirando a Pablo.

-No lo sé, no soy… como se llame el que estudie los árboles-replicó.

-Se llama ingeniero forestal-intervino Arturo.

Lo miré, estaba muy serio.

-Muy bien-lo felicité-Y parecías tonto-reí.

-Ah, entonces es igual a lo que me pasó a mí contigo. Parecías lista y demostraste que eras tonta.

Me entraron unas ganas de matarlo incontrolables. Respiré muy, muy hondo. Pablo me miraba con una ceja enarcada. Estaba seguro de lo que iba a pasar, me conocía demasiado bien.

-Nadie te había preguntado-dije con frialdad-¿Quién trepa?-añadí a continuación.

Ambos me miraron con los ojos abiertos como platos.

-¿Has visto la altura?-preguntó Pablo.

-Sí, si alguien sube a él, podremos ver en qué dirección hay algo que nos… llame la atención-expliqué.

-Y también podemos matarnos.

-Entonces ¡qué pretendéis hacer! Explicádmelo.

No contestaron.

Les lancé las riendas de Buce y me acerqué al árbol, examinando su tronco. No había mucho sitio donde apoyar los pies.

-¡Espera!-exclamó Pablo, acercándose.

Me agarró del brazo.

-No vas a subir, te puedes caer.

-Nadie tiene intención de escalar, así que, lo haré yo-proseguí con decisión.

-Subiré yo-dijo Arturo-A nadie le importo aquí-resaltó-Así que si me caigo no le importará a nadie.

-No, y no creas que es porque me importes-dejé claro-Es porque no me fío de ti.

-Sin ánimo de ofender, tú no creo que subas ni un mísero metro. Y, él, también sin ánimo de ofender, no tiene muy buena forma física, y no llegará hasta arriba.

-Prefiero caerme a que subas tú-le contesté.

Pablo me susurró.

-Ven-y me llevó lejos de Arturo.

-¿Qué?-le dije.

-Deja que suba él. Tiene razón. No quiero que te pase nada. Yo subiría pero él tiene más posibilidades.

-No-seguí empeñada-Es capaz de confundirnos.

-Noah, no seas tonta, está igual que nosotros.

-Lo siento, pero no me fío-insistí.

-Hazme caso.

Empecé a reír, descontrolada. Me miró, extrañado.

-¿Estás segura de que te encuentras bien?

Asentí, riendo.

-Vamos-dijo, cogiéndome la mano.

Cuando llegamos no vimos a Arturo. Miré hacia el árbol y lo vi, trepando.

-Pero ¿qué haces, idiota?-le grité.

-¡Subir! ¿O no lo ves?-replicó.

Miré a Pablo.

-¿Qué hacemos?

-No podemos  hacer nada.

Asentí. Devolví la mirada a Arturo. Avanzaba con rapidez. No tardó demasiado en llegar a la parte más alta, donde sólo era un punto negro. Al poco tiempo, descendió.

-¿Y bien?-pregunté cuando bajó.

-Por allí-señaló.

-¿Qué hay?-dije con suspicacia.

-Unas torres de piedra, unas casas, algo así-describió.

Miré a Pablo que lo creía. Respiró hondo.

-No te preocupes-le aseguré-Estoy y estaré contigo.

Asintió. Pasó su brazo sobre mis hombros y me acercó a él.

-Sin duda, lo conseguiremos.

Se me hizo un nudo en la garganta y me entraron ganas de llorar, sin saber porqué.

Arturo nos miraba con atención. Emprendió la marcha, con chulería.